El inversor internacional George Soros puso en jaque a la economía de Argentina al opinar que su moneda "está sobrevaluada", en momentos en que el gobierno está en retirada, se agolpan reclamos de diversos sectores y el mantenimiento de la convertibilidad está en discusión.
Los dichos de Soros, estadounidense de origen húngaro y dueño de los fondos Quantum que administran más de 24.000 millones de dólares, asestaron un duro golpe al gobierno de Carlos Menem cinco meses antes de los comicios presidenciales que pondrán fin a su segundo mandato, cuando el poder se le escurre de las manos.
Los dichos coincidieron con una conjunción de recesión económica (producto de la crisis financiera del sudeste asiático y Rusia y la devaluación en Brasil), una escalada de reclamos proteccionistas de industriales, amenaza de huelga agropecuaria por la caída de precios, y quejas por recortes presupuestarios.
En las últimas dos semanas, dos ministros dejaron en evidencia, al renunciar, la debilidad del gobierno de Menem.
Una fue la ministra de Educación, Susana Decibe, que se retiró cuando el gobierno dispuso un drástico recorte a su área y se desató una ola de huelgas en escuelas y universidades.
El segundo fue el ministro de Trabajo, Antonio Erman González, quien debió admitir que cobraba una jubilación de 8.200 dólares mensuales además de su sueldo de ministro, en momentos en que 85 por ciento de los hogares integrados por dos jubilados subsisten con menos de 500 al mes.
Soros, que tiene más de 730 millones invertidos en Argentina, aclaró este lunes que sus referencias acerca de la sobrevaluación del peso, la moneda local, no implican que esté procurando una devaluación o que esté especulando contra la unidad monetaria.
Según aclaró este lunes a través del rotativo Clarín y mediante un fax al presidente Menem, su idea es que "una devaluación tendría consecuencias sumamente adversas" para el país, que mantiene la paridad entre peso y dólar desde 1991.
No obstante, el inversionista reiteró que debido a la devaluación del vecino Brasil, principal cliente comercial de Argentina, la producción nacional perdió competitividad, por lo que se deben bajar costos y reducir impuestos como alternativa a una devaluación.
Argentina vende 30 por ciento de sus exportaciones a Brasil, y la crisis en ese mercado resultó un golpe de gracia para la producción de algunos sectores ya afectados por la caída de precios en el mercado internacional y por las devaluaciones en el sudeste asiático.
Desde enero, la producción industrial retrocedió, el país ingresó en un período de tasas negativas de crecimiento y el desempleo aumentó, en un ambiente de disconformidad generalizada entre empresarios, productores rurales, empleados públicos, docentes y jubilados.
Las primeras reacciones de desconfianza de los mercados por la situación argentina comenzó la semana última, cuando el ex ministro de Economía Domingo Cavallo señaló que una forma de salir del régimen de convertibilidad, ideado por él mismo en 1991, era dejar flotar el peso libremente, pero, aclaró después, no en el corto plazo.
Pero cuando el ex funcionario intentó restar dramatismo a su recomendación, ya era tarde. El miércoles la Bolsa de Comercio bajó en promedio casi cinco por ciento y los consultores económicos locales recibieron gran cantidad de llamados por dudas respecto del futuro del régimen que disciplinó la economía.
El gobierno, dirigentes y economistas de la oposición, que podría ganar las elecciones de diciembre, bancos de inversión internacional y hasta el Fondo Monetario Internacional, desestimaron el viernes la posibilidad de una devaluación, o de un abandono de la convertibilidad.
Argentina tiene 30.000 millones de dólares de reservas para sostener la circulación monetaria, su deuda externa, si bien es elevada, tiene vencimientos de mediano y largo plazo, y existen seguros de liquidez y encajes inmovilizados en el Banco Central que garantizan defensas ante una corrida cambiaria.
En 1991, mediante la Ley de Convertibilidad que impulsó Cavallo como ministro, la economía se estabilizó y el gobierno se ató las manos al no poder emitir dinero. Sólo está permitido tener un peso por cada dólar de reserva depositado en el Banco Central.
Esta semana, para dar una señal de confianza a los inversores, el oficialismo intentará aprobar en el Congreso legislativo una nueva ley de convertibilidad pero esta vez fiscal, a fin de que el gobierno se comprometa a no gastar ni a endeudarse más allá de sus reales posibilidades.
El economista argentino Ricardo López Murphy coincidió este lunes con Soros en el sentido de que la economía perdió competitividad por la devaluación brasileña, y antes que eso por la caída de los precios internacionales de la producción que este país exporta, básicamente productos agropecuarios y combustible.
"Se trata de una situación extremadamente adversa", admitió López Murphy, quien, no obstante, coincidió con practicamente todos los economistas, de los más diversos signos, en que el país no está en condiciones de abandonar el sistema de convertibilidad, ni tampoco de devaluar la moneda.
"Eso sería como resolver un problema de alto endeudamiento suicidándonos", graficó dramáticamente López. (FIN/IPS/mv/mj/if/99