Desde marzo, una nueva lotería en Argentina da empleo a 700 minusválidos. Ciegos, hipoacústicos y discapacitados motrices, son ahora los protagonistas de este nuevo emprendimiento que aspira a contratar a 10.000 personas más en tres años.
"Los invito a que tengan suerte mañana con 'La Solidaria"', vocea Héctor, un no vidente de 53 años, casado y con dos hijos.
Su estrategia de venta no apela a la compasión. "Yo trabajé desde los 18 años como vendedor ambulante, pero de todos lados me corrían", contó a IPS entre venta y venta.
Ahora, Héctor cuenta con un trabajo estable, un salario mensual de 430 dólares, seguridad social, y "tranquilidad".
Para tener el empleo tomó los cursos de capacitación en juegos y técnicas de venta que ofrecía la empresa contratante. Allí le remarcaron que se olvide de mendigar: esto es un trabajo, fue la frase más repetida.
"La Solidaria" nació de la unión de capitales españoles en Gejinsa (Gestión de Juego Integral) en sociedad con la Lotería Nacional argentina, más otros inversores y ex funcionarios de ONCE (Organización Nacional de Ciegos de España), un juego de las mismas características creado en 1938.
"La lotería de ONCE en España es una institución ejemplar, única en su tipo, que da empleo a 21.000 discapacitados y esta es la primera vez que se intenta desarrollar algo similar fuera del país", explicó a IPS José Manuel Dolader, ex directivo de ONCE y actual vicepresidente de La Solidaria en Buenos Aires.
En su despacho, Dolader está rodeado de colaboradores ágiles y entusiastas que le acercan papeles, le transfieren llamados, le llevan la agenda en permanente cambio y entran y salen de reuniones. Muchos de ellos son discapacitados motrices, ciegos, mancos o padecen rengueras.
Uno de sus colaboradores más cercanos es un ex futbolista argentino que sufrió un accidente de tránsito hace cinco años que lo dejó en silla de ruedas.
Para reclutarlos, se contactaron con las asociaciones, y sólo rechazaron a discapacidos psíquicos, a transplantados, y a personas que perciben pensiones por invalidez y que deben renunciar a ella para trabajar.
"Si no tenemos certeza de que este negocio funcione, no podemos decirle a la gente que renuncie a una pensión que es lo único que tienen, si consiguen aplazar su cobro renunciando a ella por el periodo que trabajen, entonces sí son candidatos", aclaró el directivo.
El espíritu de La Solidaria es que todo lo que puede hacer una persona "normal" lo puede hacer un discapacitado, explica Dolader. Incluso, a los empleados se les exigen jornadas largas y a veces tensas, en la calle y en las oficinas. Para más de 80 por ciento se trata del primer trabajo.
"Compre, compre, 'La Solidaria' por sólo un peso", ofrece Martín Russo, de 22 años, en silla de ruedas desde los nueve.
Martín terminó la escuela primaria y la secundaria, y quiere estudiar periodismo, pero por ahora se concentra en hacer bien su primer trabajo. "Esto nos mantiene activos y nos da independencia", aseguró a IPS.
Lo que hace a la diferencia con otras empresas es la preparación que el país tiene o no para un proyecto de estas características.
"Nos costó muchísimo encontrar un edificio sin barreras -para los discapacitados-, al que se pudiera acceder en silla de ruedas, y donde las sillas entraran sin problemas en el elevador", observa Martín.
Luego fue difícil hallar un sindicato que les asegurara prestaciones médicas para -en un futuro- unos 10.000 trabajadores discapacitados, y ahora el desafío es dar con un banco que acepte a los vendedores callejeros de "La Solidaria", que necesitan un lugar donde ir "descargando" recaudación para evitar robos.
Cristina tiene 28 años. Es ciega. Está casada y tiene una hija de tres años.
Todos los días llega a la zona asignada, adonde ya la conocen los comerciantes de la esquina -a quienes recurre de tanto en tanto por asistencia, aunque tienen prohibido por norma de seguridad, tomar billetes de más de dos pesos-.
Dolader, que trabajó en ONCE 13 años, recordó que al salir de España decidieron aterrizar en un país latinoamericano y después de sondear en México, Chile y Brasil optaron por Argentina, donde encontraron que la Lotería Nacional estaba buscando socios para un proyecto social de estas características.
En Argentina hay alrededor de 1,5 millones de personas con distintos niveles de discapacidad -sobre una población total de 34 millones de personas.
Rodolfo, un vendedor de "La Solidaria" de 39 años y cinco hijos, contó a IPS que fue empleado público hasta 1992, cuando ya estaba ciego y comenzó la reducción del Estado.
Desde entonces, vendía cosas por la calle, hacía lo que podía, hasta que supo de este proyecto que le devolvió la tranquilidad, aunque para mantener a una familia de cinco hijos requiere más de lo que gana.
"Al menos tengo algo, y si vendo más de 400 cupones por día, me dan premios", se entusiasma.
La meta de Gejinsa es crecer hasta los 10.000 empleados extendiéndose a todo el país -hoy están vendiendo sólo en lugares céntricos de la capital- y más adelante abrir empresas similares en otras naciones latinoamericanas.
Los vendedores ofrecen alrededor de 100.000 números, con cinco billetes por número. Cada billete vale un peso -un dólar- y se sortea día por medio. Los premios son de hasta 30.000 dólares, bastante menos que los millonarios Loto, Quiniela o Bingo que ofrecen millones, pero la gente se acerca a comprar.
Los dueños se proponen no sólo obtener ganancias -repartidas con la Lotería Nacional- sino crear una gran corporación que además de emplear brinde servicios a los minusválidos.
"En principio, queremos convencer al Estado de que este es un proyecto también social, y que con el dinero que se obtenga por 'La Solidaria' se deben eliminar barreras en la ciudad para que los discapacitados puedan vivir integrados", recalcó.
Entretanto, los vendedores callejeros siguen voceando "La Solidaria".
"Hoy por ti, mañana por mi", es el lema publicitario que muestra a los protagonistas ofreciendo cupones de la suerte, por las calles de la ciudad, con delantal, bolsa y boinas verdes, el color de la esperanza. (FIN/IPS/mv/dg/dv/99)