Las autoridades de seguridad pública en Sao Paulo revelaron que un promedio de 12 detenidos logró fugarse cada día de las cárceles de ese estado de Brasil entre enero y mayo.
Las estadísticas divulgadas por el periódico Folha de Sao Paulo indican que se trata del más alto promedio entre los estados brasileños. A nivel nacional, el promedio es de una fuga a cada 24 horas.
La divulgación del informe coincidió con fugas espetaculares de cárceles de seguridad máxima en los estados de Sao Paulo y Río Grande do Sul, que pusieron al descubierto la extrema vulnerabilidad de estas prisiones donde operan, según expertos, una verdadera "industria de fugas".
Solo en Sao Paulo, el más rico de los estados de Brasil, desde el inicio del año volvieron a la calle 1.832 detenidos, que protagonizaron 243 fugas y 41 rebeliones carcelarias.
El número de fugas es mayor mientras el delincuente está detenido en dependencias policíacas, a espera de juicio. Según las autoridades de seguridad pública de Sao Paulo, diariamente son detenidas 300 personas en el estado. Un promedio de 12 se fugan cada 24 horas.
Más que el numero de prófugos, lo que impresiona es el hecho de que la casi totalidad de los que logran escapar son criminales de alta peligrosidad, que normalmente cuentan con ayuda dentro y fuera de la cárcel.
En los últimos dos casos, en Río Grande do Sul y Sao Paulo, los casi 350 prófugos recibieron armas y ubicaron la salida de la cárcel con facilidad. Eso puso al desnudo la complicidad de funcionarios carcelarios y la existencia de una generalizada corrupción entre los encargados de penales.
El sistema carcelario brasileño es cada vez más impotente para resistir al poder corruptor del crimen organizado y de las narcomafias.
En el caso de Río Grande do Sul, el más peligroso delincuente del sur de Brasil se fugó en circunstancias que incriminaron directamente a altas instancias del sistema carcelario del estado.
El último censo penitenciario, realizado en 1996, indicó la existencia de 148.000 presos en Brasil, la mitad en el estado de Sao Paulo. El total actual podría ser de 190.000, ya que las autoridades carcelarias estiman que la población encarcelada crece cada año cinco por ciento en los 26 estados brasileños.
Cerca de 35 por ciento de los presos brasileños son considerados de alta peligrosidad y deberían estar encerrados en cárceles de seguridad máxima. Pero el número de establecimientos penales de ese tipo en Brasil solo tiene capacidad para albergar a unos 6.000.
Como la población de presos crece dos veces más rapido que la población del país, las autoridades enfrentan un dilema terrible. Solo el estado de Sao Paulo, el más violento del país, necesita construir 130 nuevas prisiones para poder acomodar los presos que hoy viven en condiciones infrahumanas en las cárceles existentes.
Como una nueva cárcel cuesta unos ocho millones de dólares, el gobierno del estado necesitaría un total de más de 1.000 millones.
Es un valor imposible de recaudar porque, pese a que Sao Paulo es el más industrializado de los estados brasileños, el presupuesto local ni siquiera logra pagar los sueldos de médicos y maestros.
La sobrepoblación de las cárceles brasileñas llegó a un punto dramático. Para cada cupo disponible, existen dos detenidos en un promedio nacional. Pero en las cárceles de grandes ciudades como Rio de Janeiro y Sao Paulo hay casos en que el total de presos es cuatro veces mayor que lo mínimamente tolerable.
Por eso, las prisiones brasileñas ya son consideradas verdaderos "cementerios de vivos", lo que explica el atemorizante aumento de fugas y rebeliones. (FIN/IPS/cc/mj/hd/99