La OTAN utiliza polémicas bombas de fragmentación en su ofensiva aérea contra Yugoslavia, como las ocho que hoy mataron al menos a 100 civiles e hirieron a 50 en la aldea kosovar de Korisa.
La semana pasada, ese tipo de bombas, cuya prohibición exige la organización de derechos humanos Human Rights Watch, de Nueva York, mataron a 18 personas que se encontraban en un mercado abierto de la sureña ciudad de Nis.
Los explosivos también alcanzaron a un hospital. La OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) calificó la acción de "error" atribuido a aviones que pretendían bombardear el aeropuerto local.
Pero informes de prensa occidentales aseguran que estos "errores" son fríamente calculados por equipos de expertos que discuten el objetivo, las municiones y el posible costo de vidas civiles de cada misión.
"Cada vez que tenemos un objetivo, hay una discusión sobre el daño colateral, si este se encuentra en la categoría alta, mediana o baja, y si el precio a pagar compensa el riesgo", declaró un funcionario de la OTAN al diario estadounidense The Washington Post.
La OTAN sostuvo que el objetivo en Nis era el aeropuerto. Y el "precio" no lo pagaron quienes planifican la guerra en Bruselas, ni los pilotos que vuelan a 5.000 metros de altura, sino las personas en el mercado y en el hospital, calificados de "daños colaterales".
En este caso, no se sabe si el precio fue alto, bajo o mediano.
Estos errores no son descritos como una "tragedia", y tampoco son sucedidos por una serie de disculpas, como ocurrió cuando tres misiles bombardearon la embajada china en Belgrado la semana pasada.
Aparte del arsenal de supuestas armas "inteligentes" o de "precisión quirúrgica" del que dispone la OTAN, los habitantes de Serbia mueren o quedan incapacitados de por vida por las bombas de fragmentación que ninguna convención internacional ha prohibido.
"Las bombas de fragmentación causan un enorme dolor y daño", dijo a la prensa el médico Miodrag Lazic, al frente del departamento quirúrgico del Hospital Universitario de Nis.
"Una persona a uno o dos metros de la bomba recibe las heridas del 'golpe de aire', producto de una poderosa ola de aire. El cuerpo permanece mayormente intacto, pero órganos como el hígado, el cerebro o los pulmones son destruidos", explicó.
"Partes de la bomba provocan graves heridas a la gente a 15 o 20 metros, destruyendo sus extremidades o impactando su estómago o cabeza. Sólo aquellos a más de 20 metros sufren heridas menores", agregó.
Según expertos médicos y militares, las heridas mortales son provocadas por la energía quinética y por los explosivos de las bombas, que son más rápidas y más destructivas que las balas de un rifle automático.
Un especialista militar explicó que la bala de un rifle automático tiene una velocidad inicial de 750 metros por segundo, mientras la de las cargas explosivas de las bombas de fragmentación es de 2.500 metros por segundo.
Si golpean a un cuerpo humano, la combinación de energía quinética y poder explosivo provoca una herida 30 veces más grande que lo haría el proyectil en sí.
Los expertos explican que las bombas de fragmentación se encuentran en paquetes o contenedores que pesan entre 50 y 250 kilogramos, a veces hasta 450.
Según el experto en armas Aleksandar Lijakovic, los contenedores están llenos de decenas o cientos de "subproyectiles", o pequeñas bombas.
El contenedor es lanzado desde un avión, se abre a cierta altitud y las pequeñas bombas cubren una zona elíptica de 100 por 250 metros. Las mayores bombas de fragmentación pueden abarcar un área tres veces mayor a una cancha de fútbol.
"El principal objetivo de la bomba de fragmentación es alcanzar el 'blanco militar grupal', una zona donde se encuentran unidades blindadas o mecánicas", explicó Lijakovic.
"La meta básica es alcanzar zonas amplias como pistas aéreas, puestos de comando o de artillería, camiones o columnas de vehículos de transporte blindados", agregó.
Los militares yugoslavos confirmaron que la OTAN utilizó bombas de fragmentación como la británica RBL-755, que contiene 147 bombas pequeñas de 15 centímetros de largo y 900 gramos cada una.
El color anaranjado o amarillo de las bombas las hace atractivas a la vista, especialmente para los niños. Algunas incluso tienen un reloj que les permite detonar horas o días después de su lanzamiento.
Adem Muncaj, un niño albanés de Kosovo, halló un contenedor anaranjado que parecía una lata de refresco. Al llevarla a su casa, la "lata", que en realidad era una bomba de fragmentación de la OTAN, explotó y lo mató a él y a los siete miembros de su familia en la aldea de Velika Jablanica.
A diferencia de las minas terrestres o las armas químicas, "no existe una prohibición expresa de las bombas de fragmentación", dijo Konstantin Obradovic, experto en derecho internacional y profesor de la Universidad de Belgrado.
No obstante, su uso está limitado. "Las bombas de fragmentación no se deben emplear donde puedan herir a civiles, pero se pueden utilizar en combate y en el frente militar", precisó.
Esa opinión es compartida por Miodrag Starcevic, profesor del Centro de Estudios Militares, de Belgrado.
"No hay convención que prohíba el uso de las bombas de fragmentación, pero todas las normas de conflictos armados internacionales señalan que ciertas armas no se deben utilizar en forma indiscriminada", aseguró.
El uso que hace la OTAN de las bombas de fragmentación asombra a juristas internacionales y militares yugoslavos. Por su causa murieron decenas de civiles, y no sólo en las localidades de Nis o Velika Jablanica.
Esas bombas mataron civiles en sus automóviles en Kosovo, o en autobuses de Montenegro. Una niña de tres años de edad en Belgrado murió instantáneamente en el baño de su casa cuando una bomba de fragmentación se arrojó contra una pista aérea cercana. (FIN/IPS/tra-en/vpz/ak/aq/ip/99