Unas 1.500 prostitutas de Bangladesh se reunieron en esta ciudad, convocadas por organizaciones no gubernamentales, para exigir un trato en iguales condiciones que el resto de las trabajadoras.
Las autoridades estiman que en este país de 123 millones de habitantes trabajan unas 50.000 prostitutas, cifra que se eleva a 300.000 en el cálculo de organizaciones no gubernamentales.
Casi un tercio son menores de edad. Unas 15.000 niñas son explotadas en Dhaka, la capital. La mayoría de ellas no se encuentran en prostíbulos, sino que esperan a clientes en parques públicos, estaciones de trenes, paradas de ómnibus y cines.
Usha, Hazera y Masuma quieren ser tratadas como el resto de las trabajadoras de este país. Las tres se ganan la vida en el prostíbulo Daulatdia, en el distrito de Rajbari, 150 kilómetros al oeste de Dhaka, la capital, uno de los más grandes de Bangladesh.
Ellas hablaron en nombre de las prostitutas de Rajbari ante activistas, funcionarios gubernamentales y periodistas, en una inusual conferencia celebrada cerca de su lugar de trabajo.
"La gente nos odia, pero no duda en usarnos. La sociedad es hipócrita pues no nos considera socialmente útiles. Queremos el mismo trato que otras trabajadoras", afirmaron.
Esta fue la segunda conferencia de prostitutas celebrado en Bangladesh este año, con el fin de que las trabajadoras sexuales pudieran hablar sobre sus problemas ante las autoridades.
"Los hombres no dudan en venir a nosotros para satisfacer su lujuria, pero nos desprecian en otros momentos", dijo Usha, de 35 años.
Al hablar del acoso de que son objeto a manos de proxenetas, policías y propietarios de prostíbulos, las mujeres se quejaron de que son obligadas por explotadores a entregarles una parte sustancial de sus ganancias.
Su enojo estaba dirigido principalmente a la policía. Una forma de acoso mencionada en varias ocasiones fue la insistencia de los agentes en que las prostitutas no usen calzado fuera del prostíbulo.
"Es otra forma de represión y violación de nuestros derechos humanos", dijo Hazera.
Una de las principales exigencias fue la de mejores condiciones de vida en sus miserables viviendas. Pidieron conexiones eléctricas y un pasaje entre el prostíbulo y la calle vecina.
La discriminación social contra las prostitutas no termina ni siquiera con la muerte. Los cuerpos de las mujeres son arrojados al río, porque sus vecinos no permiten el entierro o la cremación de acuerdo con la religión de la fallecida, derecho que las prostitutas exigieron.
Una de sus principales preocupaciones es mantener a sus hijos fuera de la profesión, lo que no es fácil porque se les niega el ingreso a las escuelas debido a la oposición de algunos padres. (FIN/IPS/tra-en/ti/mu/at/mj/hd lb/99