Este año sería excepcional para China comunista en la celebración del 50 aniversario de su fundación si no fuera por la cantidad de malas noticias en su frente económico.
Las autoridades podrían destacar con orgullo que, ocho años después de la disolución de la Unión Soviética, el régimen comunista chino permanece en el poder, y que la economía creció un respetable 7,8 por ciento en 1998 aunque muchos vecinos de Asia sucumbieron a la crisis financiera.
Sin embargo, los líderes chinos reconocen que las perspectivas económicas para 1999 no son para alegrarse. Al contrario, "no hay lugar para el optimismo en 1999", admitió el ministro de Finanzas Xiang Huicheng en una conferencia de prensa realizada en Beijing.
Aunque el crecimiento económico de China es aún el más rápido del mundo, su ritmo se ha enlentecido y hace temer que el país no podrá impedir un aumento del desempleo ni el descontento de los trabajadores.
Las grandes inversiones en obras de infraestructura -una medicina prescripta por afamados economistas para detener la caída- son vistas como el gran motor que compensará la reducción de las exportaciones y de la inversión extranjera directa, dos factores que estimularon el crecimiento económico en el pasado.
No obstante, existen dudas sobre si las políticas keynesianas del primer ministro Zhu Rongji lograrán alcanzar el crecimiento que China necesita para mantener bajo el desempleo.
El gobierno prometió en 1998 invertir 1,2 billones de dólares durante los tres próximos años en proyectos de construcción e infraestructura para reactivar la economía, pero la debilidad financiera y los problemas estructurales obstaculizan estos planes.
Incapaz de recaudar fondos suficientes mediante su débil sistema tributario, el gobierno se ve obligado a emitir gran cantidad de bonos para financiar sus operaciones y revitalizar la economía.
Sin embargo, el costo es alto. Este año, un cuarto de los gastos gubernamentales se destinarán al pago de intereses y el presupuesto aumentará 56 por ciento con respecto a 1998.
Una rápida mirada a las cifras sobre el pago de intereses de los últimos años permite apreciar un círculo vicioso de deterioro financiero.
Un estudio de la Academia China de Ciencias Sociales informó que el pago de intereses representó 23 por ciento del presupuesto de 1998, frente a cuatro por ciento hace cinco años.
En su informe al Congreso Nacional del Pueblo (parlamento) este mes, Zhu reveló un déficit presupuestal sin precedentes de 18.000 millones de dólares, el mayor en los 50 años de historia del país.
El enorme déficit tuvo por finalidad salvar empleos, explicó el primer ministro a la nación durante la sesión anual del parlamento, que concluyó el lunes 15.
Una caída de uno por ciento en el crecimiento económico implica la pérdida de hasta un millón de empleos y esto es algo que China no puede permitirse, dado el creciente descontento social resultante de los masivos despidos de empresas públicas.
El número de desempleados urbanos estimado varía entre 15 y 21 millones, o entre ocho y 10 por ciento de la fuerza de trabajo de las ciudades.
El crecimiento económico nacional ha caído constantemente desde 1992, cuando se situaba en 14,2 por ciento, y se prevé que este año sólo alcanzará siete por ciento, un punto por debajo de las cifras del año pasado.
El aumento del gasto en obras de infraestructura no siempre resultó en un crecimiento económico saludable. En realidad, algunos proyectos fueron muy mal ejecutados.
Algunos delegados del parlamento denunciaron que en los últimos años se invirtió el equivalente a 12 millones de dólares en "tofu", u obras de mala calidad.
Zhu empleó por primera vez el término "tofu" el verano boreal del año pasado, luego de inspeccionar un dique roto en Jiujiang, en la provincia de Jiangxi.
Se descubrió que el dique, construido para prevenir inundaciones en las riberas del río Yangtze, fue realizado con adobe y tablones de madera, sin las barras de hierro necesarias para reforzar la construcción.
Bai Dahua, uno de los parlamentarios, afirmó que el dinero gastado en este tipo de proyectos hubiera sido suficiente para evitar que Beijing debiera emitir bonos para recaudar fondos.
La imposibilidad de controlar la corrupción en los gobiernos locales fue probablemente lo que indujo a Zhu a reconocer que el primer año de su mandato fue "extremadamente difícil".
"Las dificultades que enfrenté fueron mayores que las esperadas, y me siento insatisfecho porque no pude hacer mi trabajo como debía", confesó a la prensa al final de la sesión del parlamento.
En marzo de 1998, cuando Zhu se transformó en primer ministro, prometió reformar las 100.000 empresas públicas endeudadas, encontrar empleo para millones de trabajadores que el Estado despediría y recapitalizar los bancos.
Además de la reforma industrial y bancaria, Zhu prometió reducir la burocracia y llevar adelante un gobierno racional con orientación de mercado.
Un año después, la más difícil de las reformas (la de las alicaídas industrias estatales) ha enlentecido su paso significativamente.
El gobierno teme que los despidos masivos generen descontento social, y por este motivo volvió a la antigua práctica de sustentar empresas públicas desfinanciadas mediante los bancos del Estado.
Esta medida traba la reforma del sistema bancario. Los cuatro bancos estatales, que forman la espina dorsal del sistema bancario chino, ya tienen un alto nivel de préstamos morosos, y los expertos estiman que Beijing deberá gastar unos 60.000 millones de dólares para llevarlos a un nivel aceptable.
"Recapitalizar los bancos y reformar las empresas públicas al mismo tiempo implica un esfuerzo sobrehumano", señaló Ken Davies, economista jefe de la Unidad de Inteligencia Económica de Hong Kong.
"Sin embargo, sin reformar las empresas del Estado, China no podrá mantener la productividad industrial y el crecimiento económico", observó.
"La postergación de la reforma industrial por dos o tres años podría provocar la crisis económica que tanto teme Beijing", advirtió Davies. (FIN/IPS/tra-en/ab/js/ml/if dv/99