(Arte y cultura) HUNGRIA: Cineastas con sueños ambiciosos pero medios limitados

Los jóvenes cineastas húngaros, hartos de ser ignorados, decidieron hacerse oír. Ese fue el propósito del festival "Declamar hasta que el filme grite", realizado aquí este mes.

Las realizaciones de jóvenes directores fueron exhibidas al público durante dos días. Los cineastas provienen de talleres de trabajo como el Balazs Bela Studio, famoso por su apoyo a los documentales, el Taller del Danubio y la Asociación Húngara de Películas y Videos Independientes.

Las proyecciones estuvieron acompañadas de intensos debates que a veces desmenuzaron las películas y otras terminaron en debates sobre el estado de la sociedad húngara, nueve años después de la caída del comunismo.

Los participantes se mostraron deseosos de comprobar si tenían algo en común, si la palabra generación era correcta y, a menudo, se preguntaron a sí mismos en qué medida sus películas reflejan la actual atomización del país y el malhumor imperante.

"Hasta ahora no he visto una obra que realmente tenga algo que decir acerca del estado de la joven generación, la Hungría de los 90", observó el cineasta Sandor Simo, director del Hunnia Studio.

Quizás no vio todas las películas. El actual estilo de vida puede ser mostrado no solamente con una narración perfecta sino proyectando pedazos como un mosaico.

En "Vueltas y vueltas", por ejemplo, Gyorgy Palfi muestra episodios de la vida de una pareja joven con su hijo de seis años. La lenta y prolija secuencia en que la mujer se maquilla lleva a un espectador a un mundo privado de sensaciones y lujuria.

La familia va de compras al nuevo templo de moda en Budapest, un enorme supermercado. En una exasperada secuencia, el espectador es obligado a seguir la lenta y silenciosa caminata de la familia a través del supermercado con el niño sentado en el carrito de las compras.

El chico triste juega el papel de testigo del absurdo, seguido por un almuerzo en el restaurante de comida rápida McDonald's. El infinito aburrimiento y melancolía es roto de repente por una leve muestra de ternura, cuando la mano de la madre lleva papas fritas a la boca del niño.

Después, sobre una colina desprovista de nieve, la madre trata de enseñar al hijo cómo esquiar, mientras el padre observa atentamente a un pájaro que trina en la copa de un árbol, y luego bosteza interminablemente.

Al anochecer, ella lee una revista en la cama cuando el marido sale del baño cubierto solo por una pequeña toalla y se arroja encima de su mujer. Comienza una lucha pero no es una violación. El solo pretende quitarle el maquillaje de la cara.

Ella trata de mantenerse esa "máscara" pero él triunfa, encantado, y despues se produce el contacto sexual. Sin embargo, a la mañana siguiente, todo comienza de nuevo con el ritual del maquillaje.

"La vida de estas películas termina probablemente al ser realizadas. No tienen posibilidades de ser mostradas en festivales. Los jóvenes realizadores tienen solo una opción, ser arrivistas o libres. Pero, ¿en qué medida se puede ser libre sin un centavo?", sentenció el crítico de cine Gyorgy Baron.

Los medios para formar una opinión fuera de la corriente principal y usar nuevos efectos cinematográficos son muy limitados en Hungría. Los que acaban de comenzar tropiezan con grandes dificultades para obtener financiación e incluso, si lo logran, corren el riesgo de ser rechazados.

Ganarse el sustento haciendo películas es imposible para la mayoría, a menos que consigan trabajo en la televisión. Pero eso significa que deben olvidar sus sueños, porque ese medio no es un lugar para hacer experimentos.

Otra preocupación de los jóvenes cineastas es el hecho que incluso la élite intelectual del país parece ignorar su trabajo.

Hasta fines de los años 80, los húngaros con educación académica solían formar parte del público que iba al cine y eran receptivos acerca de las películas nacionales. En la actualidad, no ven obras de realizadores desconocidos y existe indiferencia hacia los jóvenes directores, "y esto, duele", dijeron.

"Las películas de hoy están marcadas por el hecho de que la política ya no es más el tema dominante. En el pasado, era suficiente insinuar temas delicados, como la policía secreta o la corrupción, para asegurarse el éxito, sin tener el cuenta el mérito artístico", señaló el crítico Vince Zalan.

"Ahora parece que el pensamiento independiente tiene más importancia porque se tocan problemas existenciales. El lenguaje de los filmes está cambiando, hay menos reglas, menos diálogos estereotipados", añadió Zalan.

A menudo, los jóvenes realizadores apelan a la abstracción, a las situaciones absurdas.

"Cuando hablo con ellos siento claramente que son muy temperamentales, pero cuando se trata de sus películas son bien educados, carecen de radicalismo. El drama en ellos es sofocado, las emociones son suavizadas", dijo el productor y director Ferenc Grunwalsky.

En "El Padre de Julia Sara Vence", basado en la novela de Mihaly Kornis, el absurdo es omnipresente. El filme está equilibrado sobre el filo del ser y el no ser, de la realidad y las visiones, del pasado, el presente y la existencia imaginaria más allá de la muerte del protagonista.

Estamos al final de los años 50. El señor T, que no es miembro del entonces gobernante Partido Comunista, se entera de que enseres domésticos de la República Democrática Alemana están siendo vendidos en Corbin, la tienda principal de Budapest.

Como los trabajos de renovación están en marcha, no hay escaleras. La gente debe trepar por improvisadas escalas para llegar al piso donde se realiza la venta.

Todos se desesperan por llegar al primer piso. Usando sus codos y su paraguas, el señor T se abre paso entre la multitud. Desgraciadamente, la vendedora que conoce no está allí, de manera que no tiene posibilidades de conseguir la batidora que soñaba.

La excitación resulta excesiva para su corazón y muere en el camino de regreso a su oficina. Incluso tiene que pelear contra la burocracia y su familia para poder ser enterrado.

"Hay una asombrosa diversidad de estilos que experimentamos por última vez a fines de los años 70. De todas maneras, todavía no sabemos si el intento de los jóvenes realizadores nos llevará a una renovación del cine húngaro", apuntó Gabor Kovesdi, erudito de cine, en una de las discusiones.

Disenso oculto en grandes cantidades de simbolismo parece ser ahora, como en el pasado, la única vía auténtica de libertad de expresión. Pero ahora, cuando el mercado global ha reemplazado a la burocracia comunista, la piedad por los muertos vivos parece estar aún más distante. (FIN/IPS/tra-en/kk/ak/ego/mj/cr/99

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