Durante la primera mitad de 1999 dos fenómenos han marcado en Ecuador la expresividad de los jóvenes de Quito: la proliferación de bandas de rock "duro" y el retorno de los grafiti.
Luego de un largo período sin grafiti, los habitantes de la ciudad volvieron a leer en los muros frases cargadas de sarcasmo.
Algunas de ellas son "Vivimos la resaca de una orgía en la que no participamos", "No me des consejos, prefiero equivocarme solo", y "Si esta pared es el límite de su propiedad… Déjenos decorar sus limitaciones".
Quito es reconocida en América Latina por sus frases en las paredes por lo menos desde 1990, cuando el escritor uruguayo Mario Benedetti afirmó que el mejor de los grafiti que había visto era uno de esta ciudad, que decía: "Cuando ya tenía las respuestas, me cambiaron las preguntas".
Investigaciones académicas, artículos y libros se produjeron alrededor de un fenómeno que se manifestaba en todos los barrios y asombraba por su ironía y su irreverencia.
En 1997 y 1998 esa forma de expresión joven casi había desaparecido, pero regresó con fuerza este año.
Para Freddy Saltos, un "viejo" grafitero, ese retorno, al igual que la proliferación de bandas de rock "pesado", en un sìntoma de que los jóvenes tienen pocas formas de expresarse.
"Los grafiti y las bandas de rock son las dos formas urbanas que tiene los jóvenes de decir sus cosas, incluso en lo referido a la política, ya que los partidos y movimientos sociales y políticos no les dan espacio, exceptuando a los indígenas, que no son urbanos", opinó.
Según Saltos, quienes tienen cosas que decir pero no dónde decirlas deben "buscar medios alternativos como las paredes o la música, aunque ésta no aparezca en la televisión".
El sociólogo Alejandro Moreano, un estudioso de la realidad de los jóvenes en Ecuador, sostuvo por su parte que los grafiti son un intento de escapar a la tiranía del monopolio de lo público por parte del poder.
"De hecho, las leyendas en las paredes han sido el medio de expresión de todas las fuerzas perseguidas, marginales o clandestinas. Sociedades secretas y grupos de conjurados emplearon las paredes para difundir sus ideas o convocatorias a la acción pública", comentó.
El líder anticolonialista ecuatoriano Eugenio Espejo (1747- 1795, a quien se le atribuyen las leyendas libertarias que aparecieron en las paredes de Quito años antes de la independencia, fue uno de esos conspiradores que divulgó sus ideales en los muros.
Moreano piensa que ese antecedente marcó a los grafiti quiteños, porque lo colocó dentro de la historia e hizo que la ciudad fuera para muchos un sinónimo de leyendas en las paredes.
El sociólogo agregó, sin embargo, que el origen de los grafiti modernos se vincula con la separación de lo público (pensado como el lugar de la historia y del poder), y lo privado (tomado como el espacio de la intimidad y de la vida cotidiana).
Los grafiti serían, desde este punto de vista, la manifestación de una nueva relación de la intimidad con la historia.
"Son la expresión de la capacidad de cuestionar el orden desde la intimidad, desde el amor, la ternura, la ira, la ironía, la alegría, el impulso lúdico, el eros, y del esfuerzo persistente de la subjetividad por conquistar los espacios públicos ", dijo Moreano.
"Frases como 'Cuando ya tenía las respuestas, me cambiaron las preguntas' o 'Marx murió, Dios también y yo estoy enfermo', evidencian ese fenómeno que en los últimos años cambió la piel y el rostro de Quito", afirmó.
Un fenómeno más nuevo son las bandas de rock, y especialmente de géneros "duros" como el hardcore y el heavy metal, se multiplicaron como hongos en los dos últimos años, sobre todo en sectores de clase media y media baja.
Según Pablo Castañeda, baterista del grupo Punto de Encaje, se trata de una nueva forma de expresión que han encontrado los jóvenes.
"El hardcore es una música dura, fuerte, va con los tiempos violentos que vivimos y nos permite hacer una crítica de las cosas que pasan en la ciudad. A veces, solo disponemos de la música como desahogo y protesta contra el consumo y la utilización de las personas", comentó.
Los conciertos se han multiplicado y los jóvenes adictos a esta música ya se cuentan por miles. Bandas como La Traba, Mandala, Muscaria, No Toquen o Punto de Encaje son referentes de una juventud que tiene una singular visión del mundo.
"No estamos de acuerdo con esa mirada aniñada de los jóvenes bien vestiditos, peinaditos a la gomina y desesperados por su teléfono celular. Esa es la realidad que quieren mostrar los medios de comunicación, pero no la de la mayoría de los jóvenes quiteños, que pasan muchas dificultades", argumentó Castañeda.
Los nuevos grafiteros y rockeros quiteños tienen edades entre 16 y 21 años, y sus creaciones muestran el estado de ánimo de la ciudad, sus puntos de encuentro y desencuentro.
Moreano señaló que la relación conflictiva de los jóvenes con Quito se expresa en la música de los nuevos grupos de rock y en grafiti como "Recordada ciudad. ¿Cómo te llamabas?", o "Ciudad estampida. Ciudad sin salida".
"Estos grafiti y el hardcore muestran el conflicto con una ciudad odiada y amada a la vez, de la que quieren huir pero que los atrapa en la fascinación de sus redes", aseguró el sociólogo.
Castañeda alegó que la posición de los jóvenes rockeros no es "quemeimportista", como afirman algunos políticos de derecha y de izquierda.
"Nuestra música está presente en la pelea de los jóvenes por sus derechos, como cuando reclamamos la objeción de conciencia y la eliminación del servicio militar obligatorio. Nuestra música es parte de la realidad", aseguró. (FIN/IPS/kl/mp/cr/99