La decisión de Estados Unidos de no destruir sus muestras del virus de la viruela dividió a expertos en salud pública y grupos de desarme, y la Organización Mundial de la Salud (OMS) debatirá el asunto el próximo 17 de mayo.
La mayoría de los especialistas en salud creen que el virus debe ser totalmente destruido para eliminar el riesgo de un rebrote de la enfermedad, pero otros consideran que su conservación puede permitir descubrimientos beneficiosos para la salud humana.
Mientras, los activistas en favor del desarme temen en general que las muestras conservadas puedan utilizarse como armas biológicas, aunque algunos apuntan al riesgo de no poder neutralizarlas si se destruyen totalmente las reservas.
Al anunciar la medida, el presidente Bill Clinton arguyó que la eliminación total del virus podría dañar intereses científicos, sanitarios y de seguridad nacional.
La decisión del día 22, alcanzada tras un largo debate interno, contradice la promesa de Washington en 1996 de destruir sus reservas del virus antes de junio de este año, como parte de un plan de la OMS para la eliminación final del microbio.
La Asamblea Mundial de la Salud, órgano ejecutivo de la OMS, debatirá el tema en su próxima reunión, que se realizará en Ginebra el 17 de mayo.
Aunque la mayoría de los miembros de la organización están a favor de la destrucción de todas las reservas existentes, el asunto dividió a expertos en salud y grupos de desarme.
La viruela, una enfermedad eruptiva y altamente contagiosa, tiene una mortandad de 30 por ciento. Unos 500 millones de personas murieron de viruela entre 1900 y 1978, año en que se informó sobre el último caso, en Somalia.
La enfermedad se consideró erradicada en 1980 gracias a la más exitosa campaña mundial de vacunación de la historia, que fue supervisada por la OMS y gobiernos nacionales.
Desde entonces, las reservas de laboratorio fueron eliminadas en muchos países, pero se teme que no todas hayan sido reportadas.
Muchos expertos temen que las existencias del virus que guardaba la antigua Unión Soviética hayan salido del Centro Estatal de Investigación sobre Virología y Biotecnología (su principal instalación de armas biológicas) o de Vector, en la ciudad siberiana de Koltsovo.
"Hay razones para creer que hay otras instalaciones en Rusia con reservas" del virus de la viruela, declaró Amy Smithson, especialista en desarme y directora del Centro Henry L. Stimson, de Washington.
La Casa Blanca llegó a una conclusión similar. "La decisión refleja nuestra inseguridad sobre que, al destruir todas las reservas declaradas en Atlanta y Koltsovo, estemos eliminando todas las muestras del virus de la viruela que restan en el mundo", declaró el portavoz de Clinton, Joe Lockhart.
Oficialmente, existen sólo dos laboratorios con reservas del virus: el Vector, en Rusia, y el Centro Estadounidense para Control y Prevención de Enfermedades, en Atlanta.
La OMS recomendó en 1996 la destrucción de las muestras, pero dejó la decisión final pendiente de nuevos estudios científicos.
Moscú se opuso a la destrucción, con el argumento de que enfermedades infecciosas como la viruela nunca deberían considerarse completamente erradicadas, y Washington, que al principio apoyó la recomendación de la OMS, cambió de opinión ahora.
Clinton citó dos nuevos informes independientes del Instituto de Medicina de la Academia Nacional de Ciencias, de Estados Unidos, según los cuales la conservación del virus podría llevar a "nuevos e importantes descubrimientos con verdadero potencial para mejorar la salud humana".
Tales descubrimientos incluirían el desarrollo de nuevas drogas antivirales para prevenir un eventual brote de la enfermedad y también formas de protección contra enfermedades que atacan el sistema inmunitario, como el sida, dicen los informes publicados el mes pasado.
Gran parte de la preocupación por la supervivencia del virus de la viruela fuera de los centros declarados de Rusia y Estados Unidos se basa en informes de un antiguo funcionario de Vector, Ken Alibek, quien desertó y se refugió en Estados Unidos en 1992.
En un libro y en testimonios brindados en Washington, Alibek sostuvo que la Unión Soviética produjo "toneladas del virus de la viruela" y otras enfermedades durante la guerra fría.
Añadió que Rusia injertó genes de otros virus al de la viruela para producir una variedad resistente a las vacunas, y expresó su convencimiento de que el programa soviético de armas biológicas no ha sido completamente desmantelado.
"Su relato es muy convincente", dijo Smithson, y subrayó que muchos de los científicos rusos que trabajaron en el programa están ahora desempleados o subempleados.
"¿Cuánto tiempo podrán resistir si gobiernos y grupos subnacionales golpean a sus puertas ofreciéndoles mucho dinero?", preguntó.
Un nuevo brote de viruela podría cobrar un número temible de víctimas en una población que nunca fue vacunada, pero numerosos expertos en salud y activistas del desarme temen por la decisión de conservar las reservas del virus.
"Deberíamos trabajar para eliminar la investigación sobre armas biológicas", manifestó Joe Cirincione, de la Fundación Carnegie para la Paz Internacional.
"Mantener algo como esto genera la impresión de que estamos protegiendo nuestras apuestas, y eso estimula a otros a hacer lo mismo", agregó.
"Lo encuentro muy lamentable", declaró Donald Henderson, un antiguo asesor científico de la Casa Blanca que lideró la campaña para destruir las muestras.
"De todos los organismos que podrían ser usados para 'bioterrorismo', éste es probablemente el más formidable, y creo que deberíamos hacer todo lo posible para mitigar el riesgo de que el virus sea liberado en cualquier momento y de cualquier forma", expresó Henderson.
Michael Moody, experto del Instituto para el Control de Armas Químicas y Biológicas, de Virginia, concordó en que la decisión de no destruir las reservas representa un serio riesgo.
Sin embargo, observó, "el riesgo de la eliminación final podría ser mayor, dado que no sabemos nada sobre la producción y destrucción de otras reservas". (FIN/IPS/tra-en/jl/mk/mlm/he ip/99