YUGOSLAVIA: Acuerdo del G-8, una victoria diplomática de Rusia

El acuerdo de paz para Yugoslavia alcanzado hoy en Berlín por las siete potencias occidentales y Rusia (G-8) lleva la crisis de Kosovo de nuevo al ámbito diplomático tras seis semanas de destrucción masiva y representa una gran victoria para Moscú.

El acuerdo de siete puntos firmado por los ministros de Relaciones Exteriores del G-8 detiene la guerra, el principal objetivo por el cual el presidente de Rusia, Boris Yeltsin, ordenó a su enviado especial Viktor Chernomyrdin a negociar con Yugoslavia y Estados Unidos en las dos últimas semanas.

En cambio, no se alcanzó ninguno de los "objetivos estratégicos" de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en seis semanas de ataques aéreos. Ellos eran proteger a los albaneses en Kosovo, estabilizar los Balcanes y socavar al gobierno de Milosevic.

En cambio, la constante escalada bélica y la perspectiva de una guerra terrestre causaron ansiedad en círculos políticos de Estados Unidos y Europa.

Analistas en Moscú y Estados Unidos coincidieron en que la OTAN no tenía, por lo tanto, más opciones que detener los bombardeos aéreos sobre Yugoslavia.

"Después de este fracaso, la OTAN no conseguirá impulso para otro ataque, y menos para una invasión por tierra", dijo a IPS Georgi Derluguian, experto sobre Rusia y profesor asistente de Sociología en la Northwestern University de Chicago.

Con la reanudación de las negociaciones, el presidente de Yugoslavia, Slobodan Milosevic, podrá "tomarse el tiempo que desee para el retorno de los refugiados albanokosovares o introducir reformas en el país", explicó.

La Organización de las Naciones Unidas (ONU), a la que la OTAN pasó por encima al decidir y lanzar los ataques, jugará un papel de vital importancia en el mantenimiento de la seguridad y en las negociaciones sobre el futuro de Kosovo, de acuerdo con el plan de paz.

El acuerdo no menciona el fin de los ataques aéreos de la OTAN. En cambio, el plan exige el retiro de policías, militares y paramilitares yugoslavos de Kosovo, la "desmilitarización" del Ejército de Liberación de Kosovo (UCK) y el libre retorno de los refugiados bajo supervisión internacional.

Si, como se prevé, el plan es aceptado por el gobierno de Milosevic, Kosovo será administrado de forma temporaria por la ONU, con el fin de "asegurar que se den las condiciones de vida normal y pacífica para todos los habitantes" de ese territorio.

Las negociaciones por la autonomía de la provincia tomarán en cuenta "los acuerdos de Ramboulliet, los principios de soberanía e integridad territorial de la República Federativa de Yugoslavia y de otros países de la región y la desmilitarización del UCK", agrega el pacto.

El plan de Rambouillet, establecido bajo inspiración estadounidense en esa localidad de las afueras de París a fines de marzo, incluían el acceso total e irrestricto a todo el territorio yugoslavo de una fuerza internacional de paz encabezada por la OTAN.

Ese plan, rechazado por Belgrado, no había sido publicitado entre enero y marzo, cuando se realizaron las negociaciones en Rambouillet.

Observadores diplomáticos en Moscú subrayaron que la propuesta de paz del G-8 no menciona a la OTAN y no incluye a las fuerzas fronterizas yugoslavas entre las que deben retirarse de Kosovo.

El ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Igor Ivanov, dijo este jueves en Berlín que la composición de una fuerza internacional, aun cuando incluya personal de la OTAN, debe ser negociada con Yugoslavia, pues la soberanía de ese país está garantizada de forma explícita en el acuerdo.

El plan de Moscú para Yugoslavia contempla una fuerza internacional compuesta por personal de Rusia, Ucrania y Bulgaria, junto con soldados de tres de los últimos países admitidos en la OTAN (Hungría, Polonia y República Checa), a los que se sumarían tropas de Portugal y Grecia.

La integridad territorial de Yugoslavia era para Rusia una prioridad, como advirtió el propio Chernomyrdin antes de que se sellara el acuerdo.

El consistente desacuerdo de Moscú con la acción de la OTAN contra Yugoslavia parece basarse con firmeza en un consenso amplio de la sociedad rusa. Nueve de cada diez habitantes de Rusia son contrarios a los ataques, según encuestas.

El premio Nobel de Literatura ruso Alexander Solzhenitsyn criticó con dureza los bombardeos de la OTAN contra Yugoslavia, comparó la alianza militar con Adolf Hitler y calificó de hipócritas a quienes justificaban la ofensiva aérea.

Yuri Luzhkov, alcalde de Moscú y aspirante a la presidencia de Rusia en las elecciones de diciembre, criticó el embargo petrolero que la OTAN pretende imponer sobre Yugoslavia, y exhortó a Rusia a resistir el bloqueo.

La posición de Moscú es compartida por muchas antiguas repúblicas soviéticas, además de Belarús, aliada tradicional de este país.

La fuerza internacional de paz de Kosovo deberá responder a la ONU y no deberá incluir fuerzas de aquellos países que participaron en los bombardeos, manifestó el miércoles el presidente de Ucrania, Leonid Kuchma.

Quizá no sea coincidencia que a fines de abril China y Rusia hayan terminado la delimitación de sus fronteras y resuelto disputas territoriales que provocaron violentos enfrentamientos entre los dos vecinos hace tres décadas.

Este jueves, Sergei Prikhodko, el subdirector de personal de Yeltsin encargado de Relaciones Exteriores, visitó Beijing y declaró que el enfoque de los dos países hacia la crisis yugoslava es "en gran medida coincidente".

El ministro de Defensa, Igor Sergeyev, criticó en reiteradas ocasiones la ofensiva y la nueva estrategia de la OTAN, y señaló que ahora Moscú deberá remodelar su propia doctrina en materia de seguridad y modificar sus vastas fuerzas convencionales y nucleares.

La cumbre por el 50 aniversario de la OTAN, celebrada en Washington a fines de abril, adoptó un concepto estratégico que amplía la esfera de operaciones de la alianza. Sergeyev anunció luego que las fuerzas nucleares rusas se encontraban en su "nivel más alto" de preparación para el combate.

Rusia considera ahora que las armas nucleares tácticas pueden desempeñar un papel mayor que antes. La semana pasada, Yeltsin presidió una reunión secreta del Consejo de Seguridad para discutir la planificación nuclear de este país.

El secretario del Consejo, Vladimir Putin, explicó que Yeltsin firmó tres decretos que abarcan el "desarrollo del complejo de armas nucleares y un concepto para desarrollar y usar armas nucleares no estratégicas".

Así mismo, la acción de la OTAN contra Yugoslavia socavó las esperanzas de ratificar el Tratado de Reducción de Armas Estratégicas II (START II), firmado en 1993, que limitaría las ojivas nucleares de Estados Unidos y Rusia a 3.000 o 3.500 armas, la mitad de la cantidad actual.

Pero ahora parece poco probable que el parlamento ruso ratifique el START II antes de las próximas elecciones de diciembre de 1999. (FIN/IPS/tra-en/sb/mj-aq/ip/99

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