Un sensible aumento de policías en las calles y el endurecimiento del código penal vigente pusieron en jaque a la delincuencia en la capital de Cuba, que en los últimos meses parece haber recuperado su tranquilidad.
"Me siento feliz de poder caminar sin sobresaltos por mi barrio", dijo Mabel Acosta, ingeniera de 35 años que reside en pleno corazón del llamado Casco Histórico de La Habana, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
Esa importante zona turística de la ciudad se había convertido en uno de los principales centros de operaciones de delincuentes y prostitutas, que pululaban en torno a hoteles y centros de diversión.
El problema llegó a niveles alarmantes y el propio presidente Fidel Castro anunció, a principios de enero, un combate frontal contra el delito mediante el endurecimiento de las sanciones y el fortalecimiento, en cantidad y calidad, del personal policial.
"La revolución no tiene que renunciar a su carácter humanitario para ser firme", sentenció el mandatario en un discurso al que siguió, en febrero, una reforma del Código Penal que estableció, entre otras cosas, mayores sanciones para el robo de viviendas y para los delincuentes que reincidan.
En la fundamentación de esas reformas, aprobadas a mediados de febrero por la Asamblea Nacional del Poder Popular, se advirtió que el delito constituía el fenómeno social más peligroso para la estabilidad de la nación.
Algunos meses después puede apreciarse una importante disminución de la actividad delictiva, lo cual no quiere decir que ésta haya desaparecido, como admiten las propias autoridades de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR)
El coronel Antolino Sagredo, jefe de la Dirección de Seguridad Pública de la PNR, dijo que en los primeros tres meses del año en curso hubo 1.274 delitos menos que en igual período de 1998.
Sagredo consideró que 802 de los delitos cometidos en el primer trimestre de 1999 fueron "graves", sin brindar más detalles al respecto, y advirtió que la disminución registrada en relación con el año anterior "no es para contentarse".
En su opinión, la PNR debe seguir trabajando para "consolidar esa tendencia y hacerla depender más de la eficacia de la acción policial".
"No podemos olvidar que el delito hoy tiene mayor capacidad en materia de organización, asociación para delinquir, peligrosidad y agresividad", comentó el oficial en una entrevista publicada en la última edición de la revista Bohemia.
La PNR espera incorporar este mes más de 2.000 personas a las fuerzas policiales que actúan en la capital, donde municipios como Habana Vieja y Centro Habana, con alta densidad de población y fuerte actividad turística, están protegidos con unidades especializadas.
Pero éstas fuerzas no fueron creadas específicamente para proteger al turista "sino para garantizar la tranquilidad ciudadana de toda la población" de La Habana, que sobrepasa los dos millones, afirmó Segredo.
La mayor presencia de las fuerzas del orden en las principales calles de la ciudad ha causado reacciones de rechazo, por parte de personas que se quejan de ser molestadas sin motivo por la policía.
Javier Rodríguez, el director del grupo de rock Extraño Corazón, afirmó en una carta al periódico Juventud Rebelde que la policía ha llegado a solicitarle su identificación siete veces en menos de 20 minutos, y que esto ha ocurrido especialmente cuando iba acompañado por algún extranjero.
"No existe ninguna directiva de la PNR que estigmatice a los rockeros", respondió José Alejandro Rodríguez, periodista a cargo de la sección "Acuse de recibo", de Juventud Rebelde.
El comunicador alegó que los policías pueden ser portadores "de los mismos prejuicios que pueden tener la viejita de la esquina, un profesor o hasta un familiar" de quien se había quejado, ya que no siempre hay capacidad para "discernir las esencias de las apariencias".
"Lamentablemente siempre habrá delincuentes, lo mismo que pobres o prostitutas", escribió, a su vez, Orlando Márquez, director de la revista Palabra Nueva, del arzobispado de La Habana, quien llamó a actuar sobre las causas "que desatan el delito".
En su opinión, las "sanciones son necesarias y ayudan a detener el desorden o delito común de forma inmediata o permanente, por lo que se hace necesario actuar para contener el mal, pero no serán solución definitiva".
El auge delictivo llegó de la mano de la crisis económica, que pese a tímidos repuntes dista aún mucho de revertirse, y ha deteriorado el nivel de vida de la población cubana, de más de 11 millones de habitantes.
Sin embargo, los índices de delincuencia no alcanzaron el nivel de otros países de América Latina y el Caribe, que según un informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), constituye, después de Africa, la región más violenta del mundo.
El estudio, publicado en marzo en París y difundido en Cuba por el Servicio Ecuménico de Noticias, identificó a Brasil, Colombia, El Salvador, México, Perú y Venezuela como los seis países latinoamericanos con mayores niveles de violencia.
El promedio mundial de homicidios por año es 16,5 por cada 100.000 habitantes, y en América Latina y el Caribe hay 40 por cada 100.000 habitantes. (FIN/IPS/pg/mp/ip/99