El inicio del gobierno del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, fue positivo para 90,3 por ciento de sus compatriotas, según resultados conocidos hoy de la primera encuesta nacional tras su llegada al poder el 2 de febrero.
La aceptación del mandatario, en esa encuesta efectuada hace tres semanas por la firma Datanálisis en 60 centros poblados, mostró un apreciable crecimiento sobre el 56,2 por ciento de sufragios con los que fue elegido el 6 de diciembre.
El debut gubernamental fue muy bueno para 16,9 por ciento de los 1.000 encuestados, bueno para 51,9 por ciento y entre regular y bueno para 21,5 por ciento. Fue entre regular y malo, malo o muy malo para sólo 7,5 por ciento de los consultados.
La popularidad de un presidente de estreno no es novedad en América Latina, con las a menudo breves "lunas de miel" entre mandatario y gobernados, pero en este caso resalta sobre seis semanas de situaciones inéditas o auténticas paradojas.
"Los venezolanos de a pie son más perspicaces que los analistas", escribió el columnista y exitoso autor de telenovelas Ibsen Martínez, porque "pueden convivir sin sobresalto con la noción de que ni Chávez ni lo que ocurre se parezcan a nada visto anteriormente".
Chávez es un teniente coronel retirado de 44 años que fracasó al tratar de tomar el poder con una cruenta asonada en febrero de 1992 pero obtuvo una contundente victoria en las urnas más de seis años después, con el respaldo de casi toda la izquierda, militares retirados y algunos empresarios proteccionistas.
Ese primer acontecimiento inédito significó desbancar a los políticos tradicionales -pues el independiente Henrique Salas fue el principal contendor de Chávez y obtuvo 40 por ciento de votos- y tuvo como sustento la oferta chavista de no sólo cambiar el gobierno sino "refundar la república".
El segundo fue que su oferta de llamar a una asamblea constituyente, blanco de los ataques de las fuerzas rivales que la adversaron y aún la temen como posible herramienta para una disolución del orden democrático, recibió un inequívoco respaldo de la Corte Suprema de Justicia.
La encuesta Datanálisis constató 89 por ciento de apoyo popular a la constituyente, frente a siete por ciento de rechazo.
El respaldo es casi total en los estratos pobres, que la ven como herramienta para resolver sus necesidades (de 14 a nueve por ciento para las principales) o castigar la corrupción (14 por ciento), mientras sólo 2,1 por ciento la vio como fórmula para extender el actual mandato presidencial, de cinco años.
En altos cargos de la administración Chávez colocó a decenas de militares retirados, lo que según Datanálisis avaló 73,7 por ciento de encuestados, frente a 24 por ciento que se opuso.
Chávez lanzó un plan cívico-militar para llevar ayuda a comunidades pobres, ordenó resarcir a sus compañeros de sublevación marginados en las Fuerzas Armadas, y vistió uniforme de teniente-coronel al visitar la frontera con Colombia y restablecer allí garantías ciudadanas suspendidas.
Solicitó al Congreso poderes para legislar de emergencia en materia económica -básicamente para organizar nuevos impuestos con los cuales enjugar el déficit fiscal- y anunció alzas de salarios de 20 por ciento para el sector público.
La próxima semana deberá anunciar un programa económico más completo, tras ofrecer rebajas impositivas a las empresas que aumenten en 10 por ciento sus nóminas, pues el desempleo abierto toca en Venezuela a millón y medio de personas (14 por ciento de la población activa).
Pero las más vistosas paradojas han provenido de la conducta personal del mandatario, como negarse a emplear las fuerzas armadas para reprimir manifestaciones estudiantiles y de ocupantes de tierras urbanas y rurales.
Si bien las manifestaciones estudiantiles han sido contadas, en el país se desató en las últimas semanas una oleada de invasiones de terrenos que alarmó a los empresarios y a la clase media por la desprotección de la propiedad privada.
A la vez se creó un serio problema de orden público para alcaldes y gobernadores de estados, entre éstos varios aliados de Chávez, y se dio la paradoja de que voces que alertaban por la posible presencia de un militar autoritario en la presidencia clamaron entonces porque ordenase drásticas medidas.
"No vino el ogro, no llegó el demonio. Las manifestaciones de Chávez son de un profundo contenido cívico", dijo a IPS el canciller y "voz política" del gobierno, José Vicente Rangel.
"El gorila que han temido en lugar de remachar la suspensión de garantías las restituye en la frontera. Cuando hay un muerto (un estudiante en una manifestación) pide perdón a los padres de la víctima, y se mete en una cárcel a compartir con los reclusos en un gesto sin precedentes", abundó Rangel.
Con Chávez ocurre -según Rangel, quien ha pasado la mayor parte de sus 69 años de vida como político y periodista de oposición- que "un sector de oposición necesita que surja el gorila y éste no aparece. Y, además, Chávez da constantemente muestras de su capacidad de rectificación". (FIN/IPS/jz-eg ip la 99