La violencia en Brasil se manifiesta especialmente en la gran cantidad de asesinatos de jóvenes, que se triplicaron desde la década pasada, en contraste con el número relativamente bajo de suicidios.
El índice de homicidios de jóvenes de 15 a 24 años de Brasil, 48,6 por 100.000, es el tercero más alto del mundo, según estudio de la Organización de las Naciones Unidos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) basado en datos de 1996.
Sólo es superado por Colombia y Venezuela, con 147,3 y 66,1 muertos por 100.000, respectivamente.
Pero el índice de suicidios entre los jóvenes brasileños es bajo, según el representante de Unesco en el país, Jorge Werthein. Brasil ocupa el lugar 31, en una lista donde Cuba es el lugar cuatro, Estados Unidos el ocho, Venezuela el 20 y Argentina el 30.
La voluntad y el placer de vivir son una característica de los jóvenes en Brasil, pese al acoso de la violencia y pocas perspetivas de un futuro mejor para la amplia mayoría de pobres.
Esto destaca en una investigación realizada por el Centro Latinoamericano de Estudios de Violencia y Salud (Claves) junto con la Unesco y otras instituciones, en Río de Janeiro.
Entretenimiento y esparcimiento aparecieron como la más importante idea asociada a la juventud, para 914 jóvenes de 14 a 20 años invitados a opinar. Pero drogas, violencia y delincuencia están también en el centro de sus preocupaciones, principalmente entre los pobres.
Muchas veces deversión y violencia se confunden. En los bailes "funk", que reúnen hasta 2.000 personas, especialmente en los barrios pobres de Río, "la riña es ritual" entre bandas juveniles, según Cecilia Minayo, coordinadora del estudio.
En las capas más ricas, el fenómeno ocurre con una parte de los que practican artes marciales. Escuelas o grupos han protagonizado numerosas peleas y agresiones, especialmente en fiestas.
Conversaciones con amigos, escuchar música, mirar televisión, realizar paseos e ir a la playa son las actividades de esparcimiento comunes de más de 90 por ciento de los jóvenes, tanto ricos como pobres.
Las diferencias, en favor de las capas más favorecidas se revelan en actividades de mayor costo, como cine, deportes, Internet y cursos de idiomas.
La investigación mostró que el consumo de drogas ilícitas, muy asociadas a la violencia en la opinión pública, "no es un problema tan feo como lo pintan", destacó Minayo. Muy pocos las consumen regularmente y mucho menos en las capas más pobres.
La oferta es más amplia. Hay drogas en todas partes, sólo no fuma marihuana o no inhala cocaína el que no quiere, según el testimonio de estudiantes.
Estos datos y el esfuerzo por crear demanda, indicado por la infiltración del narcotráfico en escuelas y otros locales frecuentados por jóvenes, parece indicar que la batalla contra las drogas está siendo más efectiva en la contención del consumo que en la represión de la oferta.
La violencia, confundida con la delincuencia, es un fenómeno que invadió la vida cotidiana de los jóvenes. Las estadísticas, destacadas en otros estudios, explican la preocupación.
Las muertes provocadas por armas de fuego en el estado de Río de Janeiro pasaron de 58,6 por 100.000 adolescentes masculinos de 15 a 19 años en 1980 a 183,6 en 1995. Entre las mujeres, las muertes de esa forma se más que triplicaron también, pero con cifras muy inferiores, de 3,4 para 11,4 por 100.000.
Entre los jóvenes varones de 20 a 25 años la mortandad se elevó de 111,3 en 1980 para 275,8 por cien mil en 1995, cifras dignas de guerra civil, con importante repercusión demográfica, reduciendo la proporción de población juvenil y masculina entre los habitantes de la ciudad.
La violencia actual "atraviesa toda la sociedad, es de un nuevo tipo, difuso, que afecta el conjunto de las relaciones, la familia, la policía, todo", evaluó Jacobo Waiselfisz, coordinador de Desarrollo Social de la Unesco en Brasil.
Para los jóvenes de Río, la violencia parece "un hecho continuo, creciente e irreversible" ante la debilidad del poder público y la impotencia de la sociedad, según testimonios recogidos por Claves.
Las encuestas confirman el descrédito. Gobierno, policía y partidos políticos son las instituciones menos confiables, y la dictadura es el mejor régimen para 21 por ciento de los jóvenes pobres, contra 35,5 por ciento partidario de la democracia, en tanto entre los ricos es de 12 y 53 por ciento, respectivamente.
Ante un cuadro tan negativo, sorprende que los suicidios entre jóvenes de 15 a 24 años en Río de Janeiro se limiten a 1,8 por cada 100.000, uno de los índices más bajos del mundo.
En las capitales de estados del sur de Brasil, menos violentas, los suicidios aumentan a 15,4 por 100.000 en Porto Alegre y a 18,6 en Florianópolis, según los datos de la Unesco. (FIN/IPS/mo/ag/ip/99