La oficina del Trabajo de Brasil decidió prohibir el uso de las 500 máquinas que provocan accidentes, después que más de 10 niños perdieron manos, brazos o piernas en alfarerías de Abaetetuba, en el norte del país.
Conocidas como "marombas", esas máquinas mutiladoras son usadas para producir ladrillos y tejas. Los niños son empleados ilegalmente para alimentarlas de arcilla.
No se puede siquiera multar o sancionar a las alfarerías, porque se trata de actividad informal, sin constitución legal de empresas, lamentó el representante del Ministerio del Trabajo, Luiz Mota Pereira, según divulgó el viernes 2 la Agencia Estado.
Por eso estas mutilaciones probablemente no se incluyan en las estadísticas oficiales de accidentes que hacen de Brasil el décimocuarto entre los países que presentan mayor riesgo laboral, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Esa posición mejoró, ya que en 1993 Brasil era el décimo, sólo superado por países asiáticos en desarrollo y africanos, además de Turquía y dos centroamericanos: Guatemala y Costa Rica.
Pero Brasil es también uno de los campeones en accidentes industriales, concepto que comprende explosiones, incendios y escape de productos tóxicos con gran mortalidad.
En los registros del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente el país sufrió tres de los más violentos: la explosión de un depósito de gas licuado de petroleo en 1972, un tren cargado de combustibles que descarriló en 1983 y la explosión de un oleoducto en 1984, con un total de 172 muertos.
Esa dura realidad y los avances logrados en la prevención contribuyeron a que Brasil fuera elegido sede del XV Congreso Mundial de Seguridad y Salud en el Trabajo, que tendrá lugar del 12 al 16 de este mes, en Sao Paulo.
Esta será la primera vez que el encuentro, promovido cada tres años por la OIT y la Asociación Internacional de Seguridad Social, se realiza en América Latina.
Se trata de un reconocimiento del esfuerzo que se hizo en el país, y especialmente en Sao Paulo, señaló Humberto Parro, presidente de la Fundación de Seguridad y Medicina de Trabajo (Fundacentro), que organiza el congreso junto con el Ministerio del Trabajo brasileño.
La cantidad de accidentes de trabajo en Brasil se redujo de 1,9 millones en 1975 a 1,4 millones en 1980 y a 369.000 en 1997. Las muertes cayeron 45 por ciento desde 1980, según los datos oficiales, bajando a 2.600 en 1997.
Estos resultados se deben a las normas establecidas por el gobierno a partir de 1978 y a campañas de prevención tanto del Ministerio del Trabajo como de asociaciones empresariales y los sindicatos.
La Confederación Nacional de la Industria (CNI) inició en 1997 una campaña en su sector, que concentra la mayor cantidad de accidentes. Además, realizó un estudio que estimó en 5.800 millones de dólares al año las pérdidas con asistencia médica a las víctimas, multas, indemnizaciones y horas no trabajadas.
Es un costo elevado que disminuye las ganancias, la productividad y la competitividad de las empresas, dejándolas más vulnerables en un mercado abierto a la competencia internacional.
Pero hay dudas sobre la veracidad de las estadísticas que apuntan grandes avances en la prevención. Los sindicatos acusan a las empresas de ocultar muchos casos, para evitar multas y otras sanciones.
La reducción de accidentes es muy superior a la de muertos, observó Sylvia Yano, gerente de Salud y Seguridad del Servicio Social de la Industria, organismo vinculado a la CNI. El total de los primeros cayó 73 por ciento desde 1980, contra 45 por ciento de las víctimas fatales.
Ocurrieron también grandes variaciones, no explicadas, en la cantidad de accidentes en algunos sectores, como la agricultura y los transportes.
Además del creciente mercado informal de trabajo, que ya responde por más de la mitad de los ocupados, las estadísticas son falseadas también por el temor de los trabajadores a perder el empleo a causa de accidentes o enfermedades profesionales que pueden soportar y ocultar.
A las empresas no les interesa notificarlos, para evitar a la burocracia oficial y también por la exigencia legal de no despedir, durante un año, al empleado accidentado que no pudo trabajar por más de 15 días, cuando los costos de esa ausencia pasan a ser cubiertos por el sistema público de Previsión Social.
Mientras, las viudas y huérfanos, mineros con pulmones destruidos, campesinos contaminados por agrotóxicos y niños amputados o ciegos por la punta del sisal, una planta que produce una fibra rústica, son pruebas vivas de la persistencia del problema.
Un símbolo es Luis Inacio Lula da Silva, líder del Partido de los Trabajadores y tres veces el segundo candidato ms votado a la presidencia del país, quien perdió un dedo cuando trabajaba como obrero en la industria automovilística. (FIN/IPS/mo/ag/lb-hd/99