(Arte y Cultura) TEATRO-ISRAEL: Odio étnico invade "El Jardín de Habustan"

La compañía israelí de teatro Besht Tellers se presentó en Londres y exploró con la obra "El Jardín de Habustan" los numerosos problemas de la sociedad de la que procede.

El espectáculo presenta a un país tan perseguido por su pasado que es incapaz de crear ningún tipo de futuro.

"El Jardín de Habustan" comienza con una parábola. Dos hermanos se disputan la propiedad de una granja. Uno se quedó y trabaja la tierra mientras el otro viajó por el mundo y volvió sólo para reclamar su herencia.

Un juez es llamado para dirimir el pleito y dice a los hermanos "pregúntenle a la tierra". Lo hacen y la tierra responde "no pertenezco a ustedes, ustedes pertenecen a la tierra". Una respuesta que, en el resto de la pieza, judíos y árabes de Israel no son capaces de aceptar.

"El Consejo Artístico me encargó en un principio escribir una pieza para conmemorar el 50 aniversario de Israel. Recorrí el país y hablé con mucha gente de ambas comunidades y encontré que lo que pretendía escribir era imposible", explicó Rebecca Wolman, directora artística de la compañía y autora de la obra.

"Sin embargo, tuve que escribir lo que vi, que fue un país donde la gente parece no tener ganas o ser incapaz de comprender el dolor de cada uno", agregó.

Dolor es quizás la emoción dominante en el espectáculo, que trata de la vida de un joven israelí en la noche anterior a su incorporación al ejército.

Mientras el recluta espera ansiosamente el amanecer, se le aparecen mágicamente personajes tanto de su pasado como de su presente. Entre ellos figura el anterior dueño palestino de la granja de su familia, con el cual entabla un diálogo.

La obra está centrada en su conflicto a lo largo de esa noche especial. Cada uno expone sus quejas y, al final, dejan a la audiencia suspendida entre los dos y agotada por tanta amargura.

En torno de esos dos personajes enfrentados otros cobran vida. Un abuelo judío enterrado en el jardín que se queja porque incluso muerto su sueño es interrumpido por el sonido constante del cañoneo, y una abuela judía que escapó de la Unión Soviética.

En la obra, el sufrimiento de los judíos se contrapone a los relatos palestinos del exilio. Una joven árabe, de la cual el protagonista se enamora, le habla de las familias palestinas obligadas a dejar sus hogares.

Un viejo palestino narra cómo abandonó su casa tras la partición de su país pensando que solo sería por poco tiempo. Después se da cuenta que una vez que se marchó ya no puede regresar.

Un niño de nueve años arroja piedras a las fuerzas de seguridad israelíes y estas lo matan, y quizás el personaje más conmovedor de la obra sea el padre del niño asesinado, que carga con los restos del hijo sobre la espalda con la esperanza de enterrarlo en el jardín.

A medida que se suceden los relatos, cada uno más terrible que el anterior, lo que emerge es un país en guerra consigo mismo, tan saturado en sangre que deja pocas esperanzas de reconciliación.

"Cuando estuve allí, si le hubiera preguntado a la gente sobre el proceso de paz, se habrían reído y preguntado: '¿Qué paz? ¿Mire a su alrededor, usted ve paz aquí?' ", relató Wolman.

"Pero esa situación también afecta a la economía, con muchas compañías poco dispuestas a invertir en la región mientras no haya una solución duradera a los problemas de Israel", dijo.

"Todo esto tiene un impacto en los territorios ocupados (por Israel), con el empleo que desaparece rápidamente. Muchos se vuelcan allí a las organizaciones extremistas… La cosa más triste en la situación actual es que hay gente en las dos comunidades que quiere la paz. Lo que pasa es que sus voces no son escuchadas por sus dirigentes", explicó.

Y sin embargo, a pesar de la aparente parálisis política, hay signos de esperanza con iniciativas como la "aldea de la paz" donde familias judías y palestinas viven unas junto a otras con sus hijos que incluso son educados en los dos idiomas.

"No es fácil para esas familias, pero creo que muestran el camino a seguir, prueban que es posible", añadió Wolman.

"El Jardín de Habustan" también trata de encontrar un rayo de esperanza en lo que parece una situación desesperada. El propietario original descubre que la chica judía que amó y dejó después de la partición es la propia abuela del muchacho.

Si bien ella se casó después con un colono judío y tuvo hijos, hasta el día de su muerte nunca perdió la esperanza de que algún día retornaría, sobre todo tras oír a los hombre prometer que encontrarán el camino para resolver sus diferencias y vivir en paz y armonía.

Pero justo cuando pactan una tregua personal una bomba explota a la distancia. Un final apropiado para una pieza brillante pero amarga. (FIN/IPS/tra-en/ba/ak/ego/aq/cr/99)

Archivado en:

Compartir

Facebook
Twitter
LinkedIn

Este informe incluye imágenes de calidad que pueden ser bajadas e impresas. Copyright IPS, estas imágenes sólo pueden ser impresas junto con este informe