La economía mexicana deja atrás pronósticos pesimistas y avanza estable hacia su prueba de fuego, el proceso de sucesión presidencial en el 2000.
A diferencia del pasado, cuando un año antes de la elección de un nuevo presidente casi siempre se presentaron signos de inestabilidad económica y vaticinios de crisis, las señales son ahora de optimismo.
Reservas internacionales fuertes, inflación descendente, balanza comercial deficitaria pero manejable, perfil de vencimientos de deuda externa más allá del 2001, moneda fortalecida y tasas de interés a la baja son parte del actual panorama.
Apoyan esa perspectiva el aumento de los precios del petróleo, producto que financia la tercera parte del presupuesto del Estado.
El barril de crudo mexicano, que en diciembre se vendió en nueve dólares, este lunes se cotizó en 14,10, el valor más alto desde noviembre de 1997.
Basados en el entorno internacional, donde los problemas financieros no se disipan del todo, el presidente Ernesto Zedillo y los empresarios previeron en enero que 1999 sería un año difícil, mientras los analistas altertaron del impacto que tendría sobre la economía el aumento de la temperatura política.
Más de un año antes de la elección presidencial ocho líderes de los tres principales partidos políticos del país se declaran ya como precandidatos y algunos prometen que de llegar al cargo revolucionarán la economía del país, que aunque estable en cifras, alberga a más de 40 millones de pobres.
No habrá crisis de fin de sexenio (tiempo que dura el cargo del presidente), pues los indicadores son estables y al alza, repite periódicamente el secretario (ministro) de Hacienda, José Gurría.
En México, los primeros meses de gestión de un nuevo mandatario siempre se vieron signados por fuertes ajustes económicos.
Los analistas no confían del todo en que ese escenario no se repetirá en el futuro inmediato, pues creen que antes de la elección presidencial, programada para julio del 2000, muchos inversionistas podrían sacar sus dólares y con ello desatar inestabilidad.
"Hay que tener cuidado, pues en estas circunstancias es muy fácil sobregirarse en el optimismo", advirtió el analista del diario Reforma Enrique Quintana.
Una encuesta realizada a especialistas y empresarios por el Banco Central entre el 22 y el 29 de marzo demostró que el pesimismo de inicio de año sobre la economía mexicana se revirtió completamente.
Cerca de 70 por ciento de los entrevistados había dicho en enero que la economía empeoraría en los seis meses siguientes. En marzo sólo tres por ciento dio esa respuesta.
Cuando se preguntó en enero si en ese momento era conveniente invertir, sólo tres por ciento de los encuestados dijo que si. En marzo, en cambio, 45 por ciento recomendó invertir.
"Todo parecen ser buenas noticias, por lo que resulta difícil a veces no sentirse seducidos por la perspectiva favorable que como efecto de bola de nieve empieza a ser compartida por más y más expertos", apuntó Quintana.
Según el analista de la cadena de televisión Azteca Sergio Sarmiento, no hay indicaciones de que la recuperación de este año sea artificial, pero "persiste la duda sobre lo que sucederá en el 2000".
"Las crisis de fin de sexenio han sido tan recurrentes que muchos inversionistas nacionales y extranjeros probablemente retirarán dinero del país el año que viene independientemente de cuáles sean las circusntancias económicas reales", alertó.
El gobierno niega que eso vaya a suceder y si sucede, afirma, no provocará mayor problema, pues las reservas internacionales del país superan hoy los 30.300 millones de dólares y van al alza.
Además, afirma que la inflación de este año será menor a 15 por ciento, el crecimiento de la economía de tres por ciento mínimo y el déficit presupuestario no superará el dos por ciento. Todo está en orden, enfatizan. (FIN/IPS/dc/dg/if/99)