El temor a una guerra nuclear imperaba hoy entre India y Pakistán mientras la fuerza aérea india bombardeaba por segundo día consecutivo a guerrilleros presuntamente apoyados por el gobierno paquistaní en la disputada zona fronteriza de Cachemira.
El último brote de violencia, en el que India recurrió por primera vez en 27 años al uso de su fuerza aérea para expulsar a los supuestos invasores, sucede apenas tres meses después de que ambos países celebraron una "histórica" cumbre de reconciliación y paz en la ciudad paquistaní de Lahore.
Este jueves, el Ministerio de Defensa de Pakistán declaró que sus fuerzas derribaron dos aviones militares indios que sobrevolaban el lado paquistaní de la Línea de Control, como se llama a la frontera sin demarcar del territorio en litigio.
Aunque India asegura que la operación se limita a la ciudad de Kargil, a 200 kilómetros de Srinagar, próxima a su lado de la Línea de Control, Pakistán afirma que algunas bombas cayeron en su territorio y que por eso ordenó el alerta total de sus fuerzas el miércoles.
Ambos estados se acusan mutuamente de haber violado la letra y el espíritu de la Declaración de Lahore del 21 de febrero y del Acuerdo de Shimla firmado tras la última guerra de Bangladesh en 1971.
Nueva Delhi advirtió que responsabilizará a Islamabad por la posible intensificación del conflicto de Kargil. "Pakistán ya está tomando represalias y lo seguirá haciendo", declaró la cancillería paquistaní.
El conflicto de Kargil se basa en diferencias irresueltas con respecto del estado de Jammu y Cachemira, la inseguridad sobre la capacidad y las intenciones militares del otro, y sobre todo, por factores de política interna, especialmente la grave crisis de legitimidad de ambos gobiernos.
La crisis recordó el peligro que implica una guerra entre India y Pakistán desde que ambos países realizaron pruebas nucleares en mayo de 1998.
El enfrentamiento comenzó hace tres semanas cuando el ejército indio detectó la presencia de "infiltrados" armados, o sea guerrilleros mujaidines presuntamente respaldados por Pakistán, próximos a las alturas de Kargil y Drass.
Pakistán niega haber ayudado a los mujaidines, pero agrega que son "combatientes por la libertad" de Cachemira.
Las pequeñas incursiones fronterizas han sido periódicas en los últimos años, sobre todo cuando se derrite la nieve, así como el intercambio de fuego de artillería pesada. Más de 350 tiroteos se denunciaron en menos de seis meses después de los ensayos nucleares de 1998.
El ministro del Interior indio Lal Krishna Advanir declaró que entre los infiltrados se encuentran "soldados del ejército junto a mercenarios" de Pakistán. Se trata de una "incursión en nuestro territorio con el evidente apoyo del ejército paquistaní", agregó.
Cualquier demora en la respuesta india habría alentado a Pakistán a aumentar sus operaciones en la frontera, indicaron fuentes oficiales de India.
Los ataques aéreos, en los que se emplearon helicópteros y aviones MiG-21, MiG-27 y MiG-29, agregan un factor de velocidad al enfrentamiento y produce el riesgo de cruces a la frontera, y que bombas y misiles erren el blanco y ataquen instalaciones militares en Pakistán.
Como hay muchas zonas de soberanía dudosa en la frontera sin demarcar, también hay grandes posibilidades de que el conflicto se intensifique a través de las represalias y las contrarrepresalias, o por errores de cálculo estratégico.
La historia de la rivalidad entre los dos países está plena de errores de cálculo. En 1965, por ejemplo, el general paquistaní Ayub Khan pensó que con solo enviar tropas con paracaídas a Cachemira se desencadenaría una rebelión popular contra India. Así comenzó una guerra que Pakistán perdió.
Entre 1986 y 1987, un ejercicio militar indio de rutina se salió de control. Los generales paquistaníes interpretaron algunas de las maniobras como ofensivas y se desató otro enfrentamiento.
La crisis más grave ocurrió en 1990 cuando otro ejercicio militar se salió de control. Islamabad incluso consideró la posibilidad de "mostrar la espada nuclear", en una manera indirecta.
Según fuentes expertas, Pakistán alineó camiones en la planta de enriquecimiento de uranio de Kahuta para demostrar su intención de escalar el conflicto al grado nuclear.
La crisis se desactivó sólo cuando Estados Unidos envió a un alto funcionario, Robert Gates, a Nueva Delhi e Islamabad, a apaciguar los ánimos.
La situación actual plantea las interrogantes de si el ejército paquistaní tuvo que ver con los "infiltrados", si actuó en forma independiente o con el consentimiento del gobierno civil, y por qué fallaron las medidas de consolidación de la confianza y consulta mutua acordadas entre ambos estados.
Si los militares paquistaníes tuvieron que ver, su acción arrojaría dudas sobre la viabilidad de acuerdos como el de Lahore y la capacidad del gobierno de Nawaz Sharif para imponerse al ejército, que es considerado todo poderoso en Pakistán.
Pero si la acusación de India es infundada, entonces se pondría en tela de juicio la transparencia de la "India democrática". Esa transparencia brilla por su ausencia en Cachemira, donde el público tiene poco acceso a la información y no puede confirmar las declaraciones oficiales.
La crisis también expone la fragilidad de los aspectos más importantes del proceso de Lahore: la moderación y el control de las armas.
Los dos países no acordaron medidas bilaterales para reducir el peligro de una guerra nuclear, sino que aceptaron "medidas nacionales" sin especificar para limitar "el uso accidental o no autorizado de las armas nucleares".
Así mismo, también acordaron no suspender sus programas nucleares y misilísticos, sino sólo informarse mutuamente de los vuelos de ensayo y demás.
Es posible que el uso de la fuerza aérea india haya tenido que ver con la tentación del gobierno del partido nacionalista BJP – interino desde que perdió la confianza del Parlamento- de vencer a sus opositores políticos.
La coalición gobernante se enfrenta a la creciente popularidad del Partido del Congreso, luego de que Sonia Gandhi fuera confirmada en la presidencia del grupo tras presentar su renuncia porque se había cuestionado su liderazgo por su origen italiano.
Los factores internos explican por qué la oposición política india no apoya incondicionalmente al gobierno sobre el conflicto en Kargil y lo critica al respecto.
En Pakistán, el gobierno de Sharif reprimió brutalmente a la prensa que se le opone, así como a las organizaciones no gubernamentales y grupos de mujeres que se muestran independientes, mientras busca la legitimidad a través del Islam para encubrir su corrupción.
El conflicto de Kargil demuestra la falsedad de la suposición de que la nuclearización trajo la estabilidad o la madurez a las relaciones entre India y Pakistán, o que redujo el peligro de un conflicto convencional. En todo caso, provocó una mayor inseguridad. (FIN/IPS/tra-en/pb/an/aq/ip/99