Nelson Mandela cederá el poder al presidente electo de Sudáfrica, Thabo Mbeki, el miércoles 16 en una ceremonia que contará con la presencia del secretario general de la Organización de las Naciones Unidas, Kofi Annan, y de 41 jefes de Estado y de gobierno.
Entre los dignatarios se espera la visita del presidente de Cuba, Fidel Castro, del vicepresidente de Estados Unidos, Al Gore, y del primer ministro de Gran Bretaña, Tony Blair.
Músicos famosos de Africa, como Youssou Ndour, Angélique Kidjo, Papa Wemba y Manu Dibango, se unirán a otras figuras de Sudáfrica para dar un "concierto del pueblo" después de la ceremonia formal de transmisión de mando a la cual confirmaron su asistencia, hasta ahora, 27 gobernantes africanos.
"Es de extrema importancia que Sudáfrica presente a la región y al mundo un rostro de confianza, seguridad y bienestar económico", manifestó el ministro de Aguas y Bosques, Kader Asmal.
La Comisión Electoral Independiente de Sudáfrica confirmó esta semana la victoria arrasadora del Congreso Nacional Africano (CNA) en la segunda elección democrática del país, celebrada el miércoles 2.
El CNA obtuvo 66,36 por ciento del total de los votos, y ganó en siete de las nueve elecciones provinciales que se realizaron en forma simultánea, derrotando así a su rival oficial, el Partido Democrático (PD), de los blancos.
El PD, a su vez, derrotó al tradicionalista Partido Inkatha por la Libertad, que quedó en tercer lugar. Los tres partidos dejaron muy atrás al Nuevo Partido Nacional (NNP), que hasta hace poco era liderado por F. W. De Klerk.
De Klerk fue el último presidente blanco de Sudáfrica, y ganó el Premio Nobel de la Paz junto con Mandela por promover el retorno de la democracia al país.
El NNP no fue el único partido que quedó fuera de carrera en estas elecciones. Varios partidos pequeños, liderados por negros, que debían ser la oposición a la izquierda del CNA, tuvieron mal desempeño.
Todos esos partidos juntos consiguieron sólo cuatro bancadas. La política de Sudáfrica se trasladó ahora hacia el centro, luego de una elección que dio el visto bueno a la política de restricción económica impuesta por el gobierno.
La estrategia de crecimiento, empleo y redistribución es un plan conservador que no permitiró al gobierno crear la cantidad necesaria de puestos de trabajo para disminuir el desempleo, cuyo aumento es peligroso.
Pero la estrategia sirvió para que Sudáfrica adquiera una reputación de mercado emergente estable. Las inversiones extranjeras van en aumento, mientras comenzaron a bajar las altas tasas de interés que se aplicaban como castigo.
Sin embargo, uno de cada dos sudafricanos no encuentra trabajo en el sector formal, así que muchos se volcaron al floreciente mercado informal, que de todas maneras no puede absorber a muchos más.
Una de las consecuencia de esto es el crecimiento de la economía clandestina. El país se está convirtiendo en un centro africano de tráfico de drogas, comercio de autos robados y lavado de dinero.
Pero Mbeki, calificado de adicto al trabajo y de tecnócrata, no se refiere a esto cuando habla de la necesidad de que aumente la inversión extranjera para sacar al continente del fango financiero en el cual se encuentra.
La criminalidad, el desempleo y la pobreza son los problemas que deberá enfrentar el nuevo presidente.
La gente le contó a Mbeki la corrupción endémica que descubrió en el servicio público, desde la seguridad social hasta la policía, en audiencias públicas sobre crímenes y delitos que se realizaron en todo el país en mayo.
Por lo tanto, es probable que el nuevo presidente haga de la lucha contra la corrupción uno de los pilares de su gobierno. Ahora el país espera que Mbeki nombre a sus ministros este lunes.
Es muy posible que su vicepresidente sea el líder del Inkatha, Mangosuthu Buthelezi, y que el criterio principal de selección sea el de introducir buenos estrategas en su gabinete.
Hasta ahora, cada ministerio pareció manejarse políticamente como una isla, sin considerar el impacto que causaba cada decisión en las demás áreas. El gabinete tendrá una visión global del país y vigilará los efectos que cause la aplicación de cada medida.
Sudafrica sufrió, en los últimos cuatro años, un problema que atacó al continente entero. La presentación de sus proyectos era impecable, pero cuando se trató de llevarlos a cabo, los resultados fueron mediocres.
Cientos de nuevas leyes se aprobaron desde las primeras elecciones democráticas, realizadas en 1994, para cambiar la sociedad.
Ahora, Mbeki tiene el desafío de concretar el desarrollo rural, la transferencia de tierras y el aumento de poder para las mujeres y los negros. Cómo él mismo declaró, "este es el momento de poner manos a la obra". (FIN/IPS/tra-en/fk/pm/ceb/aq/ip/99