La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) cumple este domingo 50 años embarcada en una guerra sin freno en el centro de Europa, que aparentemente viola sus propias reglas y comienza a aterrorizar a la población del continente.
En la primera acción ofensiva de su historia contra un Estado soberano, la OTAN ha subrayado los principios extraterritoriales de los derechos humanos, pero puso también en jaque todos los principios jurídicos de las relaciones internacionales, según expertos en derecho.
El bombardeo de oficinas estatales en el centro de Belgrado, en la madrugada del sábado, causó estupor en Italia, donde se teme que la resistencia serbia provoque una intervención militar terrestre de la OTAN, y una inevitable carnicería humana.
El viceprimer ministro yugoslavo, Vuk Draskovic, recordó este sábado que "la última vez que Belgrado estuvo en llamas en Pascua (Semana Santa) fue en 1941, cuando Hitler la bombardeó".
Aunque destinado a destruir oficinas del Ministerio del Interior, el ataque sacudió un área densamente poblada de la capital yugoslava. Los edificios se encuentran a pocos metros del principal hospital de la ciudad y una maternidad, que fue evacuada.
Giorgio Tosi, especialista italiano en derecho internacional, reiteró que la acción militar de la OTAN viola las cartas de la Alianza atlántica y de la Organización de las Naciones Unidas (OTAN), y la propia Constitución italiana, que excluyen acciones militares ofensivas.
Tosi considera particularmente grave el quiebre del principio jurídico establecido desde el fin de la segunda guerra mundial, que otorga al Consejo de Seguridad de la ONU la responsabilidad por el mantenimiento de la paz internacional, establecido en los artículos 1, 5 y 7 del Tratado de la OTAN.
"Las intenciones del ataque de la OTAN pueden ser óptimas (fin de la violencia en Kosovo y protección de los civiles en fuga) pero el resultado es gravísimo: violación de los pactos suscritos y del derecho internacional", dice Tosi.
Por su parte, el ex primer ministro sueco Ingvar Carlson y el ex secretario general de la Mancomunidad británica, Shridath Ramphal, señalaron esta semana que jurídicamente los ataques son "una agresión en contra de una nación soberana".
Carlson y Ramphal inscriben los actos de la OTAN en una creciente tendencia internacional a asumir actitudes matonescas por parte de los países más poderosos, particularmente Estados Unidos.
Ambos políticos recordaron que en los días previos a la guerra, Estados Unidos impuso sanciones comerciales a la Unión Europea (UE) por su política de importaciones bananeras "en contradicción con las reglas de la Organizaciòn Mundial de Comercio".
El analista italiano Luigi Pintor estimó que Estados Unidos arrastró a sus socios de la OTAN a una guerra para restablecer una supremacía política, militar y económica amenazada por la creciente integración europea, en particular tras la unificación monetaria de 12 de los 15 países de la UE, en enero.
Un documento de trabajo de la OTAN publicado con motivo del 50 aniversario, señala que "la implementación de la integración monetaria europea alterará la posición de Estados Unidos, sacándolo de la situación de dominación que ha tenido (en el mundo) virtualmente desde el fin de la segunda guerra mundial".
El peso económico y comercial de la UE, y sus avances hacia una "planificación política y militar compartida" representan un "potencial de conflicto con Estados Unidos", agrega el documento.
Exponentes de centro e izquierda dentro del gobierno italiano están exigiendo al primer ministro Massimo d'Alema que impulse una iniciativa política europea para frenar el conflicto, pues de otro modo, la UE sería "esclava de Estados Unidos", según la ministra de Salud, Rosi Bindy, de orientación democristiana.
Pero el peso de Italia y otros países europeos parece ser mínimo, a juzgar por la rapidez con que las tímidas propuestas de suspender los ataques -formuladas por Atenas, Roma, Moscú y el Vaticano, son rechazadas por Washington.
Mientras tanto, el secretario general de la OTAN, Javier Solana, no se cansa de repetir que hay "total unidad" entre los miembros de la Alianza.
William Hyland, experto norteamericano en política internacional, estimó esta semana en el diario Washington Post que la única solución al conflicto consiste en que Estados Unidos convoque a una conferencia internacional que incluya a la UE, los países balcánicos, Rusia y Ucrania, para rediseñar el mapa de la región.
Idéntica propuesta hizo el ex primer ministro italiano y nuevo presidente designado de la Comisión Europea (brazo administrativo de la UE), Romano Prodi.
Pero tales propuestas ni siquiera merecen comentarios por parte de Solana y los jefes militares de la OTAN, que en sus diarias conferencias de prensa repiten siempre las palabras del presidente de Estados Unidos, Bill Clinton: el drama de Kosovo sólo se puede resolver con más bombas.
El ataque a las ciudades forma parte de una vieja estrategia militar anglo-norteamericana, que redujo a escombros la mayor parte de las grandes ciudades alemanas en la segunda guerra mundial, y su propósito es minar la moral de la población y provocar cambios políticos.
Pero la estrategia no funcionó en Alemania, donde la mayor parte de la población apoyó al régimen nazi hasta el último día de la guerra, y obligó a las fuerzas aliadas a una invasión terrestre que venció al precio de la destrucción total del país, y un saldo de 50 millones de muertos en Europa.
La corresponsal de IPS en Belgrado subraya que el efecto más visible de los ataques aéreos en Serbia ha sido la férrea unificación de la población alrededor del gobierno, compuesto por todas las fuerzas políticas, allí donde antes había solo divisiones y disputas.
Tal panorama, y una historia milenaria de sangrienta resistencia a los ocupantes extranjeros, justifica plenamente el terror de las madres de los soldados italianos destacados en Macedonia.
En una carta al Papa, las madres indican que sus hijos son apenas jóvenes desempleados de las regiones deprimidas del sur de Italia y no guerreros profesionales.
La parada militar programada por la OTAN para la próxima semana en Bruselas para celebrar su cumpleaños seguramente no será un acontecimiento alegre, al menos para quienes -como d'Alema- gobiernan países que ya sufren en carne propia la desestablización política, la invasión de los refugiados y el miedo. (FIN/IPS/ak/ag/ip/99