YUGOSLAVIA: Muertes de bebé y periodista son 'daños colaterales'

En tan sólo 24 horas, el editor de un periódico disidente fue asesinado en las calles de Belgrado y un bebé yugoslavo de 11 meses murió en un tren que recibió el impacto de un misil de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).

Ambas víctimas son los rostros desagradables y ocultos de lo que los corresponsales de guerra y los portavoces militares llaman ahora "daños colaterales".

Carreteras, vías férreas, puentes, fábricas, edificios, casi todo lo que existe en Yugoslavia se convierte gradualmente en "objetivo militar" para los generales de la OTAN, que parecen desesperados por la escalada del conflicto que, probablemente, no debía durar tanto.

El misil de la OTAN cayó sobre el tren que iba de Belgrado a Skopje a las 11:45 del lunes. Murieron 10 personas y al menos 16 resultaron heridas.

Un corresponsal estadounidense, Steven Erlanger, informó que esas personas "fueron desafortunadas" por encontrarse en ese lugar a esa hora, sin mencionar que uno de los muertos fue un bebé llamado Bojana Tasovic.

El portavoz de la OTAN, Jamie Shea, aseguró en su informe diario que la intención no había sido atacar al tren sino a una línea "vital" de provisión del ejército de Yugoslavia. Shea tampoco mencionó al bebé.

Slavko Curuvija, ex jefe editor de Nasa Borba, el primer diario independiente de Belgrado y fundador del Dnevni Telegraf en 1995, fue asesinado frente a su casa el domingo de tarde por "agresores desconocidos", según un informe policial. Sin embargo, los titulares de Belgrado no mencionaron el asesinato.

Una fuente informó a IPS que tres hombres jóvenes le dispararon a Curuvija en la espalda, luego de haber golpeado a la mujer que lo acompañaba. Los desconocidos desaparecieron sin dejar rastro.

La OTAN y Yugoslavia se acusan mutuamente de mentir y exagerar, mientras que los habituales "expertos" analizan la "guerra de información" como si se tratara de otro tecnicismo en medio de un conflicto que cada vez es menos técnico y más sangriento.

Son pocos los que están interesados o pueden investigar los verdaderos números de refugiados, desplazados y sin techo, o comunicar el sufrimiento humano y las posibles consecuencias a largo plazo de esta guerra para ambos lados del "frente", que en el caso de Belgrado significa el cielo.

La imposibilidad de conseguir datos en forma independiente facilita la tarea de los guerreros de la información, que difunden todo tipo de rumores sin confirmar, entre los que figuran casi un millón de albaneses escapados de Kosovo, 30.000 refugiados desaparecidos, la deserción de pilotos de la OTAN, y la violación de mujeres albanesas por parte de soldados serbios.

Esta técnica es tan vieja como la guerra misma. "La conducción de la guerra se basa en el engaño", escribió hace 1.500 años Sun Tzu, un estratega chino.

El estratega militar alemán Karl von Clausewitz sostenía, al comienzo del siglo pasado, que la mayor parte de la información de la guerra es contradictoria, fraudulenta e incierta, y que hay una tendencia deliberada a creer y exagerar lo malo.

"La historia del periodismo nos enseña que la primera vez que hubo censura militar oficial de notas periodísticas fue en Gran Bretaña en 1854, cuando las fuerzas británicas enfrentaban los fuertes combates de los soldados rusos durante la guerra de Crimea", rezaba este lunes una declaración de la oficina de prensa del ejército de Yugoslavia.

La declaración también recuerda que "27 corresponsales de guerra privilegiados" fueron seleccionados para ir a bordo de los barcos de la marina británica en la "guerra colonialista de Gran Bretaña contra Argentina por las islas Malvinas" en 1982, y sus historias eran supervisadas por censores militares.

Los corresponsales de la guerra del Golfo contra Iraq, en 1991, recibieron una lista de temas prohibidos según un Código de Conducta de los Corresponsales Acreditados elaborado por el comando aliado, y no se les permitía conducir operaciones de campo en forma independiente.

Cada gobierno desea que los corresponsales de su país apoyen sus iniciativas e informen la "verdad" según sus oficiales militares. Suele prohibirse la difusión de datos que puedan debilitar los esfuerzos de la guerra o desilusionar a la población.

La legislación de Serbia prohíbe en forma explícita toda información que contribuya a la propagación del "derrotismo".

Parecería que otra "práctica de los tiempos de guerra", aunque menos reconocida que la anterior, fue la que causó la muerte de Curuvija.

El Dnevni Telegraf llegó a tener una circulación de más de 100.000 ejemplares entre noviembre de 1996 y marzo de 1997, su mejor momento, a la par de las protestas públicas contra el fraude electoral.

El éxito es notable teniendo en cuenta que Serbia es pobre y la mayoría de la gente obtiene su información de la televisión.

En 1998, Curuvija fundó Evropljanin (El Europeo), un semanario simpatizante de Occidente con un plantel de columnistas muy agudos y fuertemente críticos del presidente de Yugoslavia, Slobodan Milosevic.

El semanario cerró por no tener fondos suficientes para pagar una multa de 200.000 dólares por difamación, cargo que le impuso un tribunal a raíz de la publicación de una carta abierta en la que se culpaba a Milosevic por las miserias del país.

Mira Markovic, esposa de Milosevic y líder de la neocomunista Unión de la Izquierda de Yugoslavia, acusó a Curuvija de traicionar "el interés nacional", a principios de noviembre.

Markovic aseguró que Curuvija le había dicho que "Serbia debería ser bombardeada (por la OTAN) así los serbios entran en razón". La declaración fue mencionada nuevamente la semana pasada, sin motivo aparente.

Curuvija, asesinado frente a su casa, y Bojana, que murió en el tren, son sólo dos personas de los millones cuyas vidas se cruzaron con la sobrecogedora retórica del poder y la guerra, que las llama "desafortunadas" durante uno o dos días, hasta que otra tragedia ocupe la tapa de los diarios. (FIN/IPS/tra-en/vpz/ak/ceb/aq/ip-cr/99

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