ESTADOS UNIDOS: Después de Kosovo, la preocupación es Asia

Asia podría dominar la política de relaciones exteriores de Estados Unidos una vez que disminuya la preocupación por Kosovo y las relaciones transatlánticas.

Washington enfrenta tres grandes desafíos al otro lado del Pacífico que, si no se abordan de manera adecuada, podrían crear graves problemas para sus intereses en la región y más allá.

Pero el presidente Bill Clinton no cuenta con demasiado apoyo doméstico, principalmente de los republicanos, que lo acusan de ser demasiado amistoso con China y Corea del Norte.

Los desafíos consisten en poner fin a las luchas entre India y Pakistán por Cachemira, hacer que China retome las conversaciones para su ingreso a la Organización Mundial del Comercio (OMC) y disuadir a Corea del Norte de realizar más pruebas con sus nuevos misiles de largo alcance.

El conflicto por Cachemira, que ya fue causa de dos guerras entre India y Pakistán, afecta los intereses de Estados Unidos de manera muy indirecta, pero es causa de creciente preocupación entre altos funcionarios del gobierno.

Washington exhortó a ambas partes a respetar la Línea de Control que separa la región de Cachemira entre las áreas controladas por India y por Pakistán.

Esto fue interpretado como una crítica a Islamabad, que, según funcionarios de Washington, claramente ayudó a los guerrilleros "intrusos" que ocuparon alturas estratégicas del lado indio de la Línea.

Clinton envió la semana pasada a Islamabad al general Anthony Zinni, jefe del comando central, para urgir a ese gobierno a retirar todas las fuerzas respaldadas por él hacia atrás de la Línea de Control.

"Es claro que si Pakistán no se retira, India los aplastará", dijo un alto funcionario, y advirtió que Nueva Delhi podría llevar la lucha a otro punto de la frontera, provocando una escalada del conflicto entre ambos países vecinos con capacidad nuclear.

"Se trata de una situación muy peligrosa", previno el funcionario.

Aunque la crisis de Asia meridional es la más aguda, también preocupan profundamente a Washington las relaciones con China, en particular tras el resurgimiento en ese país del nacionalismo y el sentimiento antiestadounidense debido al bombardeo accidental de la embajada china en Belgrado durante la guerra de Yugoslavia.

Beijing, ya indignado porque la OTAN procedió a atacar Yugoslavia sin la debida autorización del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, suspendió toda cooperación militar bilateral y las negociaciones sobre su ingreso a la OMC -la prioridad de Clinton- hasta obtener una explicación satisfactoria.

El primer intento formal de Washington de ofrecer una explicación por el bombardeo de la embajada fue rechazado por Beijing, lo que aumentó la preocupación en Estados Unidos sobre la creciente influencia en China de las fuerzas anti-estadounidenses.

Esas mismas fuerzas se vieron fortalecidas por otras acciones de Estados Unidos que consideran destinadas a "contener", si no a desestabilizar, a China.

Tales acciones incluyen el nuevo pacto de seguridad de Estados Unidos con Japón, su venta de armas a Taiwan -a la que China considera una provincia renegada-, su resolución de condena a Beijing en la Comisión de las Naciones Unidas sobre Derechos Humanos y acusaciones de legisladores sobre espionaje nuclear.

Diplomáticos chinos también se enojaron por la votación de Estados Unidos la semana pasada contra un proyecto del Banco Mundial que incluía una propuesta de reubicación de chinos pobres en un área considerada por los tibetanos como una tierra ancestral.

El Banco aprobó el proyecto pero suspendió el plan de reubicación.

"Hay un debate real (sobre los vínculos con Estados Unidos), y todavía no se resolvió", señaló un veterano observador de China en Washington, y advirtió que el tiempo para llegar a un acuerdo sobre la OMC se acaba a medida que se acerca la reunión ministerial de la organización, prevista para noviembre.

Existe una incertidumbre similar sobre Corea del Norte, frecuentemente mencionado como el país que tiene más posibilidades de enfrentarse en guerra con Estados Unidos, junto con Iraq.

En mayo, Clinton envió a Pyongyang al ex secretario de Defensa, William Perry, con una nueva propuesta de acuerdo.

Según la propuesta, Washington normalizaría gradualmente las relaciones, levantaría las sanciones económicas impuestas hace 50 años y brindaría ayuda bilateral si Corea del Norte prometiera detener las pruebas de misiles balísticos y su venta, así como el desarrollo de armas nucleares.

Pyongyang recibió a Perry con calidez, pero una semana después de su partida, se enfrentó con Corea del Sur en un breve pero fatal choque naval. Desde entonces, trascendió, prepara la prueba de un misil de largo alcance capaz de llegar a la costa noroccidental de Estados Unidos.

"Si esa prueba se concreta, estallará el infierno", advirtió un funcionario de Washington, quien predijo que un nuevo lanzamiento detendría todos los esfuerzos hacia un acuerdo, no sólo con Washington, sino también con Tokio y probablemente Seúl.

Un nuevo obstáculo surgió el pasado viernes, cuando el Departamento de Estado reveló que un ciudadano estadounidense que visitaba una zona económica fue detenido el día 17.

Sin embargo, Washington no desespera, porque junto con las señales de beligerancia hay otras positivas, como la conclusión exitosa de una inspección estadounidense a un sitio sospechoso de tener armas nucleares y la continuación, aunque demorada, de negociaciones bilaterales separadas la semana pasada con Corea del Sur y Estados Unidos. (FIN/IPS/tra-en/jl/aa/mlm/ip/99

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