El asesinato del obispo de Guatemala Juan Gerardi ocurrió hace hoy un año y sigue en la impunidad, mientras la Iglesia Católica exige el esclarecimiento del crimen y rechaza amenazas y calumnias.
Los obispos e integrantes de la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado, que Gerardi presidió en vida, exigen el esclarecimiento del crimen y han recibido permanentes amenazas, tanto por teléfono como en sus domicilios, así como intimidación por personas que los siguen en vehículos con vidrios polarizados.
En la multitudinaria misa a un año del asesinato de Gerardi que se celebró el domingo participaron 19 obispos de toda América, más de 300 sacerdotes y delegados del Consejo Episcopal Latinoamericano y unos 60.000 guatemaltecos que llenaron la Plaza de la Constitución y parte del Parque Centenario de esta capital.
Gerardi fue asesinado el 26 de abril de 1998 en la cochera de la iglesia San Sebastián, donde residía, 48 horas después de que presentara un informe sobre violaciones de derechos humanos cometidos durante 36 años de guerra civil y que atribuyó al Ejército los peores episodios.
El rostro y cráneo del obispo fueron destrozados con un trozo de concreto.
Grupos de derechos humanos denunciaron irregularidades en la investigación policial y fiscal ya en la escena del crimen.
El gobierno rechazó la hipótesis de crimen político, lo cual lo llevó a aceptar la teoría del crimen pasional o doméstico, impulsada por el ex fiscal Otto Ardón y el antropólogo español Manuel Reverte.
Siguiendo esa hipótesis, en julio se detuvo al sacerdote Mario Orantes, que compartía la residencia con Gerardi y que permaneció siete meses encarcelado, luego de lo cual esa teoría se derrumbó.
Entonces surgió otra teoría: que Orantes y el obispo Efraín Hernández estaban involucrados en el robo de imágenes y pinturas religiosas en complicidad de la banda "Valle del Sol".
Mientras, la teoría del crimen político, sostenida por la Iglesia Católica y organizaciones de derechos humanos, sigue sin ser aceptada oficialmente ni investigada en profundidad.
Según esta hipótesis, el crimen fue consecuencia del informe presentado por Gerardi dos días antes del asesinato, en el que involucra al Estado Mayor Presidencial, cuerpo de elite del Ejército a cargo de la seguridad del mandatario y su familia.
En la misa del domingo, el obispo Gerardo Flores dijo que Gerardi "fue un hombre que buscó la luz de la verdad y rechazó las tinieblas del pasado".
"El soñaba con contribuir a la construcción de un país distinto. Amó la verdad y desenmascaró el motivo de quienes creyeron que podían seguir cometiendo horrores en las tinieblas", dijo.
La indígena Juana María Xicaj, que salió el domingo a las cuatro de la mañana de Quiché (noroeste) con un grupo de 500 personas para asistir a la misa, dijo al diario El Periódico que Gerardi impulsó la organización de su comunidad.
"Cuando estuvo en Quiché siempre tuvo problemas con los militares porque ellos pensaban que nos estaba organizando para la guerrilla. Siento tanto dolor por su muerte que hasta llorar y rezar por él es muy poco", dijo. (FIN/IPS/cz/mj/ip hd/99