Estados Unidos se sumó a la presión internacional sobre el gobierno de Guatemala para identificar a los asesinos del obispo católico Juan Geradi, un defensor de los derechos humanos muerto hace un año.
El portavoz del Departamento de Estado de Estados Unidos, James Rubin, exhortó a las autoridades guatemaltecas a realizar "nuevos y vigorosos esfuerzos" para "identificar a todos los involucrados" en el asesinato y someterlos a la justicia.
Rubin destacó la trayectoria de Gerardi en defensa de los derechos humanos y dijo que la brutalidad del asesinato causó estupefacción en el mundo entero, de acuerdo con un comunicado del Servicio de Información de Estados Unidos.
El pedido del gobierno de Estados Unidos se suma al realizado la semana pasada por el papa Juan Pablo II al presidente guatemalteco Alvaro Arzú, que visitó el Vaticano.
El canciller en funciones, Gabriel Aguilera, dijo al diario Prensa Libre que el gobierno desconocía la solicitud de Estados Unidos, aunque agregó que "se está en búsqueda de la verdad".
Gerardi fue asesinado en la noche del 26 de abril de 1998, en la cochera de la residencia de la iglesia San Sebastián, donde residía. Su rostro y cráneo fueron destrozados con un trozo de concreto.
Varias hipótesis han sido manejadas, aunque ninguna obtuvo confirmación, y el sacerdote Mario Orantes, que compartía con Gerardi la residencia de la iglesia de San Sebastián, estuvo siete meses detenido como sospechoso, hasta que en febrero fue sobreseído por la justicia.
El gobierno se resiste a considerar la alternativa de crimen político, sostenida por la propia Iglesia Católica y por organizaciones de derechos humanos.
Esa posibilidad se basa en que el obispo fue asesinado 48 horas después de presentar un exhaustivo informe sobre violaciones a los derechos humanos durante el conflicto armado interno finalizado en 1996, en el que acusó al ejército de la gran mayoría de los hechos comprobados.
Diecinueve obispos de América participaron el domingo y el lunes pasado en actos multitudinarios en Guatemala en memoria de Gerardi, al cumplirse el primer aniversario del asesinato. Unos 300 sacerdotes y 60.000 fieles católicos se congregaron el domingo en la Plaza de la Constitución, frente a la catedral de la capital.
El lunes, las catacumbas de la Catedral Metropolitana, donde fue enterrado Gerardi, fueron inundadas de flores rojas, y numerosas personas visitaron el lugar.
También se realizó una vigilia en la iglesia de San Sebastián, donde los asistentes corearon "No bastarán todas las piedras de este país para romper las cabezas de los que pensamos".
Mientras, un bloque de concreto de las proporciones del hallado en el sitio donde cayó muerto el obispo fue encontrado envuelto en plástico en la plaza de estacionamiento de automóviles de la iglesia de Tívoli, donde la activista de derechos humanos Hellen Mack asistía a una misa por su padre, fallecido el fin de semana.
Mack entendió que el objeto fue dejado allí para amenazarla, pues diez días antes, desconocidos dejaron un trozo de concreto similar en la casa de Ronalth Ochaeta, director de la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado.
El obispo Mario Ríos Montt señaló que el objeto dejado al paso de Mack estaba envuelto "como un regalo, por lo que el mensaje es claro". (FIN/IPS/cz/ff/hd/99