El gobierno de Estados Unidos teme que la guerra entre Eritrea y Etiopía traspase fronteras y se extienda a países vecinos.
La alarma se debe a que ambos países estarían ayudando a facciones en Somalia y a que Eritrea comenzó a proporcionar armas al Frente de Liberación de Oromo en Somalia y Kenia.
Así mismo, Eritrea y Etiopía intentan conseguir el apoyo del gobierno de Sudán, apenas 13 meses después de haberse aliado con Estados Unidos y Uganda para buscar la forma de derrocar al régimen islámico sudanés.
Con el fin de conseguir aliados para la guerra, el presidente eritreo Issaias Afwerki incluso viajó a Libia en los últimos meses para entrevistarse con su par Muamar Gadafi, a quien Washington considera, junto con Sudán, el principal responsable del terrorismo internacional en Africa.
"A mi juicio, esta guerra es cada vez más peligrosa", declaró Susan Rice, la subsecretaria de Estado para Asuntos Africanos, cuya mediación no logró detener la guerra desatada hace 13 meses.
"Lo que falta es la voluntad política de ambas partes", dijo a la prensa en Washington. La guerra que habría provocado hasta 300.000 muertes en ambos países es una fuente de frustración para el gobierno estadounidense.
Hasta que se desató en mayo de 1998 a raíz de un conflicto fronterizo por la zona de Badme, el presidente estadounidense Bill Clinton consideraba a su par Issaias y al primer ministro etíope Meles Zenawi ejemplos de una "nueva generación" de dirigentes africanos que traerían el "renacimiento" económico y político al continente.
Clinton se reunió con ambos en Washington y durante su gira por Africa en marzo de 1998, menos de dos meses antes de que comenzara la guerra.
Eritrea y Etiopía tuvieron buenas relaciones con Washington, a pesar del carácter marxista de sus gobiernos, y su cooperación con el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial fue elogiada como un modelo para el resto de Africa.
"Eritrea y Etiopía estaban saliendo de la pobreza. Los inversores privados apenas empezaban a ingresar" cuando comenzó la guerra, dijo Paul Collier, director en el Banco Mundial del Grupo de Investigación para el Desarrollo.
El conflicto, en el que se utilizan armas modernas junto a otras de la primera guerra mundial, cambió drásticamente esa situación en el último año. Empobreció aun más a dos de los países más pobres del mundo y dañó la de por sí mala imagen que Africa tiene en Occidente.
El legislador estadounidense del opositor Partido Republicano, Tom Campbell, quien es un defensor de la causa africana en el Congreso, culpó a Issaias y a Meles de destruir completamente sus esfuerzos para "concentrar la atención del público en las cosas buenas que se pueden hacer en Africa".
La guerra "es una forma terrible de relaciones públicas para Africa", concordó Collier.
En el último año, los dos países gastaron 500 millones de dólares sólo para abastecer a sus fuerzas aéreas con arsenales procedentes de Europa del este y Rusia. "No sé cómo pagarán por esta guerra", agregó.
Washington intentó mediar en el conflicto, primero junto a Ruanda, y luego a través de la Organización de la Unidad Africana, que propuso un marco para un acuerdo pacífico al conflicto en noviembre.
Ese marco incluía el cese del fuego y el retiro de las fuerzas eritreas de la zona de Badme. Etiopía lo aceptó, pero Eritrea solicitó aclaraciones de la propuesta.
Eritrea luego cambió de opinión cuando una ofensiva etíope invadió sus posiciones en Badme en febrero, pero Etiopía respondió exigiendo el retiro eritreo, incondicional y unilateral, de todas las zonas en disputa. Así estan las cosas hoy.
Clinton envió en octubre a su ex Asesor de Seguridad Nacional, Anthony Lake, para mediar en el conflicto. Pero ni él, ni el enviado especial de la Organización de las Naciones Unidas, Mohammed Sahnoun, lograron la paz.
Su fracaso revela que las divisiones y sospechas que separan a Eritrea y Etiopía son más profundas que su disputada frontera próxima a Badme, que está rodeada de tierras agrícolas, explicó un funcionario de Estados Unidos.
En un foro realizado en el Consejo de Relaciones Externas, en Washington, los eritreos presentes manifestaron su preocupación porque sectores etíopes siguen rechazando la independencia de Eritrea, que se separó de Etiopía en 1993.
Por su parte, los etíopes temen que Eritrea persiga sus propios intereses económicos y políticos a costa de Etiopía.
Mientras, la guerra continúa y ya expulsó hasta a 500.000 personas de sus hogares en ambos países. Así mismo, Etiopía deportó a 60.000 eritreos y Eritrea hizo lo mismo con 20.000 etíopes.
El conflictó también anuló la estrategia que emplea Washington contra Sudán. "Sudán se benefició por las hostilidades entre sus ex adversarios", dijo Rice.
Eritrea firmó un acuerdo con Sudán para normalizar las relaciones, y Etiopía reanudó sus vuelos a Jartum. Ambas partes limitaron el apoyo dado a los grupos opositores sudaneses, explicó Rice.
La funcionaria aseguró que los combates en Somalia se agravaron porque Eritrea y Etiopía suministran armas a las facciones somalíes, y porque fuerzas etíopes atacaron al Frente de Liberación de Oromo en Kenia y Somalia.
"La extensión del conflicto a los países vecinos es una posibilidad alarmante, una que la comunidad mundial no debe tomar a la ligera", advirtió Edmund Keller, especialista de la Universidad de California en Los Angeles. (FIN/IPS/tra-en/jl/mk/aq/ip/99