BRASIL: Una economía imprevisible

La marcha de la economía de Brasil desacreditó de nuevo a los economistas, banqueros y analistas que se atrevieron a hacer previsiones sobre su desempeño tras la devaluación del real en enero.

Los sorprendentes datos de la inflación, el producto interno bruto (PIB), el mercado cambiario, el comercio exterior y las cuentas públicas de los últimos meses desmienten tanto proyecciones pesimistas como optimistas.

El PIB creció 1,02 por ciento en comparación con el último trimestre de 1998 y los precios al consumidor subieron sólo en febrero más de uno por ciento, pero tendieron este mes de nuevo a cero. Bancos que previeron hasta 50 por ciento o más de inflación para este año cayeron en el ridículo.

Una ola revisionista redujo a la mitad, o menos aún, las previsiones de caída del PIB este año, que antes se fijaban en torno de cuatro por ciento.

Hay quienes se arriesgan a afirmar que no habrá recesión alguna este año, y consideran que los buenos indicadores permiten una rebaja acelerada de las tasas de interés.

El cambio superó la devaluación exagerada del inicio y se estabilizó tres meses después, lo cual contraría las expectativas que se basaron en crisis anteriores de Asia y México, que demandaron por lo menos el doble de tiempo para la recuperación.

El superávit fiscal primario, de 5.530 millones de dólares en el primer trimestre, fue 54 por ciento superior a la meta fijada en el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Gran parte se debió a ingresos no usuales, como pagos por concesiones de servicios de telecomunicaciones, pero de todos modos refleja éxito en el esfuerzo fiscal, discrepando de planes anteriores, que se limitaron a las promesas.

Brasil obtuvo en marzo, por primera vez en la historia, un superávit también en el concepto nominal, que incluye pagos de intereses, de las cuentas públicas, como consecuencia de la recuperación del real frente en dólar.

Pero también se revelaron como irreales las expectativas de un gran vuelco en el comercio exterior. De los 11.000 millones de dólares de superávit esperado para este año, en los indicadores de referencia acordados con el FMI, ya no se espera más que 6.000 millones.

Las importaciones se desplomaron con la devaluación del real el 13 de enero, pero también las exportaciones. Como consecuencia, el país acumuló entre enero y abril un déficit de 779 millones de dólares y la conciencia de que reconquistar mercados externos demandará un gran esfuerzo.

En la década pasada, devaluaciones similares promovieron un aumento de las exportaciones que permitieron a Brasil ubicarse entre los tres países de mayor superávit comercial, superado solo por Japón y Alemania.

La rápida recuperación de la economía devolvió al presidente Fernando Henrique Cardoso el hábito de condenar la "fracasomanía" de quienes critican a su gobierno y de desmerecer evaluaciones pesimistas de opositores y analistas económicos.

Las opiniones de los economistas serán utilizadas ahora con mucha discreción, "tras el fracaso de las previsiones tanto de los extranjeros como brasileños", celebró el presidente del Senado, Antonio Carlos Magalhaes, principal sostén parlamentario del gobierno y posible candidato a la sucesión de Cardoso.

El desempleo, actualmente en 8,15 por ciento en las estadísticas oficiales, no llegará a los niveles sin precedentes de cerca de 12 por ciento, como preveían expertos para este mes, reconoció José Marcio Camargo, uno de los que temían una explosión de despidos.

Pero tal como fallaron las evaluaciones "catastróficas" sobre el futuro inmediato de la economía brasileña, también pueden equivocarse las optimistas de ahora.

La situación sigue siendo preocupante. La fragilidad fiscal persiste, ya que los buenos resultados actuales se deben a un aumento transitorio de tributos, que eleva los costos de la producción y resta competitividad e inversiones a largo plazo, advirtió Carlos Langoni, ex presidente del Banco Central.

Una posible alza de intereses en Estados Unidos, ante el brote inflacionario de 0,7 por ciento en abril, es suficiente para amenazar el crecimiento económico de Brasil, observó.

No es la primera evolución sorprendente de la economía brasileña, imprevisible por su elevada informalidad, diferencias entre sectores y regiones del país y otros factores singulares.

La recuperación del PIB se debió al sector agrícola, que creció 17,76 por ciento del último trimestre de 1998 al primero de este año. La industria cayó 0,11 por ciento y los servicios, 0,92 por ciento.

Otros datos divulgados ahora por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadítica revelan el desempeño dispar de las industrias de los distintos estados en marzo. Mientras la de Sao Paulo produjo 7,3 por ciento menos que en marzo de 1998, la de Rio de Janeiro creció siete por ciento. (FIN/IPS/mo/mj/if/99

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