El sistema de comunicación que utilizan los insectos para anunciar que hay alimento o peligro, y cuando quieren aparearse, se convirtió en una trampa mortal para ellos una vez que el hombre pudo reproducirlo.
Ahora, en Costa Rica, una novedosa industria está fabricando y exportando este método como una alternativa a los plaguicidas.
El sistema de comunicación es, en realidad, una sustancia química que producen los insectos llamada feromona, cuya producción está permitiendo reducir el uso de sustancias contaminantes en plantaciones agrícolas de banano y palma aceitera.
Costa Rica está exportando anualmente 300.000 unidades de feromonas a países de centroamericanos, Colombia, Ecuador, México, Indonesia, Filipinas, Omán, India, Malasia y Arabia Saudita.
Las feromonas emanan de ciertas glándulas del abdómen del insecto y a la vez son percibidas por las antenas. Esta comunicación les permite alimentarse, buscar pareja o atacar, pero usada sistemáticamente en plantaciones pueden constituir un "perfume de atracción" que los conduzca hacia trampas mortales.
"Ha sido un éxito", comentó el ingeniero agrónomo Carlos Chinchilla, que trabaja para plantaciones de palma aceitera y comenzó a usar las feromonas desde hace seis años.
Para Chinchilla el gran dolor de cabeza era el anillo rojo, una enfermedad que ataca a la palma aceitera y que es transmitida por un insecto llamado picudo.
Después de aplicar trampas con feromonas, el experto observó cómo la incidencia de la enfermedad ha disminuido en más de 95 por ciento.
"Una de las ventajas este sistema es su selectividad, pues sólo afecta a los insectos que se quieren controlar", indicó el químico Romano Andrade, de Chemtica, la empresa costarricense que fabrica las feromonas.
Andrade señaló que el gran problema de los plaguicidas es que no discriminan, pues cuando se fumiga no sólo se eliminan las plagas, sino también otros organismos del ecosistema.
A pesar de las dificultades de medición, se estima que el mercado de los plaguicidas en todo el mundo puede llegar a los cuatro millones de toneladas anuales, lo que implica una cifra de 30.000 millones de dólares.
Así lo infiere por proyecciones el ingeniero agrónomo Jaime García, autor del libro Introducción a los plaguicidas, quien subrayó que los países del Sur en desarrollo consumen alrededor del 25 por ciento del total mundial.
Los científicos de Chemtica sostienen que precisamente una de sus metas es contribuir a la disminución del uso de plaguicidas.
Esto podría ser beneficioso para Costa Rica, un país que ha enarbolado la bandera de la protección ambiental, pero que también ha sido criticado por el repunte de las plantaciones de banano, muy contaminante según los ecologistas.
De ahí que el uso de métodos alternativos sea bien visto por parte de los grupos de presión, pues ya en el Caribe costarricense 10.000 hectáreas sembradas de banano están protegidas con feromonas.
Según Dennise Alpízar, entomólogo del Ministerio de Agricultura y Ganadería de Costa Rica, la gran ventaja de las feromonas es que no dañan la fauna benéfica ni el equilibrio ambiental, pues atacan directamente al insecto dañino.
Chemtica nació hace ocho años y su producción de feromonas se ha aplicado en plantaciones de banano, algodón, maíz, caña de azúcar, hortalizas, melón, palma aceitera, dátiles, papa y tomate en todo el mundo.
"Para nosotros es un gran logro estar aplicando estos conocimientos desde América Latina, pues anteriormente las feromonas sólo eran fabricadas en Estados Unidos, Canadá y Europa", dijo la química Liliana García, gerente de Chemtica.
García y su esposo, el canadiense Allan Oehlschlager, fundaron esta compañía, en la que trabajan sólo 12 personas y reproduce en su laboratorio las feromonas de los insectos.
Para controlar una plaga, lo primero que hacen los investigadores es atrapar al insecto que está causando problemas y estudian la estructura química de la feromona que lo atrae.
Una vez detectada la feromona, ésta se reproduce en el laboratorio y se coloca en trampas -la mayoría con forma de embudo- , a las cuales llega el insecto atraído por la sustancia, por lo que cae en el recipiente y no puede salir.
Los empresarios de plantaciones locales también ven con buenos ojos el uso de este método, pues han comprobado que mientras las feromonas cuestan 80 dólares anuales por hectárea, fumigar la misma área con plaguicidas puede ascender a 200 dólares anuales. (FIN/IPS/nms/ag/en/99