A la sombra del creciente desempleo en América Latina, un nuevo fenómeno económico-social se desarrolla aceleradamente en la región: la microempresa, una opción de trabajo para los más pobres.
Según la Organización Internacional del Trabajo, el promedio de desocupación en América Latina creció de 7,2 a 8,4 por ciento entre 1997 y 1998, y para este año se prevé una nueva suba a 9,5 por ciento.
La misma organización señaló que el empleo en condiciones precarias varía entre desde un mínimo de 35 por ciento hasta un máximo de 74 por ciento en los países de la región, contribuyendo a crear condiciones para el aumento de la pobreza.
En muchos de estos países, la respuesta a la falta de oportunidades es la microempresa, o sea el desarrollo de pequeñas firmas independientes por parte de comerciantes, vendedores ambulantes, talleristas, cocineros, costureras y otros trabajadores.
El Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que destina 100 millones de dólares anuales a financiar esas actividades, convocó este mes en Buenos Aires a un "Foro Interamericano de la Microempresa".
La respuesta fue contundente. Más de 600 personas, incluyendo a pequeños empresarios, microfinancistas y dirigentes de organizaciones no gubernamentales, colmaron la sede del encuentro, y muchas otras no pudieron ingresar.
"En los últimos cinco años la microempresa creció tan rápido que los gobiernos deberían incluirla como parte sustancial de sus estrategias de desarrollo", sostuvo Donald Terry, gerente de un fondo para microempresarios del BID al inaugurar la asamblea.
Terry señaló que Bolivia es el país de la región que mejor se ocupa de esta área, pese a ser uno de los más pobres (o quizá por eso), ya que allí existen varias instituciones financieras privadas que atienden a las microempresas, y obtienen importantes ganancias.
"Bolivia está haciendo una tarea magnífica, no sólo por el desarrollo de este sector sino por el apoyo que le da el gobierno a la banca privada (que financia a las microempresas), otorgándole los incentivos que requiere para arriesgarse a prestar a un sector insolvente", indicó.
Judith Martínez, de la organización colombiana Corfi Mujer, viajó a Buenos Aires con ayuda de la estadounidense Coalición Internacional para las Mujeres y el Crédito, para participar en el Foro del BID y mostrar su trabajo como empresaria e impulsora del sector.
Martínez relató a IPS que en 1990, cuando tenía 22 años de edad y no conseguía trabajo, comenzó a coser prendas para niños, bordadas a mano. Luego se dedicó a confeccionar ropa interior de mujer, y después de hombre, siempre con su sello personal: prendas pintadas o bordadas.
"Ahora tengo tres empleadas directas y dos indirectas, a las que le llevo prendas para bordar en su casa". Con los créditos que obtuvo pudo comprar máquinas y participar de ferias, aunque el taller todavía funciona en su vivienda.
"El paso siguiente es conseguir un local", dijo con entusiasmo.
Junto a otras 350 empresarias de Colombia, Nicaragua y República Dominicana, y a representantes de 17 instituciones microfinancieras, Martínez participó a principios de este mes de un encuentro en República Dominicana, para presentar un trabajo que llevó 18 meses de elaboración.
Se trata de la "Plataforma de acción para la mujer microempresaria", un documento en el que se propusieron proyectos de ley, servicios financieros, servicios sociales y estrategias de desarrollo empresarial.
Otra de las instituciones presentes en el Foro del BID fue Prisma, de Perú, una organización no gubernamental que obtiene fondos para apoyar a microempresas de agricultores.
Prisma promueve la formación de grupos solidarios, integrados por pequeños nucleamientos de personas, que a su vez se asocian para crear bancos comunales con un presidente y un tesorero, se capacitan y se hacen responsables de los préstamos que reciben a bajas tasas de interés, sin los requisitos de la banca formal. (FIN/IPS/mv/mp/dv if/99)