Defensores de los derechos de los animales se enfurecieron al saber que el gobierno de Canadá otorgó fondos y asesoramiento estratégico a activistas internacionales que procuran levantar la prohibición del comercio de carne de ballena y sus derivados.
Documentos gubernamentales recién publicados revelaron que un asesor del Ministerio de Pesca, Brian Roberts, asistió en marzo a la asamblea general del Consejo Mundial de Balleneros, celebrada en Reykjavic, Islandia.
El funcionario, especializado en cuestiones aborígenes, explicó en su ponencia estrategias que los balleneros comerciales podrían utilizar, en base a la experiencia de Canadá en acalorados debates sobre la caza de focas y otros animales en los años 80.
"La primera medida fue neutralizar la campaña de los protectores de los animales", explicó Roberts a los empresarios balleneros.
"Para tal fin, fue necesario montar una contra-campaña con el mismo poder emocional, basada en la necesidad de supervivencia de las comunidades nativas, que dependían de la explotación de animales con pieles de abrigo", agregó.
También dijo a la audiencia internacional que su lección podría ser útil "en sus propios esfuerzos para tratar con un público emocional y poco informado y con políticos que buscan la aprobación de su electorado".
El gobierno apoya a los grupos partidarios de la caza de ballenas debido a la abundancia de comunidades indígenas dentro de Canadá, pero sin ningún debate parlamentario.
Canadá se unió e Japón, Islandia y Groenlandia en el financiamiento y apoyo técnico al Consejo Mundial de Balleneros.
El Consejo fue establecido hace dos años con fondos de Japón para contrarrestar la campaña de la Comisión Internacional sobre Caza de Ballenas, creada por un tratado en 1946 para regular la explotación de los animales marinos.
La revelación sobre el papel de Canadá en el "lobby" ballenero causó indignación en los grupos defensores de los animales.
La asamblea reunió "a las personas que destruyeron las existencias de ballenas del mundo en la primera parte de este siglo, y desean seguir haciéndolo", dijo Rick Smith, director canadiense del Fondo Internacional para el Bienestar Animal.
"El asesor del ministro fue a brindar consejo a esas personas con un cheque de los contribuyentes de Canadá", agregó.
Oficialmente, Ottawa se opone a la caza comercial de ballenas, pero reconoce el derecho de los indígenas a capturarlas como medio de subsistencia.
Sin embargo, la caza indígena podría reabrir la explotación comercial y la amenaza a la especie, argumentan grupos ecologistas.
Las comunidades inuit del norte siempre cazaron algunas ballenas, pero la preocupación sólo aumentó ahora que algunos grupos nativos de la costa oeste comenzaron a hacerlo.
La captura de una ballena gris el mes pasado por la tribu makah, en el estado estadounidense de Washington, desató la última controversia.
La comunidad tiene permitido cazar una cantidad muy limitada de ballenas como forma de mantener viva su tradición, pero la captura fue realizada por nativos provistos de teléfono celular y una escopeta calibre 50.
Mientras los indígenas acechaban al animal, un buque guardacostas los protegía de ambientalistas que, en el pasado, utilizaron un submarino pintado como ballena asesina para arruinar la caza.
Los makah sostienen que se trata de una tradición que les provee una conexión visceral con sus ancestros, pero grupos ecologistas y defensores de los animales rechazaron el argumento.
"La crueldad contra los animales no es un derecho cultural de nadie. La mayoría de los canadienses y millones de personas en todo el mundo condenan la caza de ballenas como una práctica brutal y bárbara", declaró Michael O'Sullivan, director ejecutivo de la Sociedad Humana de Canadá. (FIN/IPS/tra-en/mb/mk/mlm/en/99