Haile Gebrselassie tenia siete años y estaba en la cabaña de su familia, en Etiopía, cuando escuchó una transmisión por la radio a transistores que iba a cambiar su vida.
Un excitado locutor describía la victoria del corredor etíope Miruts Yifter en la final de los 10.000 metros de las Olimpíadas de 1980, en Moscú. Gebrselassie se entusiasmó, y dijo que aprendería a correr para ganar una medalla de oro.
Eso se hizo realidad 16 años después, cuando ganó la carrera de 10.000 metros en los Juegos Olímpicos de Atlanta. Gebrselassie posee actualmente las mejores marcas en los 5.000 y 10.000 metros.
Esta especie de fábula configura el argumento de la película semidocumental "Endurance" (Resistencia), sobre la vida de Gebrselassie, dirigida por Leslie Woodhead, producida por Edward Pressman y Terence Malick, y distribuida por la empresa Disney, que se estrena este viernes en Nueva York y Los Angeles.
Quien hoy es considerado el mejor corredor de fondo del mundo no fue diferente de muchos niños de Africa Oriental, que también aspiran a correr y ser campeones, como los jóvenes estadounidenses sueñan con ser astros de básquetbol o los brasileños de fútbol.
La competencia en carreras de fondo es una tradición en Etiopía desde que Abebe Bikhali ganó la maratón olímpica en Roma en 1960. Pero la persistencia de Gebrselassie y su voluntad de resistir lo hicieron sobresalir en un país de grandes atletas, como demuestra el filme.
El filme muestra cómo el joven Haile, el octavo de 10 hijos de una familia campesina, corría todos los días 10 kilómetros de ida y vuelta a la escuela, con sus libros bajo el brazo y los pies desnudos, por barrancos, senderos polvorientos, campos de hierbas altas y planicies.
Sobrias pero atrayentes tomas de la campiña etíope despliegan una belleza seca y contribuyen al realismo de la película.
Recordando su niñez, dijo que el tema de la película es "la lucha entre la vida humana y el resto de la naturaleza".
También puede decirse que es la historia de la voluntad de un hombre que logró realizar su sueño, pero además el director muestra el lado humorístico de la vida de Gebrselassie.
En su peregrinación mensual de casi 20 kilómetros al mercado para comprar y vender ganado, el joven Haile recibió el encargo de llevar a la casa un nuevo toro, porque era el único que podía dominarlo cuando estaba encadenado o correr para atraparlo si se escapaba.
Su padre se quejaba de que corriera por la campiña, y habría preferido que estudiara. La forma en que refunfuña y asegura que Haile "no se ganará el sustento corriendo" es mostrada con ironía, ya que el éxito de Gebrselassie le ha proporcionado ingresos millonarios.
La película tambien capta la pasión, casi obsesiva, de los corredores de larga distancia.
Enfatiza la respiración regular del atleta, el rítmico sonido de sus pies y la constante excitación, desde las primeras escenas, ambientadas con una cuidada banda sonora de música tradicional africana, hasta las secuencias en el estadio olímpico de Atlanta, sacudido por el aplauso de una multitud entusiasta.
La mayor parte de los 83 minutos del filme están dedicados a la infancia de Gebrselassie, y los aficionados a las carreras que deseen ver muchas filmaciones de competencias pueden quedar desilusionados.
La película, que es austera en el empleo de diálogos, es un orgulloso retrato de la cultura etíope, incluyendo escenas emotivas como la de una aldea entera que rompe a lllorar durante el funeral tradicional de la madre de Haile, que murió cuando él tenía 10 años.
En el elenco no sólo figura el propio Gebrselassie, sino también su familia, incluyendo a nueve hermanos y hermanas, y a numerosos primos. Una hermana del atleta hace el papel de su madre, y un sobrino lo personifica cuando era niño.
"Ninguno de ellos es actor, y ni siquiera tienen un televisor. Sólo estaban recordando como se sentían", señaló Woodhead en una entrevista.
La familia de Haile vivía en condiciones de extrema pobreza, en una granja al sur de Addis Abeba. Impulsado por la férrea voluntad de su padre, el joven Haile debió trabajar duramente en el campo.
Gebrselassie fue recibido en Addis Abeba por un millón de personas tras su victoria olímpica en Atlanta, y actualmente no puede caminar por las calles de la capital sin verse rodeado de una muchedumbre de admiradores.
El corredor decidió aprovechar su popularidad con propósitos caritativos, sirviendo como embajador del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo en su país y apoyando la "carrera contra la pobreza" (como él la llama) de esa agencia.
"Yo corro por mi gente", ha declarado Gebrselassie, quien todavía vive en Addis Abeba y afirma que siente nostalgia cada vez que se aleja de Etiopía por más de un mes. (FIN/IPS/tra- en/km/fah/mk/ego/mp/cr/99)