El júbilo esperado por la victoria de la OTAN en la guerra de Yugoslavia brilló por su ausencia en Washington, aun cuando los diplomáticos de la alianza atlántica imponían sus condiciones en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y se disponían a enviar tropas a Kosovo.
Ni siquiera dentro de la administración de Bill Clinton hay ambiente de triunfalismo, pese al aparente logro de los objetivos de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) tras 77 días de guerra contra Belgrado, sin la muerte en combate de un solo soldado de la alianza militar.
No es sólo que el propio Clinton tema aparecer como el gran conquistador de los Balcanes y alimentar el temor de China y Rusia de que la acción de la OTAN sea sólo el inicio de una afirmación de su hegemonía mundial.
Tampoco es únicamente que los republicanos, con escasas excepciones, no hayan respaldado la guerra como lo hicieron los demócratas en la guerra del Golfo (1991) durante el gobierno del republicano George Bush.
Fue notoria la falta de elogios de la mayoría de los legisladores republicanos al esfuerzo bélico, y aun de reconocimiento a la victoria de la OTAN.
No es tampoco que el presidente yugoslavo Slobodan Milosevic haya sobrevivido en el poder, al menos por ahora.
Algunos políticos, incluidos ciertos republicanos que hace sólo un par de semanas urgían a Clinton a "dar una oportunidad a la paz" mediante la suspensión de los bombardeos, sugirieron que la supervivencia de Milosevic manchó la victoria de la OTAN, haciéndola incompleta.
Y tampoco es sólo que varias cosas puedan salir mal en el terreno, desde la negativa del Ejército de Liberación de Kosovo a desmilitarizarse hasta un posible éxodo de unos 100.000 habitantes serbios de la provincia que cuestionaría el compromiso de la OTAN de proteger los derechos de las minorías étnicas.
La explicación para la ausencia de triunfalismo radica en todos esos factores juntos, y también en otros.
La falta de celebración sorprendió a muchos observadores políticos, en particular a los periodistas extranjeros que recuerdan la euforia posterior a la victoria sobre Iraq en la guerra del Golfo, que duró sólo seis semanas, frente a casi 11 que demoró la OTAN en vencer a Milosevic.
"Es casi desconcertante. Parece que a nadie le importara demasiado", comentó un periodista árabe.
La afirmación del periodista no está muy lejos de la realidad, según encuestas de opinión pública. Aunque la guerra contaba con el respaldo de la mayoría de los ciudadanos estadounidenses, nunca fue una preocupación mayor de la población.
"A diferencia de la guerra del Golfo, el conflicto de los Balcanes nunca se apoderó de la conciencia nacional", escribió William Powers en The National Journal.
"Y, a medida que los combates progresaban, se atenuaban las emociones desatadas al comienzo" pese a la constante cobertura de los medios, observó.
La reacción del público pudo deberse a la manera particular en que se libró la guerra, desde 5.000 metros de altura, según P.J. Crowley, un portavoz de Clinton.
El peligro que corrían los pilotos de la OTAN, aunque era serio, era menos visible que en una guerra terrestre, y el hecho de que ni uno solo haya sido muerto o capturado -aunque dos aviones fueron derribados- contribuyó a la distancia emocional de la ciudadanía.
La forma en que se libró la guerra fue blanco de fuertes críticas, particularmente por parte de altos oficiales militares estadounidenses, quienes consideraban que una guerra exclusivamente aérea no lograría los objetivos propuestos.
De manera similar, analistas militares criticaron la estrategia de la escalada de bombardeos, por la cual los ataques se limitaban en un comienzo a objetivos militares y luego se ampliaban a otros más estratégicos pero políticamente sensibles, como centrales de energía.
Otra causa de descontento con la guerra fueron los llamados "daños colaterales", que causaron la muerte de cientos, quizá más de 1.000 civiles serbios y albaneses de Kosovo, además de dañar los vínculos de Occidente con Rusia y China, cuya embajada en Belgrado fue alcanzada por bombas el mes pasado.
"Como resultado del conflicto de Kosovo, Rusia y China fueron alienadas, resurgieron en esos países el nacionalismo y el sentimiento anti-estadounidenses, y los moderados políticos quedaron marginados", escribió Owen Harries, un analista neoconservador de política exterior.
Además, "ambos países están unidos como nunca lo han estado en varias décadas", destacó.
"Para gran parte del mundo, somos una gran fuerza prepotente", comentó el ex secretario de Estado Lawrence Eagleburger.
Cualquiera sea la razón, la guerra por Kosovo no se considera una gran victoria para Estados Unidos y sus aliados occidentales, ni siquiera como un precedente para futuras acciones.
"Es claro que nadie está dispuesto a repetir esta experiencia a corto plazo", señaló Ivo Daalder, ex funcionario del gobierno y actual miembro de la Institución Brookings, un gabinete de estrategia de Washington.
"Estaremos en Kosovo por muchos, muchos años, si no décadas", vaticinó. (FIN/IPS/tra-en/jl/mk/mlm/ip/99