Un Boris Yeltsin aparentemente fortalecido impulsará esta semana un papel más activo de Rusia en el conflicto de Yugoslavia, pero crece la sensación de que el fracaso del intento de someterlo a juicio político debilitó al parlamento.
El hecho fue considerado más como una derrota de la oposición dominada por el Partido Comunista que como una victoria del presidente Yeltsin, mientras aumenta la desconfianza de los rusos hacia sus gobernantes.
"Ellos -la elite política- resuelven sus propios problemas", manifestó a IPS Alexander Kupriyanov, un trabajador médico de Moscú. "Están totalmente despegados de las necesidades de la gente común", agregó.
"Todo el mundo está cansado de esta interminable inestabilidad política. Es como si viviéramos junto a un volcán", declaró Sergei Tarasenko, un pequeño comerciante de Moscú.
La Duma (cámara baja del parlamento) pretendía realizar un juicio político a Yeltsin, quien destituyó al primer ministro Yevgeny Primakov en lo que se consideró como un golpe contra la oposición.
Aunque el intento no prosperó, "el juicio político ya se realizó", porque el índice de popularidad de Yeltsin se sitúa entre uno y dos por ciento, afirmó Gennady Zyuganov, líder del Partido Comunista.
La oposición acusó a Yeltsin de destruir la Unión Soviética en 1991, disolver ilegalmente el parlamento en 1993, comenzar la guerra contra la república separatista de Chechenia en 1994, debilitar al ejército y cometer genocidio contra su pueblo mediante políticas que destruyeron la economía y redujeron la expectativa de vida.
Líderes opositores esperaban que al menos uno de los cargos, el de la desastrosa guerra de Chechenia, pudiera prosperar.
Los legisladores contaban con el testimonio voluntario de figuras como el ex presidente soviético Mijail Gorbachov y el ex ministro de Defensa Pavel Grachev, pero casi ningún testigo compareció, aparentemente debido a falta de confianza en el procedimiento.
De esta forma, lo que prometía ser un hecho histórico se transformó en un procedimiento inoperante. Aunque algunos cientos de manifestantes protestaron contra Yeltsin frente a la Duma, los moscovitas en general permanecieron indiferentes.
Para iniciar un juicio político al presidente, la ley rusa exige 300 votos, o dos tercios de la cámara baja, pero la oposición logró apenas 283 votos en apoyo del cargo con más posibilidades de prosperar (el de la guerra de Chechenia), mientras las otras acusaciones sólo fueron respaldadas por unos pocos diputados.
Con todo, los cinco cargos en conjunto obtuvieron una mayoría superior a 50 por ciento.
Sin embargo, desde un comienzo estuvo claro que el juicio político tenía pocas o ninguna posibilidad de concretarse, ya que la destitución de Yeltsin habría requerido dos tercios de votos de la cámara alta, además de la aprobación del Tribunal Supremo y el Constitucional.
Dado que la aprobación de los tres órganos se consideraba prácticamente imposible, muchos consideraron el intento de destitución de Yeltsin como un mero ejercicio de relaciones públicas de los comunistas y sus aliados, con miras a las elecciones parlamentarias del próximo diciembre.
La votación significó "el fracaso de una aventura política vergonzosa" de la oposición de izquierda, opinó Georgy Satarov, analista político y ex colaborador de Yeltsin.
"Es malo que no hayamos conseguido votos suficientes, pero no nos sentimos derrotados, porque todos los diputados comunistas votaron a favor del juicio político", declaró Zyuganov.
Si la oposición hubiera obtenido la mayoría necesaria, Yeltsin habría disuelto la Duma, opinaron 75 por ciento de los rusos, según una encuesta realizada en los días previos a las audiencias.
Por esa razón, muchos creen que algunos diputados no asistieron a las sesiones sólo para proteger sus escaños.
En el futuro inmediato, el fracaso de la propuesta opositora significa que el nuevo primer ministro de Yeltsin, Sergei Stepashin, tendrá más posibilidades de ser confirmado en el cargo.
Stepashin, ex ministro del Interior y un funcionario de seguridad de carrera, ya obtuvo cautelosas expresiones de respeto en la Duma, incluso de izquierdistas indignados por la destitución de su aliado Primakov la semana pasada.
"Prevaleció la razón, y se evitó una posible crisis política", comentó Stepashin, quien sugirió que una parálisis constitucional podría haber provocado una crisis como la de 1993, cuando Yeltsin disolvió el parlamento y ordenó su bombardeo cuando los legisladores se negaron a obedecer.
Sin embargo, es improbable que el fracaso del procedimiento aumente a largo plazo la confianza en Yeltsin o convenza a alguien de su plena capacidad para conducir la nación.
La gran mayoría de los rusos coinciden en que el problema más inmediato del país es la salud de Yeltsin, que necesita ayuda para dar apenas algunos pasos y cuya pronunciación se ha vuelto casi incomprensible.
Incluso un destacado legislador partidario del Kremlin, Vladimir Ryzhkov, que tuvo una enérgica actuación en contra del juicio político, admitió que los meses -si no las semanas- de Yeltsin en el poder están contados debido a sus problemas de salud. (FIN/IPS/tra-en/sb/ak/mlm/ip/99