El 19 de diciembre, Macao, el último territorio portugués de ultramar en Asia, volverá a manos de China, cerrando un ciclo de casi cuatro siglos y medio, pero la transición comenzó a complicarse de modo inesperado.
El territorio de Macao, de 16 kilómetros cuadrados, abarca una península y dos pequeñas islas en la costa Sur de China, unos 50 kilómetros al oeste de Hong Kong. En 1557 fue establecido como enclave, y en 1887 Portugal se comprometió a no enajenarlo sin consentimiento de las autoridades chinas.
Lisboa ofreció restituir Macao a China en 1966, cuando se registraron importantes manifestaciones antiportuguesas en el enclave, coincidentes con el auge de la llamada "revolución cultural' china, y volvió a hacerlo en 1974, tras la denominada "revolución de los claveles" portuguesa.
En ambas ocasiones Beijing consideró que todavía no estaban dadas las condiciones para la reincorporación. Luego de la segunda negativa, Lisboa declaró en forma unilateral que Macao era "territorio chino administrado por Portugal".
En 1985, cuando China ya había acordado con Gran Bretaña que recuperaría la soberanía sobre Hong Kong a partir de 1997, Beijing y Lisboa establecieron que la reincorporación de Macao tendría lugar en 1999.
El cumplimiento de ese acuerdo constituirá la segunda fase de un proceso de "reunificación nacional" china previsto en tres etapas por Beijing. La primera fue la vinculada con Hong Kong, y la tercera implicaría la recuperación de Taiwan, a la cual China considera una provincia renegada.
Al igual que en el caso de Hong Kong, la transición en Macao se cumplirá bajo el principio de "un país, dos sistemas", que Beijing propone también en sus negociaciones con Taipei sobre la posibilidad de una reunificación pacífica.
El principio de "un país, dos sistemas" significa que Hong Kong y Macao mantendrán una considerable autonomía política, económica y administrativa, aunque Beijing controle la defensa y las relaciones exteriores.
Algunos observadores opinaban que después del proceso de reincorporación de Hong Kong, que se considera un éxito, el de Macao no podría ser de ningún modo un problema para Beijing.
Macao ocupa un territorio 65 veces más pequeño que el de Hong Kong, y su población, de casi 500.000 habitantes, es unas doce veces menor que la de la ex colonia británica, cuya importancia económica (como centro financiero) es muchísimo mayor que la del pequeño enclave portugués.
Beijing consideró que Gran Bretaña le había creado problemas al tratar de introducir en Hong Kong, como "despedida", reformas democratizadoras que no habían sido acordadas por ambas partes, y nada similar ha ocurrido en el caso de Macao.
Por otra parte, la prosperidad de Macao, cuyos principales ingresos provienen del turismo (atraído por casinos) y de la industria ligera, no ha creado condiciones para guerras civiles y atrocidades como las que padecieron las ex colonias de Portugal en Africa cuando se independizaron.
"Los portugueses estamos orgullosos de lo que hemos logrado en Macao y de los términos del proceso de transición acordado", declaró el presidente de Portugal, Jorge Sampaio, poco antes de visitar China en marzo, al diario South China Morning Post.
A comienzos de los años 90, quienes visitaban Macao quedaban encantados por su pacífica y tranquila existencia a caballo de dos culturas. Aunque no fuera tan rico como Hong Kong, el enclave portugués mostraba un agradable contraste con el caos y la cacofonía imperantes en la ex colonia británica.
Sin embargo, el panorama comenzó a cambiar en los últimos años. Asaltos a mano armada, ataques con bombas e incendios intencionales comenzaron a sacudir Macao desde 1995.
El año pasado hubo 23 procesos por homicidios, casi tantos como en 1997. Cuando faltan poco más de ocho meses para que comience la transición, los analistas ya no están seguros de que el traspaso a Beijing sea tan pacífico como esperaban.
La criminalidad no es el único problema de importancia. Durante el encuentro de Sampaio con el viceprimer ministro chino Qian Qichen, en marzo, Beijing anunció que enviaría una vanguardia del ejército chino a Macao antes de la fecha del traspaso.
El anuncio fue recibido con sorpresa por el gobierno portugués, que insiste en que la Declaración sobre Macao firmada por Lisboa y Beijing en 1987 no incluye referencia alguna al envío de tropas chinas al enclave, del cual Portugal decidió retirar sus propias fuerzas militares en 1975.
Qian, que preside la Comisión Preparatoria de la Región Administrativa Especial de Macao, había declarado previamente que sólo se enviarían fuerzas de elite después del traspaso.
La prensa internacional especuló que la guarnición enviada por Beijing tendría la misión de luchar contra la delincuencia y restablecer el orden en Macao. Sin embargo, el cuidado del orden público en China no corresponde al ejército sino a la polícía.
Cualesquiera sean las intenciones de Beijing, la noticia del establecimiento de una guarnición china en Macao antes del comienzo formal de la transición suscitó rumores sobre la intención de Sampaio de "boicotear" la ceremonia de traspaso, como protesta por la actitud china.
"Quiero estar aquí con la cabeza en alto. No lo haré mirando hacia abajo", declaró en Macao el presidente portugués, refiriéndose a la ceremonia, durante la última semana de marzo.
Sampaio y su colega chino Jiang Zemin aún deben confirmar oficialmente que asistirán al acto del 19 de diciembre.
Portugal también está desconforme con los anuncios realizados por Beijing sobre los pasaportes de los ciudadanos de Macao.
106.000 habitantes del enclave disponen de pasaportes portugueses, otorgados en su gran mayoría en 1989, que les dan derecho a establecerse en cualquier país de la Unión Europea.
Después del traspaso Beijing sólo permitirá a la población mestiza de Macao, de unas 8.000 personas, que elija entre la nacionalidad china y la portuguesa, pero rehusa aceptar que unos 1000.000 chinos étnicos que tienen pasaportes portugueses reciban protección consular de Lisboa en territorio chino. (FIN/IPS/tra- en/ab/js/ego/mp/ip/99)