El proceso de paz de Afganistán volvió al punto de partida luego de que el movimiento Talibán, que controla más de 90 por ciento del territorio del país, decidió no continuar las negociaciones con la oposición.
El sábado, el movimiento fundamentalista islámico rechazó la idea de un "comando unificado" para el país bajo su liderazgo, y descartó nuevas negociaciones.
En marzo, el Talibán había llegado a un acuerdo inicial en Turkmenistán para compartir el poder con sus rivales, y para intercambiar prisioneros capturados en los combates sostenidos desde que el movimiento tomó el poder en 1996.
La decisión de rechazar las negociaciones tuvo lugar luego de enfrentamientos con la opositora Alianza del Norte al norte de Kabul y en la zona central de Hazarajat.
Ahora la Organización de las Naciones Unidas (ONU) reanudará las consultas con ambas partes y con los países afectados por la guerra. El foro mundial pretende "explorar el alcance de un acuerdo de medidas para erigir la confianza", lo que llevaría a ambos bandos nuevamente a la mesa de negociaciones.
La fecha más temprana para esa reunión sería el día 26, según fuentes de afganos exiliados, y trataría asuntos como el líder supremo de Afganistán, la pauta para ampliar el régimen actual – étnica, política o tribal-, y la interpretación de la ley islámica, por la que se rige el país.
Ahora parece demasiado optimista la declaración que el 14 de marzo hizo en Ashkabat Andrew Tesoriere, de la Misión Especial de las Naciones Unidas para Afganistán, cuando anunció que los bandos habían decidido compartir los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, y que se reunirían en dos semanas.
Eso no implica la formación de un gobierno de coalición, según el principal delegado del Talibán ante las negociaciones en Ashkabat, Wakil Ahmad Muttawakil.
Pero en las negociaciones de Ashkabat el Talibán modificó sustancialmente su posición. Hasta entonces, los dirigentes talibanes sostenían que tenían el derecho y la obligación islámica de unificar a Afganistán bajo su control.
En marzo transaron y reconocieron que el gobierno debe tener una base amplia. La cuestión fundamental ahora es sobre qué puntos transcurrirá este proceso.
Los seguidores del Talibán son mayoritariamente pushtus que se concentran en el sur y el este del país. El cuartel general del movimiento se encuentra en la ciudad austral de Kandahar, que es la base de su dirigente supremo, Mohammad Omar.
Por el contrario, la Alianza del Norte consiste principalmente en los grupos Jamait-e Islami, dominado por tajiks, Frente Nacional Islámico, controlado por uzbekos, y el Hizb-e Wahdat-e Islami, dirigido por hazaras.
No se sabe con exactitud la composición étnica de Afganistán. Pero la mayoría de los especialistas concuerdan en que los pushtus representan entre 40 y 45 por ciento de los 19 millones de habitantes, los tajiks entre 20 y 25 por ciento, los uzbekos entre 13 y 15 por ciento, y los hazaras entre 10 y 12 por ciento.
Todos pertenecen a la escuela sunita de la religión islámica, con excepción de los hazaras, que son chiítas, y por tanto sienten afinidad con Irán, también mayoritariamente chiíta.
"Pushtus, tajiks, uzbekos y hazaras son los cuatro pilares de la nación afgana. El gobierno afgano debe basarse en estos cuatro pilares para ser estable", aseguró Ahmad Javid, antiguo profesor de la Universidad de Kabul y actual residente en Londres.
La comunidad internacional criticó al régimen de Talibán porque su gobierno no tiene una base amplia ya que hay una gran mayoría de pushtus entre los militares y la infraestructura civil.
La posición inflexible del Talibán también cambió debido al aislamiento internacional al que fue sometido Afganistán.
No obstante, el Talibán insiste en que la ampliación de la base gubernamental debe hacerse según pautas políticas y no étnicas.
Pero el principal delegado de la Alianza del Norte en Ashkabat, Mohammad Yunus Qanooni, señaló que su bando exige que el poder se comparta de acuerdo al origen étnico de los representantes.
A esto se opone el Talibán, cuyos dirigentes temen que dé lugar a que la Alianza del Norte exija la autonomía de las provincias y que Afganistán se convierta en una federación.
Esta situación daría posibilidad a los vecinos de Afganistán en Asia central, sobre todo a Tajikistán y a Uzbekistán, y a Irán para interferir en los asuntos internos afganos, sostienen.
La estrategia del Talibán es insistir en que toda ampliación del régimen afgano se limite sólo a los dirigentes de la oposición que se encuentran actualmente en el país, explicó el profesor Javid.
Esto excluiría al líder uzbeko Abdul Rashid Dostum, quien se encuentra en el exilio, y también quedaría afuera Burhanuddin Rabbani, el presidente (tajik) de Afganistán reconocido por todos los estados miembros de la ONU, con excepción de Arabia Saudita, Emiratos Arabes Unidos y Pakistán.
Pero el comandante militar de Rabbani, Ahmad Shah Masoud, se encuentra en el país y lucha contra el gobierno de Talibán tan sólo a 25 kilómetros de Kabul. Así mismo, el hazara Hizb-e Wahadat ataca las fuerzas talibanes en la zona de Hazarajat.
También está el problema de la ideología, según Sami ul Haq, clérigo afgano cuyo colegio teológico en Pakistán fue una de las fuentes de las milicias del Talibán.
"Ideológicamente, el Talibán no tendría problemas en negociar con los partidos que lucharon contra los comunistas (soviéticos en los años 80), como el dirigido por Rabbani, que el Talibán derribó cuando tomó Kabul en septiembre de 1996", explicó.
Pero este no es el caso del Frente Nacional Islámico de Dostum, que se alió al régimen impuesto por Moscú en los años 80 y recién se cambió de bando en 1992. El Talibán considera comunista a esta facción y se niega a negociar con ella.
Una posible solución sería que ambas partes acepten que un gobierno de base amplia debe incluir a representantes de todas las grandes tribus de Afganistán, sin importar su origen étnico o vinculación política.
Finalmente, mientras Jamait-e Islami y Hizb-e Wahdat-e Islami pretenden gobernar a Afganistán según la ley islámica, su interpretación de la misma difiere de la del Talibán.
Sólo si estos asuntos se resuelven en una próxima reunión de ambos bandos habrá una base sólida para que se declare y se aplique el cese del fuego en Afganistán. (FIN/IPS/tra-en/dh/mk/aq/ip/99