Nueve años después de que el resto de Líbano comenzó el proceso de reconciliación nacional, los residentes de Jezzine todavía no se acostumbran a la idea de que no corren riesgo de ser asesinados por causa de su religión.
Cuando el Ejército del Sur de Líbano (ESL), una milicia fundada y respaldada por Israel, se retiró este mes del área de Jezzine tras una presencia de 17 años, dejó atrás sus posiciones adornadas con estatuas de la Virgen María e imágenes de santos.
Los íconos abandonados recuerdan que la religión en Líbano fue un motivo para pelear durante la guerra civil de 1975 a 1990.
"Era una guerra limpia, sabíamos lo que ocurría. Los musulmanes mataban cristianos y los cristianos mataban musulmanes", recordó Nemr, un miliciano del ESL de 32 años, poco antes de dejar Jezzine.
Durante la guerra civil, Nemr luchó junto a las milicias cristianas antes de incorporarse al ESL en 1990.
"Con Hizbollah es lo mismo: nosotros somos cristianos y ellos musulmanes", agregó. Pero Hizbollah ("Partido de Dios"), una guerrilla islámica que lucha contra la ocupación israelí en el sur de Líbano, pelea contra los soldados israelíes y sus "colaboradores" libaneses, no contra cristianos.
El ESL está desplegado actualmente en la franja del sur de Líbano fronteriza con ese país y ocupada por él desde 1982 como "zona de protección" contra guerrilleros palestinos y libaneses.
En Jezzine, un enclave hasta hace poco separado del resto del país, el tiempo pareció detenerse en 1985, cuando todavía había matanzas entre cristianos y palestinos musulmanes en los campamentos de refugiados de los alrededores.
Aún persiste el temor a las matanzas, al que se agrega el miedo a que Hizbollah realice ataques en lugar de los palestinos.
"Nos sentimos más seguros con el puesto del ejército libanés a la entrada del área. Ellos detendrán a los que quieran venir a matarnos", declaró una mujer residente en la aldea de Roum.
Mientras, en el resto del país, la gente lentamente aprende a convivir de nuevo. Con 18 grupos religiosos diferentes, que abarcan desde cristianos maronitas y musulmanes sunitas hasta drusos y aun algunos judíos, queda un largo camino hacia la reconciliación.
En las generaciones más jóvenes persiste el miedo a lo desconocido, a una religión diferente con la que no han tenido contacto durante años.
Durante la guerra, la gente se veía obligada a mudarse a áreas donde predominaba su religión. Cuando el conflicto terminó, muy pocos volvieron a sus antiguos hogares, y la división geográfica- religiosa todavía no desapareció.
"Una vez estaba en Beirut y por accidente me encontré en un barrio lleno de carteles de Hizbollah y mujeres con velo. Me llevó dos segundos salir de allí", relató Michael, de 23 años, de Besharre, un bastión cristiano en el norte de Líbano.
"Vivo y estudio en mi ciudad natal, y no he tenido motivos para ir a Beirut durante años", agregó.
Un estudio realizado en distintas universidades en 1996 determinó que en 90 por ciento de los casos, los estudiantes eligen a su mejor amigo o amiga dentro de su propia religión. A menudo la decisión es forzada, dado que muchas universidades pertenecen a la religión del área donde están ubicadas.
Si las amistades interreligiosas son difíciles debido a la separación geográfica, los matrimonios interreligiosos son casi imposibles, debido a la ausencia de casamientos civiles.
El año pasado, el entonces presidente Elías Hrawi impulsó un proyecto de ley para instituir el matrimonio civil, pero la propuesta fue obstruida por líderes religiosos opositores.
"La gente debería poder elegir de qué forma casarse, pero no creo que muchos comiencen a casarse con alguien fuera de su religión una vez que eso sea posible. Mi padre nunca me permitiría contraer matrimonio con un musulmán", dijo Nadine Asmar, de 22 años.
Los cristianos libaneses, minoritarios en este país y en todo Medio Oriente, generalmente son desafiantes hacia otras religiones, en particular hacia el Islam.
Antes de la guerra, un censo estableció la población cristiana en 60 por ciento, pero actualmente se estima que no constituye más de 40 por ciento del total.
Hasta la fecha no se volvió a realizar un censo oficial, aparentemente por temor a confirmar esa estimación y decepcionar a los cristianos, quienes se aferran a su supremacía política reflejada en la presidencia, destinada a cristianos maronitas desde 1943.
Para muchos cristianos, la guerra con armas fue sustituida por la guerra económica. "Ellos (los musulmanes) nos están matando lentamente, empujándonos al mar. Poseen todo en este país", expresó Ghassan, de 23 años, empleado en una empresa auditora.
"Cada vez que realizo un trabajo, me encuentro con que los dueños de la compañía son musulmanes. Es algo que me preocupa, no creo que haya un futuro para los cristianos en Líbano", agregó.
Sin embargo, para varios observadores las cosas no están tan mal como la gente cree, y el proceso de reintegración religiosa se concretará aunque lleve tiempo.
"En Líbano no hay una coexistencia forzada, como en Yugoslavia. La gente aquí quiere vivir junta, no hay que obligarla", señaló Farid el Khazen, profesor de la Universidad Americana, de Beirut.
La Fundación Libanesa para la Paz Civil Permanente, lanzada en 1989, es una de varias organizaciones no gubernamentales dedicadas a propagar la idea de la coexistencia pacífica entre las diferentes religiones de Líbano.
"Nos guste o no, la diversidad religiosa es la esencia de Líbano. Debemos interpretarla como una ventaja, no como una desventaja, y aprender a sacarle provecho", instó Elsa Yazbeck, una de las activistas. (FIN/IPS/tra-en/kg/ak/mlm/cr/99