El presidente ruso Boris Yeltsin destituyó hoy al primer ministro Yevgeny Primakov, en un ataque anticipado contra la oposición parlamentaria, que votará una moción de juicio político al mandatario entre el jueves y el sábado de esta semana.
Políticos y analistas concuerdan en que la nueva sacudida del gobierno podría no ser sólo un grave error más del presidente, sino un juicio erróneo fatal, dada la creciente popularidad de Primakov y la poca aceptación de la que goza actualmente el propio Yeltsin.
La elite política rusa esperaba la destitución de Primakov, luego de que Yeltsin manifestara su desaprobación del primer ministro en las últimas semanas, aparentemente irritado por su popularidad.
Primakov, que de hecho dirigió el país durante el invierno (boreal), cuando Yeltsin estaba enfermo, había devuelto el golpe al presidente y defendido su papel en la conducción del país, luego de que Yeltsin diera a entender que el primer ministro no era insustituible.
En una inusual transmisión de la televisión nacional, Primakov manifestó que no le gustaba que le dijeran que "hoy es útil y mañana veremos", casi con las mismas palabras utilizadas por Yeltsin para referirse a él.
No obstante, insistió en que estaba "categóricamente en contra" de que se iniciara un juicio político a Yeltsin, ya que a su entender ese proceso sería "muy contraproducente" para la estabilidad interna.
Una declaración del Kremlin anunció el miércoles la destitución de Primakov, señalando que "no fue una decisión fácil" y que se adoptó en vista de la inestabilidad económica del país.
En el mismo mensaje se comunicó la designación de un aliado de Yeltsin, el ministro del interior y primer viceprimer ministro Sergei Stepashin, como jefe de gobierno interino.
Stepashin había sido nombrado viceprimer ministro la semana pasada, y por mucho tiempo se le había considerado un "primer ministro de reserva". Otro supuesto "primer ministro de reserva", Nikolai Aksyonenko, el ministro de Ferrocarriles, fue designado el miércoles como primer viceprimer ministro.
Primakov había asumido su cargo inmediatamente después de la crisis financiera de Rusia, en agosto de 1998, con la misión de lograr un acuerdo con la oposición de izquierda.
El consejo de ministros formado por el jefe de gobierno destituido incluyó a importantes miembros del Partido Comunista, que controla la Duma (Cámara baja del parlamento).
La destitución de Primakov es probablemente el error más grave que ha cometido Yelstin, declaró Gennady Seleznyov, presidente de la Duma e integrante del Partido Comunista, que piensa que la moción de juicio político obtendrá un abrumador apoyo parlamentario en las actuales circunstancias.
"La posibilidad de una votación favorable al juicio político es ahora mucho mayor, pero también debemos saber quién está detras de la decisión de destituir a Primakov", dijo Seleznyov.
Primakov fue considerado durante mucho tiempo como la fuerza impulsora de una campaña sostenida y de amplia repercusión contra la corrupción de alto nivel, que alcanzó a algunos de los aliados más cercanos de Yeltsin, incluyendo al magnate empresarial Boris Berezovsky.
Berezovsky partió rápidamente hacia Francia el mes pasado, apenas fueron levantadas una orden de arresto y una decisión judicial que le prohibía abandonar Moscú, debidas a una investigación pendiente por lavado de dinero, estafa y otras actividades ilegales.
El magnate realizó una activa campaña contra Primakov, y se dice que tanto el nuevo primer ministro Stepashin como el nuevo primer viceprimer ministro Aksyonenko están vinculados con Berezovsky.
Analistas rusos afirmaron la dependencia actual de Rusia de fondos extranjeros y su creciente desigualdad social, debidas a las reformas económicas de Yeltsin, generaron condiciones de vida precarias para la mayoría de la población y beneficios para los magnates y funcionarios corruptos.
La fiscal federal suiza Carla del Ponte criticó la investigación insuficiente de acusaciones de corrupción que involucran, entre otras personas, a la propia hija de Yeltsin, Tatyana Dyachenko.
Los analistas señalan que la destitución de Primakov probablemente acelerará el trámite parlamentario de la moción de juicio político contra Yeltsin, que se había desarrollado hasta ahora en forma intermitente.
Los intentos anteriores de juzgar a Yeltsin, en marzo y septiembre de 1993, terminaron con un sangriento enfrentamiento en el centro de Moscú, cuando el presidente ordenó ataques con artillería contra los diputados rebeldes que ocupaban el edificio del parlamento, y recibió por ello felicitaciones de Washington.
El bombardeo de 1993 es una de las cinco acusaciones en las que se basa la moción de juicio político. Las otras cuatro se refieren al papel de Yeltsin en el desmantelamiento de la Unión Soviética en 1991, a la guerra civil de 1992 en Chechenia, a la decadencia de las fuerzas armadas rusas y a las políticas económicas "genocidas".
El juicio político tiene, de todos modos, pocas posibilidades de éxito, porque aun si la destitución de Yeltsin fuera aprobado por la Duma, requeriría luego la aprobación de la Cámara alta, de la Corte Suprema y de la Corte Constitucional, según lo dispuesto en la Constitución aprobada tras el conflicto de poderes de 1993.
Pero Yeltsin "no puede darse ahora el lujo de disolver el parlamento por la fuerza, como lo hizo en 1993. Si lo intentara, sería improbable que encontrara un pelotón de soldados o un tanque dispuestos a respaldarlo", comentó Serguei Markov, director del Instituto de Estudios Políticos de Moscú.
Algunos políticos opinaron que Yeltsin podría disolver el parlamento, pero no después de que haya comenzado el proceso de juicio político.
No es sorprendente, por lo tanto, que el principal dirigente del Partido Comunista, Gennady Zyuganov, haya insistido en que la discusión, antes postergada, de la moción que propone enjuiciar al presidente, comience, como estaba previsto, entre el jueves y el sábado de esta semana.
"Todos los diputados honestos deben apoyar el juicio político", declaró Zyuganov.
El ex primer ministro Sergei Kiriyenko afirmó que el procedimiento sólo beneficiaría electoralmente a los comunistas, mientras el magnate Vladimir Potanin manifestó que confiaba en que la moción no sería aprobada.
Sin embargo, Grigory Yavlinsky, líder del liberal partido Yabloko, cuyos votos serán decisivos, confirmó que apoyará la acusación contra Yeltsin por la guerra civil en Chechenia. "Debemos demostrarle a quienes dominan Rusia que pueden ser llamados a responsabilidad por la muerte de civiles", declaró.
La opinión pública está dividida sobre la conducta que debería adoptar la Duma. En una encuesta del Fondo de Opinión Pública, 47 por ciento de los consultados dijeron que estaban a favor de que comenzara el juicio político, mientras 40 por ciento se manifestaron en contra.
"Me he recuperado. Mi estado de salud es excelente y estoy listo para la batalla", declaró Yeltsin. "Batalla" es en este caso, según los analistas, una palabra clave, y alude a la única forma de acción política que es posible para el presidente.
Yeltsin reacciona ante las amenazas como lo haría un militar: lanzando ofensivas. El presidente tiene un amplio historial de destituciones imprevistas de sus colaboradores, ya que desde 1991 ha cesado a cinco primeros ministros, a unos 40 viceprimeros ministros, y a más de 100 ministros de gobierno.
Pero ahora es muy improbable que Yeltsin logre apoyo de la población, ya que existe un profundo sentimiento de frustración ante el resultado de las reformas económicas, lanzadas a comienzos de los años 90 con la promesa de que crearían una próspera economía de mercado al estilo occidental.
En cambio, esas reformas han convertido a Rusia en lo que el analista estadounidense Charles Krauthammer denominó "un Estado mendigo". (FIN/IPS/tra-en/sb/ak/at-mp/ip/99