Las dos mayores agencias de asistencia de Japón se fusionarán en octubre para dar paso a uno de los mayores organismos de crédito del mundo.
La nueva entidad, que será denominada Banco de Japón para la Cooperación Internacional (JBIC), contará con una capacidad financiera equiparable a la del Banco Mundial.
Desde ya, organizaciones no gubernamentales (ONG) nacionales, en particular ecologistas, comenzaron a reclamar reglas claras y transparencia del proyectado organismo, para evitar que financie proyectos no sustentables y aplique políticas contrarias a los intereses de los países asistidos.
En 1995, el parlamento aprobó una ley apoyando la integración del Banco de Importación y Exportación y el Fondo Económico Corporativo de Ultramar (OECF), que otorga préstamos en moneda nacional.
El JBIC tendrá un presupuesto de 24.500 millones de dólares, lo cual lo convertirá en la mayor financiera pública de proyectos de infraestructura en el mundo en desarrollo.
Ese monto no dista demasiado de los 28.600 millones de dólares en créditos prometidos para el año financiero 1998 (que vence en junio próximo) por el Banco Mundial. De ellos la institución multilateral desembolsó hasta ahora 25.500 millones.
La constitución del banco se enmarca en los esfuerzos de reestructuración del Estado emprendidos por el gobierno japonés.
Funcionarios gubernamentales señalaron que la creación de la nueva institución no afectará las políticas de asistencia nacionales, aunque sí reducirá los costos gerenciales del Estado.
Las 35 filiales de ultramar del Banco de Importación y Exportación y la OECF serán consolidadas en una red de 28, incluyendo dos nuevas oficinas en Singapur y Lima.
El JBIC será financiado mediante el presupuesto estatal para instituciones afiliadas al gobierno, con cuentas separadas para sus dos áreas clave de operaciones, asistencia oficial al desarrollo (ODA) y actividades extraoficiales.
Las actividades extraoficiales cubren negocios del Banco de Importación y Exportación, que proporciona créditos para el comercio y las finanzas ligados a proyectos de inversión financiera y préstamos destinados a la estabilización del sistema financiero internacional, entre otras modalidades.
Los supervisores de la asistencia privada se muestran cautamente optimistas acerca de la fusión, al estimar que podría significar un cambio positivo si se la conduce correctamente.
Para el analista Keisuke Omura, la operación refleja el deseo del gobierno japonés de dar mayor eficacia al manejo del mayor presupuesto mundial de asistencia.
"La medida marca una nueva era en la ODA japonesa, que hasta ahora tendía a seguir los pasos del Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional (FMI). Ahora Tokio está diciendo a los países en desarrollo que los préstamos que otorgue se harán bajo sus condiciones", comentó.
El nuevo banco será quien lleve a cabo numerosos programas bajo el plan Miyazawa, lanzado el año pasado por el ministro de Finanzas Kiichi Miyazawa para ayudar a los países del sudeste asiático que luchan para mitigar la severa recesión. Miyazawa prometió 30.000 millones de dólares con ese fin.
Omura también señaló que, por primera vez, Miyazawa dijo al gobierno indonesio, uno de los mayores beneficiarios del paquete de ayuda y de la asistencia japoonesa, que Tokio pondrá en vigor un programa de vigilancia sobre esos préstamos.
El hecho de que los créditos también estén destinados a respaldar reformas de mercado en lugar de extenderse a proyectos ODA tradicionales revela igualmente un cambio en la política japonesa de asistencia, tradicionalmente dirigida al desarrollo de infraestructuras y a mejorar el nivel de vida de las poblaciones.
El banco también espera mejorar lo que considera el aspecto más débil de instituciones de crédito como el FMI, especialmente a raíz de la ola de críticas sobre las políticas prescritas por el Fondo a las economías asiáticas.
La OECF ha sido atacada por ONG por apoyar proyectos hidroeléctricos, como costos diques, cuya construcción supone el deplazamiento de comunidades y afecta el ambiente en países en desarrollo.
Algunos críticos estimaron asimismo que pese a manejarse con los mismos criterios que el Banco Mundial la OECD tiene sólo una décima parte del personal de esa institución.
"La situación empeorará con el nuevo banco, porque no tiene planes para incrementar programas de investigación destinados a mejorar su contabilidad", afirmó Ikuko Matsumoto, de la filial japonesa de la asociación ecologista Amigos de la Tierra.
Las ONG pretenden que el gobierno adopte medidas para asegurar la transparencia del JBIC y lep rohiba financiar proyectos que no apunten a lograr un desarrollo sostenible de los países asistidos.
Matsumoto urgió al gobierno a revisar una decisión adoptada el año pasado para aumentar el número de préstamos vinculados, que exigen a los beneficiarios de la ayuda que trabajen con compañías japonesas.
"Queremos una descripción clara de cómo trabajará el banco para proteger el ambiente en los países en desarrollo, un área de la cual se carece de toda información", añadió. (FIN/IPS/tra-en/sk/js/ego-dg/dv-if/99)