EEUU-CUBA: El partido terminó pero la contienda continúa

Los exiliados cubanos en Estados Unidos siguen discutiendo el resultado político del partido de béisbol que el equipo nacional de Cuba le ganó 12 a 6 a los Orioles de la ciudad centrooriental de Baltimore, en la cancha de éstos.

Está claro quién triunfó en el terreno de juego el lunes, pero en las tribunas y alrededores del estadio se jugó otro partido, de resultado menos definitivo, que enfrentó una vez más a dos tendencias dentro de la comunidad de exiliados cubanos.

Los radicales, partidarios de la "línea dura" contra el gobierno de Fidel Castro, rechazan cualquier acercamiento entre Washington y la Habana. Los moderados, en cambio, se oponen al embargo contra Cuba y apoyan la política de "contacto entre la gente" del presidente Bill Clinton.

La propia realización del partido en el estadio Camden Yards de Baltimore, en el estado de Maryland, por iniciativa de las autoridades de la ciudad y de los directivos del equipo, se inscribió en la línea de la política de Clinton y fue resistida por los radicales durante semanas de debate previo.

Las organizaciones radicales son ampliamente mayoritarias dentro de la comunidad de exiliados, comenzaron a manifestarse antes y contaron con el apoyo de destacados miembros del Congreso como los republicanos Lincoln Díaz-Balart, Bob Menéndez e Ileana Ros-Lehtinen.

Además, una donación anónima de 7.000 dólares les permitió arrendar avionetas para que sobrevolaran el estadio con pancartas anticastristas, y ofrecer viajes gratis en ómnibus a Baltimore a cualquiera que quisiera manifestar su oposición a que se realizara el partido.

Estas ventajas fueron contrarrestadas por medidas que adoptaron agencias federales, el gobierno de la ciudad de Baltimore y la dirección de los Orioles.

Las autoridades del equipo se negaron a vender entradas en grandes cantidades a grupos radicales como la Fundación Nacional de Cubano-Estadounidenses, que quiso comprar 500. También prohibieron las pancartas políticas, los ruidos y los cantos en las tribunas, so pena de expulsión del estadio.

Pero ninguna de esas restricciones se aplicó a los más de 300 miembros de la delegación cubana que viajaron desde La Habana para alentar a su equipo.

La Administración Federal de Aviación no permitió vuelos sobre el estadio a menos de 15.000 pies de altura, haciendo casi imposible la lectura de las pancartas anticastristas de los siete aviones arrendados por los grupos radicales, por entre 500 y 700 dólares cada uno.

"Fue una restricción sin precedentes de los derechos de la Primera Enmienda (que garantiza la libertad de expresión)", dijo Menéndez.

Cuando el equipo cubano llegó a Baltimore el domingo, ni siquiera los funcionarios diplomáticos cubanos que operan desde la embajada de Suiza en Washington fueron autorizados a verlos.

"¿Pueden creer que no pudiéramos reunirnos con la delegación? Es inaceptable", dijo a los periodistas Felix Wilson, subdirector de la Sección de Intereses Cubanos.

Ana Maria Goicoechea, profesora de Trabajo Social en la Universidad de Maryland y nacida en Cuba, dirigió un pequeño grupo de manifestantes contra el embargo que intentaron dar la bienvenida al equipo, pero también fueron bloqueados.

"Hubo una guerra y la perdieron todos los cubanos que viven en Estados Unidos. Pero este es un proceso por el que debemos pasar, y poco a poco la rabia se manifestará y se irá", dijo Goicoechea.

"¿Cómo podría no apoyar al equipo cubano? Me siento mal por el aislamiento que mi país, Estados Unidos, impone a mi otro país, Cuba", dijo.

Sus comentarios reflejaron la posición de los grupos contra el embargo como los Pastores para la Paz y la Coalición de Maryland para Finalizar el Embargo, que apoyan el "contacto entre la gente".

"Este partido sólo promueve el contacto entre la gente y el tirano, y esconde el deseo de muchas empresas comerciales que quieren hacer negocios con el sangriento dictador de Cuba", afirmó Sylvia Iriondo, que dirige la organización radical Madres por Cuba y Contra la Represión.

Una activista por los derechos humanos radicada en Miami declaró, en cambio, que no se oponía al contacto entre la gente y que Estados Unidos debe "tener cuidado de no enviar el mensaje equivocado a las personas que luchan por la democracia en Cuba, a don de no es posible 'exportar' la democracia".

Los grupos de manifestantes enfrentados se concentraron fuera del estadio, con sus pancartas y carteles, separados por funcionarios de seguridad de la ciudad y de agencias estatales. No hubo incidentes.

No fue así dentro del estadio. Por lo menos cuatro manifestantes anticastristas, tres adultos y un joven, todos de Miami, fueron arrestados y acusados de intrusión luego de que corrieran hacia la cancha con pancartas.

Diego Tintorero, veterano activista anticastrista, recibió además un castigo inmediato. Cuando corría por la cancha agitando una pancarta que decía "Libertad – Bateen a Castro", el árbitro cubano Cesar Valdes lo derribó y lo golpeó en la cara, aunque B.J. Surhoff, jugador de lo Orioles, trató de apartarlos.

"No creo que al árbitro le importara mucho el cartel. Quería volver y golpearlo un poco más", dijo Surhoff a los periodistas más tarde.

Tintorero, que en 1995 dijo haber disparado una ametralladora en un balneario cubano, es calificado por muchos de sus compañeros activistas como un "buscador de publicidad".

Su breve excursión por el terreno de juego dio a los Orioles un breve respiro de la golpiza deportiva que estaban recibiendo de los cubanos.

Los miembros del equipo cubano, que habían perdido un primer partido en La Habana contra los Orioles, el 28 de marzo, hicieron varias concesiones a sus rivales estadounidenses.

Adaptándose a las reglas aplicadas en Estados Unidos, sustituyeron sus habituales bates de aluminio por otros de madera, utilizaron pelotas más duras, jugaron en una cancha más grande y jugaron más tiempo antes de hacer una pausa para refrescarse.

Pero también jugaron contra un equipo de los Orioles que, a pesar de la presencia de estrellas como Cal Ripken Jr. y Albert Belle (que gana 13 millones de dólares por año), ha tenido una mala temporada.

El equipo cubano que derrotó a los Orioles el lunes era, además, más fuerte que el que perdió en La Habana. En aquella ocasión algunos de los mejores jugadores cubanos no estuvieron disponibles, porque se jugaban las finales de la liga nacional.

A su regreso a La Habana, el equipo recibió una acogida digna de héroes conquistadores. El propio presidente Fidel Castro estaba allí para saludarlos. También Cesar Valdes, el árbitro "bloqueador de manifestantes", fue tratado como un héroe.

El contingente de Miami que constituía la mayoría de los manifestantes anticastristas también tuvo un recibimiento masivo en el sur de Florida.

Una persona que no regresó fue Rigoberto Herrera, integrante del grupo entrenador del equipo cubano, quien acudió a una estación de policía en Baltimore, pidió asilo político y fue inmediatamente puesto bajo protección por el Servicio de Inmigración y Naturalización.

Esto fue en cierta medida un premio consuelo para los grupos de exiliados cubanos que habían predicho la deserción de jugadores clave.

Ya comenzó el debate acerca de si fue patriotismo o la estricta seguridad cubana lo que evitó que se produjeran más pedidos de asilo. (FIN/IPS/tra-en/ps/cb/at/mp/cr ip/99

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