El ballet sufrió un cambio radical en Brasil. Tradicional símbolo del "apartheid cultural" se convirtió en arma contra la desigualdad, al abrir horizontes para niñas y niños sumidos en la miseria.
El espectáculo Koi-Guera ("el que será muerto" en tupi- guaraní, principal lengua indígena de Brasil) confirma, por su emocionante calidad artística, el poder transformador del ballet y de las artes en general en las comunidades marginadas, como revelaron otros proyectos similares desarrollados en el país.
Koi-Guera es un clamor bailado contra la masacre de la población autóctona, el etnocidio sobre el cual se construyó la nación.
La emoción provocada por el espectáculo en varias ciudades brasileñas, Italia y Francia aumenta porque los protagonistas son bailarines infantiles y adolescentes de los barrios más pobres de la ciudad de Fortaleza, en el noreste del país.
Se trata de un producto de la Escuela de Danza e Integración Social para la Niñez y la Adolescencia (Edisca, en sus siglas portuguesas), fundada por la bailarina y coreógrafa Dora Andrade, quien hace siete años decidió cambiar radicalmente el público de sus clases de ballet.
Edisca se instaló, no por casualidad, cerca de "las tres comunidades más pobres y violentas de Fortaleza", comentó Gilano Andrade, hermano de la bailarina y director artístico del grupo.
Uno de esos barrios, Jangurussú, se formó al lado de un gran basurero donde los pobladores buscan desechos para comer o vender. Muchas alumnas de Edisca lo hicieron desde sus primeros años y tienen familias que siguen sobreviviendo así, un drama que es tema de otro impactante espectáculo de la escuela.
La vida cambió totalmente para las 258 alumnas y alumnos de seis a 21 años. Además de danza, reciben clases de inglés, higiene y sexualidad, tienen otras actividades culturales, una biblioteca de 2.000 libros y, lo más importante, alimentación.
La instalación de una cocina para ofrecerles comida era una necesidad, ante la desnutrición "que llegaba a provocar desmayos", indicó Gilano Andrade. Frecuentemente es la única alimentación del día para muchas niñas.
Más de 80 por ciento de las niñas llegaron con verminosis y piojos, otras muestran secuelas de violencia física y sexual. La asistencia médica, odontológica y psicológica a veces se extiende a la familia, beneficiando a cerca de 1.200 personas.
Pobreza, aptitud y buen desempeño en la escuela formal son exigencias para la aceptación y permanencia en Edisca. "El año pasado tuvimos cero de reprobación escolar", celebró Gilano.
Esa es una condición común a los proyectos que, como Edisca, hacen del arte un instrumento de rescate social de niños y adolescentes pobres, en riesgo de caer en la adicción a las drogas, la prostitución o la delincuencia.
El Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES), poderosa institución estatal de fomento, reconoció las acciones basadas en arte y cultura como las de mayor eficacia respecto de la juventud marginada.
Esto permite concluir el Programa de Apoyo a Niños y Jóvenes en Situación de Riesgo Social, que el BNDES impulsa desde hace dos años subvencionando proyectos de recuperación, promoción y socialización de esa población vulnerable.
El ballet se reveló, pese a su imagen elitista, como una actividad atractiva y exitosa en ese trabajo educativo, se comprobó en un encuentro que reunió varias experiencias de todo el país en abril en el BNDES, en Rio de Janeiro.
Además de Edisca se presentaron otros cinco proyectos en el que el ballet prepara futuros ciudadanos, más que bailarines profesionales, abriendo nuevas perspectivas para la niñez que carece de todo.
La Compañia do Luar actúa en la "Bajada Fluminense", donde están las más violentas ciudades cercanas a Río de Janeiro. Su alma es Rita Serpa, que formó más de 200 bailarines, muchos de los cuales ya enseñan, y creó con ellos espectáculos también llevados a otras ciudades y al exterior.
"Danzando para no danzar" es otro proyecto que enseña ballet clásico a unas cien niñas y niños de siete a 10 años de las "favelas" (barrios marginales) enclavadas en la Zona Sur de Río de Janeiro, donde se encuentran las playas y la población más rica.
Compañías internacionalmente conocidas de ballet profesional siguieron esos ejemplos. Este es el caso del grupo Corpo, que pasó a ofrecer cursos de danza y música, además de asistencia médica, a niñas y niños de los barrios pobres de Belo Horizonte, donde tiene su sede.
En Sao Paulo, el tradicional Ballet Stagium, pionero en la profesionalización de la danza en Brasil, pasó a utilizar su experiencia y prestigio para educar y redimir a la niñez desamparada. (FIN/IPS/mo/ag/dv/99