"La Nana y el Iceberg" no es una obra de tesis sino una farsa, dice su autor, el escritor chileno Ariel Dorfman, quien desde su exilio voluntario en Estados Unidos satiriza a un Chile "lleno de ilusiones y mentiras".
La última novela de Dorfman, escrita en inglés, fue lanzada en marzo en Gran Bretaña y a comienzos de junio publicada en Estados Unidos. Los españoles y latinoamericanos podrán leerla en septiembre, una vez traducida.
La presentación de la obra en Londres por parte de Dorfman coincidió con el histórico fallo de la Cámara de los Lores de Gran Bretaña, que declaró al ex dictador chileno Augusto Pinochet imputable por delitos contemplados en la Convención Internacional contra la Tortura.
El autor aplaudió sin reservas el dictamen, ratificando así su condición de eterno oponente al régimen dictatorial, reflejada no sólo en su obra literaria sino en el papel de activista del exilio que cumplió como intelectual desde 1973 a 1990.
A mediados de la década de los años 70 publicó "Viudas", una novela sobre torturas y desapariciones que ambientó en un país ficticio y firmó con seudónimo, para intentar así que pudiera circular en Chile.
Restablecida la democracia, decidió retornar a Santiago donde estrenó en 1992 "La Muerte y la Doncella", una pieza teatral ya antológica sobre la justicia y el perdón a partir del encuentro de una ex presa política con su antiguo torturador, pero que convocó poco público.
"La Muerte y la Doncella" tuvo en cambio una gran acogida en los escenarios de Estados Unidos y Europa y además fue llevada al cine por Roman Polansky para ser postulada incluso a los premios Oscar de Hollywood.
El escaso éxito de público de la obra en Santiago decepcionó al escritor y dramaturgo, quien decidió regresar a su antiguo exilio estadounidense, llevándose una visión crítica sobre la consensuada transición chilena.
No obstante, Dorfman es un asiduo visitante de Chile y animador de debates y ferias literarias en que se han presentado sus libros posteriores: "Konfidenz" (1994), "Máscara" (1995) y "Rumbo al Sur, Deseando el Norte" en 1998.
Durante su decepcionante retorno de 1991, el escritor fue testigo del despliegue oficial para la participación de Chile en la Expo-Sevilla de 1992, donde el pabellón de este país tuvo como gran atractivo un gigantesco iceberg llevado desde la Antártida.
De ahí uno de los componentes del título de su última novela. El otro, la nana, alude a la denominación criolla de las empleadas domésticas, y en este caso a una octogenaria ama de casa, el único personaje "normal" de esta farsa.
"Me divertí mucho escribiendo esta novela, que no es una obra de tesis sino una farsa. En Latinoamérica todos usamos la poesía y el lenguaje procaz simultáneamente", dijo el autor desde su hogar en Carolina del Norte al diario La Tercera.
En las 358 páginas de la novela se alternan, efectivamente, la prosa poética con crudas y descarnadas descripciones "de la mejor estirpe latina", lo cual refleja "la dualidad cultural de Dorfman", según la crítica de The New York Times.
"Desde que supe lo del iceberg supe que había una novela detrás", señaló el escritor, quien construyó a partir de ahí una historia de espionaje, ambiciones y pesadillas con ironía, y a la vez una visión satírica de la transición chilena.
"La novela conlleva una crítica, porque va revelando las ilusiones de modernidad y democracia. Pero es una mirada más burlona que amarga", explicó Dorfman a La Tercera.
En el relato no escasean las metáforas que rescatan símbolos de la transición, tal como el vínculo que se establece entre el iceberg chileno y Sevilla, como cuna del Don Juan Tenorio, el prototipo del galán impotente sexual.
Mientras espera el lanzamiento de su novela para los países de habla hispana, el escritor trabaja en la preparación de una carta para el ciudadano número 6.000 millones del mundo, que debe nacer en los albores del nuevo milenio.
La tarea le fue encomendada por la Organización de las Naciones Unidas, que comprometió en esta empresa a otros 20 escritores de renombre, como el indio-británico Salman Rushdie, el peruano- español Mario Vargas Llosa y el mexicano Carlos Fuentes. (FIN/IPS/ggr/ae/dm/cr/99