FILIPINAS: Mujeres "invisibles" no logran superar la crisis

Leonida Antonio siempre estuvo acostumbrada a una vida difícil, en especial luego de que su esposo fue despedido de un organismo público de Filipinas y comenzó a realizar pequeños trabajos ocasionales.

Tenían tres hijos para alimentar, vestir y educar, y Leonida inmediatamente comenzó a procurar nuevos medios para aumentar el ingreso familiar.

Su habilidad para las artesanías fue de gran ayuda, y pronto logró organizar a un grupo de mujeres de su barrio, en las afueras de Manila, para elaborar piezas de encaje.

Para comienzos de 1997, Leonida y sus vecinas habían encontrado un mercado interesante. Finalmente, parecía que la vida iba mejorando.

Pero eso fue antes del estallido de la crisis asiática, en julio de 1997. Actualmente, mujeres como Leonida enfrentan de nuevo grandes dificultades para mantener a sus familias.

"Nuestros pedidos disminuyeron, y nuestra materia prima es ahora mucho más cara", lamentó Leonida, coordinadora regional de la Asociación Nacional de Trabajadoras del Hogar, que reúne a unas 8.000 mujeres.

La globalización perjudicó a este tipo de trabajadores. "Ahora debemos competir con las rápidas máquinas de Japón", dijo Leonida.

Es improbable que la situación de mujeres como Leonida mejore a corto plazo. Jeanne Frances Illo, investigadora asociada del Instituto de Cultura Filipina del Ateneo de la Universidad de Manila, afirmó que casi todos los hogares son ahora más pobres que antes del estallido de la crisis.

A fines de 1998, más familias cayeron por debajo de la línea de pobreza, agregó Illo.

Según la Junta Nacional de Coordinación Estadística, ya había 4,5 millones de familias pobres en 1997, equivalentes a una tasa de pobreza de 32,1 por ciento, en una población de casi 70 millones.

Aunque ninguna clase social escapa a la pobreza, ésta afecta más a las mujeres, y esto tiene graves consecuencias porque numerosas familias filipinas están encabezadas por mujeres y dependen de su ingreso.

Sólo entre 1988 y 1991, el número de hogares dirigidos por mujeres en el país asiático aumentó 18 por ciento a casi 170.000, en comparación con un incremento de 13 por ciento en las familias con hombres jefes de hogar, que totalizan 1,03 millones.

Ahora hay más hogares encabezados por mujeres que nunca debido a la crisis, estimó Illo. En la mayoría de los casos, observó, los hombres perdieron su empleo y sus esposas debieron encontrar trabajo o inventárselo.

Pero incluso las ganancias de las mujeres pertenecientes a hogares encabezados por hombres son significativas en proporción al ingreso familiar total.

Un informe del Banco Asiático de Desarrollo de 1997 indicó que las ganancias de las mujeres en el sector informal a comienzos de los años 90 representaban entre 25 y 35 por ciento de los ingresos de una familia promedio.

La necesidad de al menos dos ingresos se volvió imperiosa en la mayoría de las familias desde que el costo de vida para un hogar de seis personas se situó en el equivalente a 10 dólares.

Sin embargo, en los últimos años aumentó también el desempleo femenino. Para abril de 1998, el número de mujeres desempleadas era de 1,8 millones, la cifra más alta desde 1995.

"La crisis provocó que un creciente número de mujeres se dedicaran a trabajos más vulnerables en el sector informal", observó Illo.

El trabajo informal no sólo tiene más riesgos por no estar sometido a las leyes laborales, sino que casi no existe para los planificadores de políticas.

No obstante, este sector "invisible" fue el que más creció en los últimos años. Sólo los trabajadores del hogar superan los seis millones (seis veces la cantidad de 1981), y de ellos 69 por ciento o 4,5 millones son mujeres.

Ya en 1995 había cinco millones de mujeres en el sector informal, o 56 por ciento de todas las mujeres empleadas, señaló Rosalinda Pineda, profesora de la Universidad de Filipinas.

De ellas, casi tres millones eran autoempleadas en pequeñas tiendas y otras microempresas, y otros dos millones trabajaban en sus hogares sin remuneración en tareas agrícolas, comercio minorista y servicios comunitarios, sociales y personales.

"Sólo por ser mujeres, su ingreso es considerado suplementario y se les asignan tareas repetitivas y monótonas", señaló Pineda.

No sorprende entonces que, según un estudio de la Organización Internacional del Trabajo de 1994, las mujeres que trabajan en sus hogares sufran dolores musculares, reacciones alérgicas y estrés. Esto se debe a una iluminación y ventilación inadecuadas, y a la presencia de elementos tóxicos.

En los tiempos que corren, tanto las mujeres asalariadas como las autoempleadas enfrentan el riesgo adicional de la extensión de la jornada laboral.

En el interior de Filipinas, devastado por el fenómeno climático de El Niño, "las mujeres cultivan alimentos para consumo en el hogar además de realizar tareas domésticas intensivas", señaló Illo.

Leonida y sus vecinas todavía se consideran afortunadas por tener algunos pedidos, pero otros grupos están completamente ociosos desde hace meses. (FIN/IPS/tra-en/pcij/cb/mlm/lb dv/99

Archivado en:

Compartir

Facebook
Twitter
LinkedIn

Este informe incluye imágenes de calidad que pueden ser bajadas e impresas. Copyright IPS, estas imágenes sólo pueden ser impresas junto con este informe