Los llamados "bosques de espíritus" ubicados en tierras habitadas por indígenas de Camboya corren peligro de ser talados, pues carecen de la protección legal que sí ampara, por ejemplo, a los arrozales.
Los nativos kreung creen que en esos bosques habitan espíritus guardianes, a los cuales hay que rendir homenaje antes de cortar un árbol, y que si ellos no protejen los bosques, los espíritus se vengarán.
En 1998, el gobierno otorgó a Hero, una compañía de forestación de Taiwan, una concesión para talar árboles que incluía el bosque de O'Remakhal, un sitio sagrado para los kreung, en la provincia nororiental de Ratanakiri, que limita con Vietnam y Laos.
En marzo llegaron las excavadoras de Hero, para despejar un camino e iniciar las operaciones de tala, pero los residentes de la localidad de Svay se opusieron y secuestraron un camión de la empresa durante tres días. Esa fue el inicio de la batalla entre la comunidad de Phuy Kreung y la firma.
Luego de tres días de negociaciones, el vehículo fue devuelto. Los pobladores recibieron 220 dólares, pero no lograron garantías de que no se talarán los árboles.
Los indígenas cuentan que se vieron estimulados a reaccionar cuando escucharon un mensaje radial en el que el primer ministro Hun Sen llamó a detener las talas ilegales.
La tala de árboles legal e ilegal, la migración y las fuerzas del mercado están destruyendo las tradiciones de los kreung. El parlamento está redactando nuevas leyes que pueden llegar tarde en el caso de Phuy Kreung, pero podrían servir para proteger las tradiciones y el estilo de vida de los nativos.
"Estoy muy preocupado porque, poco a poco, esta tierra está desapareciendo. Los kreung no tendrán hogar en el futuro, y deberán trabajar para otros o mendigar en los pueblos", pronosticó Say Luen, director de la organización defensora de los derechos humanos Adhoc, e integrante de la tribu Pheung.
Cerca de 75.000 indígenas viven en la región nororiental, y los bosques de madera dura son esenciales para su vida, ya que en ellos pescan, cazan, y obtienen resina, leña para calentarse y bambú.
La mayoría de las tribus cultivan un terreno durante tres años, y luego lo dejan descansar entre cinco y 12 años, para que la tierra se regenere.
Tras el primer enfrentamiento con Hero, los kreung tomaron contacto con integrantes del proyecto Productos Forestales No derivados de la Madera, de una organización no gubernamental local, que colaboró con ellos en la elaboración de un programa de gestión forestal comunitaria.
Pero las autoridades dijeron que las tierras ya habían sido concedidas a Hero para que las explotara.
Dos meses más tarde, los funcionarios de Hero se presentaron acompañados por la policía y representantes del Departamento de Forestación, y presionaron a los cuatro jefes del poblado a fin de que firmaran una autorización para permitir la tala de árboles.
Phan Phirin, jefe de la secretaría provincial de Ratanakkiri, encabezará un comité de investigación sobre las demandas de los nativos, a pedido del gobernador, y aseguró que ese comité terminará de redactar su informe en el correr de este mes.
Los indígenas tienen otros enemigos, que también quieren echarlos de sus tierras. Se trata de personas de otras partes de Camboya donde hay escasez de tierra, que compran terrenos baratos para plantar palmeras y café, o instalar granjas frutícolas.
"La inmigración es enorme desde comienzos de los años 90, y se nota en la cantidad de gente que vive cerca de las rutas. Hace cuatro años, las montañas estaban forestadas, y ahora un tercio de elas está desforestado", señaló Tonie Nooyens, asesor del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en Ratanakkiri.
La tribu tampuon, que vive pocos kilómetros al oeste de Ban Lung, siente la presión de la expansión urbana. Los tampuones llevan sus productos todos los días al mercado del pueblo y cada vez reciben más influencias del mundo exterior.
Pero lo más alarmante es que están perdiendo sus tierras. Los pobladores se van para dejar descansar las tierras, y cuando vuelven encuentran que fueron vendidas a otras personas, declaró Jeremy Ironside, un administrador de recursos naturales que trabaja con los pobladores desde 1996.
Los títulos de posesión de tierras casi no existen, así que cualquiera que viva durante más de cinco años en un terreno puede reclamar su título de propiedad.
A veces la gente es intimidada para que venda sus tierras. En otros casos los nativos lo hacen porque quieren comprarse bicicletas o motocicletas, y no se dan cuenta de que luego no podrán recuperar lo que vendieron, señaló Ironside.
Ironside y el PNUD intentan desarrollar un plan de administración de recursos naturales junto con los pobladores.
El primer intento de administración comunal se hizo en la región del lago volcánico Yeak Laom, que el gobierno declaró patrimonio nacional en 1995 para protegerlo de las empresas de forestación.
Las autoridades analizan ahora un nuevo proyecto de ley sobre tierras para sustituir a la de 1992, que resultó ineficaz según los críticos.
Los activistas sostienen que el nuevo proyecto discrimina a los pueblos indígenas, a los cuales el gobierno debería garantizar la posesión de tierras.
Adhoc y otras ONG realizan consultas a la comunidad de Ratanakkiri para decidir cuál es la mejor manera de proteger sus tierras.
Un consultor de forestación comunal sostuvo que las nuevas leyes obligarán a las empresas forestales a consultar a los pobladores antes de iniciar la tala, para evitar que se repitan conflictos como el de Phuy Kreung y Hero. Pero algunos dudan de que la legislación pueda detener el proceso iniciado. (FIN/IPS/tra- en/db/ral/ceb/mp/dv hd/99