La diferencia fundamental de esta guerra de fin de siglo no está en el empleo masivo de las nuevas tecnologías, sino en las nuevas víctimas. Los civiles son la primera línea de combate en la guerra de los Balcanes.
Ya lo fueron en los anteriores conflictos de Croacia y Bosnia- Herzegovina, y este rasgo se acentuó en Yugoslavia, tanto en Kosovo como en Serbia. Las víctimas civiles son amplia mayoría también en la guerra y en el bloqueo impuestos a Iraq por la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Esta constante es la que permite afirma que se ha entrado en una nueva etapa en la milenaria historia de las guerras: el de las guerras posmodernas.
Los tres prisioneros militares norteamericanos capturados en la frontera de Macedonia fueron liberados en pocas semanas y los dos soldados yugoslavos que el Ejército de Liberación de Kosovo (ELK) entregó prisioneros a las tropas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) fueron liberados de inmediato.
Pero las muertes de civiles alcanzan proporciones altísimas.
Del lado de los militares de la OTAN, los únicos muertos registrados han sido los dos tripulantes de un helicóptero Apache, que se estrelló durante unas maniobras en territorio de Albania. "Hay menos bajas que durante la vida normal en los cuarteles", declaró un oficial estadounidense.
Ni la OTAN ni el mando del ejército federal yugoslavo han proporcionado datos sobre los muertos militares o de las milicias en los bombardeos de la alianza atlántica.
Pero se conocen perfectamente las cifras de miles de muertos en Kosovo y en Serbia resultantes de esta guerra, unos por "errores colaterales", como los llaman en Bruselas, y los otros por "excesos" de la tropa, según el eufemismo de Belgrado.
El Tribunal Internacional para la antigua Yugoslavia con sede en La Haya abrió causa penal a Slovodan Milosevic, presidente de la actual República Federal de Yugoslavia (Serbia y Montenegro), por 340 muertes en Kosovo, mientras que los bombardeos aliados causaron la muerte a más de 1.300 civiles.
Esta es una extraña guerra de fin de siglo, donde se despliegan las tecnologías más avanzadas en el campo de la electrónica, de la vigilancia y el control del espacio aéreo y del teatro de operaciones, con misiles y bombas inteligentes que en algunos casos cuestan casi un millón de dólares.
Y, sin embargo, han hecho estragos en la población, en forma directa o indirecta.
La primera línea, donde la mortalidad es mayor, no pasa por las obsoletas trincheras, ni siquiera por las unidades militares en movimiento o los objetivos militares reales o simulados, sino por las poblaciones civiles, transformadas en las víctimas principales en el pináculo de la tecnología bélica inteligente.
En la primera guerra mundial, la proporción fue de seis soldados caídos por cada civil muerto.
Ya en la segunda guerra mundial esta proporción se modificó y las víctimas civiles fueron el doble que los militares, pero ahora se está alcanzando proporciones enormes. Las bajas entre la población superan en más de 10 veces la muerte de combatientes.
La nueva doctrina militar occidental, o de la OTAN, se basa en un concepto muy novedoso en toda la historia bélica: combatir en una guerra sin bajas propias.
Los medios bélicos empleados son la demostración más clara de esta nueva doctrina. Los aviones que diariamente atacan Kosovo, Montenegro y Serbia vuelan por encima de los 20.000 pies (6.000 metros), para evitar todo riesgo a sus tripulantes.
"Se corre más riesgo en los entrenamientos que en estos bombardeos", comentó un piloto de la OTAN.
Los aviones A-10, que en la guerra del Golfo causaron estragos entre los tanques y vehículos blindados iraquíes, nunca intervinieron. Tampoco los helicópteros Apache, estacionados prolijamente en su base en territorio de Albania, porque esto hubiera implicado poner en riesgo a sus tripulaciones.
Bombardeando desde más de 5.000 metros, o lanzando misiles desde los B-52 o desde las naves estacionadas en el Adriático, es natural que el márgen de error aumente drásticamente.
El general del aire Santiago Valderas, jefe del estado mayor de la defensa de España, respondió en una entrevista reciente a la pregunta "Usted mismo admite que los pilotos vuelan muy alto. ¿No deberían bajar aunque suponga más riesgos".
"El sistema de defensa aéreo yugoslavo es importante. Volar por debajo de los 20.000 pies supone un riesgo realmente alto", afirmó.
Es decir que se prefiere el riesgo alto de los innumerables daños colaterales, que poner en peligro la vida de los militares, según el máximo mando operativo de las Fuerzas Armadas españolas.
Los ataques contra convoyes de refugiados, puentes utilizados por vehículos civiles y trenes sólo se explica por esta modalidad de empleo de los caza bombarderos y los misiles cruceros.
Muy diferente es el caso de la embajada de China, en la que el blanco elegido fue perfectamente centrado por tres misiles. Aquí, según las explicaciones de los portavoces de la OTAN, se trató de un error en la información de inteligencia por utilizar mapas obsoletos.
Muchos analistas se preguntan cuál será el destino de los grandes contingentes de tropas terrestres y sus costosos equipos blindados en los ejércitos de la OTAN, y en particular en el de Estados Unidos.
No existe literatura, ni tratados y documentos que fundamenten esta nueva doctrina de las guerras posmodernas, o al menos no han aparecido a la luz pública, pero las operaciones militares están a la vista y sus resultados también.
Esta nueva doctrina naturalmente sólo puede aplicarse por parte de Estados Unidos y la OTAN. En Rusia, China e India, cuyo equipamiento tecnológico a nivel de unidades convencionales ha quedado notoriamente retrasado, seguirán confiando cada día más en sus armas nucleares y en sus enormes reservas humanas.
Las diferencias tecnológicas entre el complejo técnico- industrial-militar de los países centrales y los del Sur en desarrollo es cada día mayor.
A ello debe agregarse que el Pentágono despliega desde hace algunos años un lento pero constante proceso de redefinición de las funciones de los ejércitos nacionales y de las alianzas regionales, para que asuman papeles policiales y de combate al narcotráfico, a la delincuencia organizada y al terrorismo.
Por lo tanto, la asistencia tecnológica a estos ejércitos y la formación profesional están orientadas cada vez más a este diseño de sus funciones.
La evolución de las nuevas tecnologías, de las nuevas doctrinas de empleo y el nuevo diseño estratégico global están modificando el carácter de la guerra. Se ha pasado de la guerra fría a las guerras posmodernas. —— (*) Claudio Nino realizó para IPS la cobertura y el análisis militar de las guerras de Irán e Iraq, Líbano, Angola y de las Islas Malvinas, en los años 80. (FIN/IPS/cn/ag/ip/99