CHINA: Protesta por libertad de culto inquieta al gobierno

La protesta esta semana de miles de seguidores de una secta religiosa en medio de esta capital llamó la atención de las autoridades de China, que no habían visto ninguna manifestación numerosa en muchos años.

Además, el momento de la mayor protesta cívica en Beijing en 10 años no podría haber disgustado más al gobierno.

Unos 15.000 miembros de la secta religiosa Fa Lun Gong se reunieron el pasado domingo frente a la sede de la dirigencia del Partido Comunista, justo semanas antes del décimo aniversario de la masacre de Tiananmen, en que murieron cientos de activistas por la democracia.

En un año lleno de aniversarios de gran sensibilidad política, como los 50 años de la fundación de China comunista en octubre, las autoridades creen que han hecho todo lo posible para frenar manifestaciones de descontento social.

Hubo protestas esporádicas en ciudades del cinturón industrial de China, afectado por la recesión, pero la capital permaneció bastante estable. Algunas pocas fueron realizadas frente a Zhongnanhai, la residencia de los líderes del Partido Comunista.

Una de ellas tuvo lugar el año pasado, cuando gente estafada en un programa financiero se volcó a las calles en reclamo de una compensación gubernamental.

Pero la disciplinada y organizada manifestación de Fa Lun Gong fue la primera desde la masacre de Tiananmen, en junio de 1989, y los participantes no demandaban dinero ni trabajo, sino algo más amenazante para el Partido Comunista: libertad y reconocimiento de sus creencias.

La mayoría de los adherentes de la secta se negaron a hacer declaraciones a periodistas extranjeros, y los que lo hicieron negaron cualquier motivación política.

Sus pretensiones se limitan al reconocimiento de su movimiento, que ha sido catalogado por algunos académicos como "un culto peligroso".

Fa Lun Gong sostiene que puede curar enfermedades y promete "revertir la ola de maldad que azota a la humanidad". La secta incorpora técnicas de curación basadas en el "qi gong", la tradicional técnica china para cultivar la energía humana.

Sus líderes afirman que tienen cerca de 100 millones de seguidores en todo el país, aunque el gobierno estima que son 70 millones. La cifra es superior al número de miembros del Partido Comunista, que tiene 50 millones de afiliados.

El crecimiento de Fa Lun Gong desde comienzos de los años 90 forma parte de la proliferación de todo tipo de religiones que surgieron para llenar de cierto modo el vacío espiritual dejado por el virtual colapso del comunismo.

"Antes luchábamos por el comunismo con el libro rojo de Mao Zedong en la mano y emocionados hasta las lágrimas", recordó Liang Chunsheng, una anciana simpatizante de Fa Lun Gong.

"Pero la Revolución Cultural terminó con todo. La gente ahora debe buscar apoyo espiritual en algo distinto al Partido Comunista", dijo.

La mayoría de los adherentes de la secta proceden del estrato más bajo de la sociedad, constituido por obreros, mujeres jubiladas, funcionarios públicos y campesinos. La mayoría de los manifestantes del domingo eran residentes de Beijing, Tianjin y Dalian, pero otros eran claramente campesinos del norte.

Esto es lo que más preocupa al gobierno: los manifestantes no son disidentes ni intelectuales de libre pensamiento, sino personas que solían ser los más leales adeptos al Partido Comunista.

El movimiento parece aprovechar el profundo resentimiento público y el temor a lo desconocido, mientras China atraviesa grandes cambios sociales en su marcha hacia el capitalismo.

Los líderes comunistas no pierden de vista el importante papel que tuvieron las sociedades religiosas secretas en la caída de la última dinastía imperial, en 1911.

Sociedades previas como la de los Taipings y los Boxers asestaron un golpe fatal a la dinastía Qing a mediados de las décadas de 1850 y de 1900, abriendo paso a la desaparición del imperio.

Las autoridades tampoco olvidan que los Taipings y los Boxers eran en su mayoría campesinos, especialmente en el contexto del creciente descontento rural de los últimos años.

Las protestas de los campesinos se relacionan con impuestos arbitrarios, corrupción, abuso de poder y confiscación de tierras públicas por los gobiernos locales. La mayoría se queja de la indiferencia del gobierno ante sus demandas.

"Los campesinos reconocen que hay instituciones por las que canalizar sus inquietudes, pero por otra parte están bien preparados para usar la desobediencia civil con el fin de promover sus reclamos", comentó David Zweig, un experto en asuntos rurales de China que reside en Hong Kong. (FIN/IPS/tra-en/ab/ral/mlm/cr hd/99

Archivado en:

Compartir

Facebook
Twitter
LinkedIn

Este informe incluye imágenes de calidad que pueden ser bajadas e impresas. Copyright IPS, estas imágenes sólo pueden ser impresas junto con este informe