Nueva Zelanda considera permitir la inyección de hormonas de crecimiento en las vacas lecheras, pero activistas de Asia advirtieron que sería un peligro para la salud animal y humana.
Los activistas anunciaron que boicotearán los productos lácteos de Nueva Zelanda si ese país aprueba el uso de la Hormona de Crecimiento Bovino (rBGH), conocida también como somatotropina bovina, para la cría de vacas lecheras.
La rBGH extiende varias semanas el período de producción de leche y aumenta el volumen de producción. Pero la hormona causa problemas de salud a las vacas, y los seres humanos que consumen alimentos derivados de su leche corren el riesgo de contraer enfermedades graves, incluso cáncer, advirtieron los activistas.
La Oficina de Remedios para Animales, organismo neocelandés que incluye a funcionarios, productores de medicamentos para animales, veterinarios y criadores de ganado, tomará una decisión final sobre el uso de la rBGH a fines de este año.
La decisión inquieta a los activistas de Asia, dónde los productos lácteos de Nueva Zelanda son muy populares debido a su imagen de "puros y ecológicos", que adquirió mucho peso después del desastre de Chernobyl en la década del 80.
Las exportaciones a Asia sudoriental ascendieron a 689 millones de dólares y los envíos hechos al norte de Asia llegaron a los 333 millones para el período 1996-97. América Latina y Europa también son grandes compradores de productos lácteos neocelandeses, después de Asia.
El gobierno también presiona a la Oficina, instándola a examinar todas las posibles consecuencias comerciales antes de tomar una decisión.
"El gobierno deberá tener en cuenta las inquietudes de los asiáticos sobre la rBGH, ya que existe el peligro de perder parte de ese mercado", observó Meriel Watts, vicepresidenta de la Asociación de Suelo y Salud de Nueva Zelanda, una organización de protección al consumidor y defensa del ambiente.
"Por otro lado, también es posible que (Estados Unidos) imponga sanciones comerciales si Nueva Zelanda no aplica la hormona", explicó.
Sin embargo, los activistas sostienen que el problema supera las cuestiones comerciales. "Este no es un asunto comercial sino un problema de seguridad alimentaria y de salud pública", insiste Jennifer Mourin, de la red de Acción contra los Pesticidas, cuya sede para Asia-Pacífico está en Nueva Zelanda.
"La gente tiene derecho a saber si sus alimentos contienen sustancias que podrían ser dañinas para su salud, y tienen derecho a no comprar productos manipulados genéticamente", afirmó.
Hasta ahora, Estados Unidos es el único país industrializado que aprobó el uso de rBGH, un producto de la multinacional estadounidense Monsanto. El gobierno de Canadá revisó durante un largo tiempo el informe sobre la hormona y acaba de prohibir su uso por los problemas de salud que causa a los animales.
La Unión Europea impuso una moratoria sobre el uso de la rBGH hasta fines de 1999, y considera ahora la posibilidad de extenderla.
Los veterinarios de Alemania se negaron a administrar rBGH a las vacas porque sostienen que sería una violación a su propio código de ética profesional, que prohíbe causar daños a los animales en forma intencional.
Los estudios realizados mostraron que las vacas a las cuales se inyectó rBGH tuvieron mas infecciones de ubres (mastitis) que las demás, y también sufrieron graves problemas de reproducción, trastornos digestivos, daños en las patas, dolores persistentes, además de que su esperanza de vida es bastante más corta.
"Luego de cuatro a cinco años de producir leche extra, terminan como hamburguesas", indicó el doctor K. Balasubramaniam, asesor farmacéutico de la oficina Internacional del Consumidor de Asia-Pacífico, en Penang.
Los expertos temen que la leche quede contaminada por los fuertes antibióticos y otros medicamentos que se utilizan para curar las enfermedades que padecen las vacas inyectadas con rBGH.
Además, se descubrió que la leche de las vacas inyectadas con rBGH tiene entre dos y 10 veces más IGF-1, una poderosa hormona de crecimiento, similar a la insulina, que producen naturalmente los mamíferos, incluso los seres humanos.
La mayor cantidad de IGF-1 se relacionó con el aumento de los cánceres de glándulas mamarias, cólon y próstata.
Los investigadores de la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (USFDA) informaron que la pasteurización no destruye el IGF-1, sino que, en la leche de vacas que recibieron rBGH, contribuye a aumentar la concentración de la hormona.
Los críticos sostienen que esto hace posible que el IGF-1 se aloje en el intestino humano dónde podría causar un cáncer de cólon o atravesar la pared intestinal e incrementar la cantidad de la hormona en la sangre, lo cual incrementa el riesgo de cáncer mamario o de próstata.
La USFDA admitió también que la administración de rBGH a las vacas podría aumentar la cantidad de pus y bacterias que tiene la leche.
"Los problemas que puede causar la leche que dan las vacas tratadas con la hormona son demasiado graves como para permitir su venta", sostienen la bióloga molecular Angela Ryan y la biofísica especialista en genética Mae-Wan Ho, ambas de la Universidad Abierta de Milton Keynes, en Inglaterra.
Las científicas enviaron una carta al ministro de Alimentos, Fibras y Bioseguridad de Nueva Zelanda, John Luxton.
La aprobación de la rBGH en Estados Unidos también causó controversias.
Algunos científicos estadounidenses señalan que varios funcionarios de la USFDA, de quienes dependía la aprobación del uso de la hormona de crecimiento y la etiqueta de advertencia sobre los envases de leche, trabajaron antes con Monsanto, que invirtió miles de millones de dólares en desarrollar esa hormona.
El doctor Samuel S. Epstein, de la Universidad de Illinois, dijo en 1996 que los estadounidenses estaban siendo sometidos a un "experimento".
"Lo molesto de este experimento es que beneficia sólo a un pequeño sector de la industria agroquímica, pero no resulta beneficioso para los consumidores. Más molesto aún es que, en realidad, (el experimento) pone en riesgo la salud de toda la población de este país", advirtió.
Los activistas por alimentos sanos en Asia aseguran que la opinión pública de Nueva Zelanda no está informada sobre la discusión. "Si los consumidores lo supieran, exigirían que se prohíba (la rBGH)", aseguró Watts. (FIN/IPS/tra-en/an/cb/js/ceb/aq/he-en/99