El número de niños asesinados en Japón por sus padres aumentó mucho en 1998. Algunas de las explicaciones propuestas se vinculan con la crisis financiera, las tradiciones y la falta de reconocimiento de los derechos de la infancia.
Al menos 72 niños y niñas fueron asesinados por sus progenitores el año pasado, y sus muertes se registraron en la categoría "suicidios familiares", reveló un estudio divulgado este mes por la Red de Prevención contra el Abuso de Niños en Aichi, en el centro de Japón.
El resultado representa un aumento de 56 por ciento respecto de los 46 menores muertos a manos de sus padres o madres en 1997.
"En Japón los niños no son soldados, como en algunas zonas de Asia y Africa, pero existen otras formas horribles de abuso infantil, que revelan la cara oculta del progreso", comentó Kazuko Yokota, de la Red Northerly, un servicio de asesoría para adopciones.
Las grandes deudas y otros problemas financieros familiares figuraron entre los factores que llevaron a padres y madres a suicidarse y asesinar a sus hijos.
En Japón el empleo solía ser para toda la vida, pero miles de trabajadores perdieron su trabajo en 1998.
Shigero Takahashi, profesor de estudios sobre infancia y familia en la Universidad de Komozawa, observó que "hay una norma cultural en Japón según la cual los padres y madres matan a sus hijos cuando deciden suicidarse".
Takahashi sostuvo que no se concibe a los niños como individuos sino como parte de la familia, y que esto hace que se pase por alto su derecho a la vida.
Los padres y madres que piensan suicidarse asesinan a sus hijos porque temen que nadie se haga cargo de ellos. "Esto debería considerarse un crimen", pero la sociedad japonesa parece perdonarlo, agregó.
Los japoneses admiten como algo normal que padres o madres estrangulen a sus hijos mientras duermen y luego se suiciden, o que una madre se tire a la vía del ferrocarril con sus niños a cuestas, en el momento que pasa un tren.
Los activistas observaron que el reconocimiento de los derechos de los niños es relativamente nuevo para Japón, que adhirió a la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos de la Infancia recién en 1994.
Muchos japoneses son reacios a informar sobre el maltrato de un niño, por miedo a ser acusados de interferir en los asuntos de los demás, afirmó Ryoko Sekido, un consejero sobre abuso infantil.
Las madres son las que más someten a sus hijos a abusos físicos, señalaron los sociólogos. Los estudios revelaron que este hecho podría deberse al estrés acumulado en las familias, que viven cada vez más aisladas.
"No hay a quien acudir para obtener ayuda desde que la industrialización debilitó los fundamentos de la familia. Los niños son los que más sufren por este problema", explicó Yokota.
Es común que las madres deban ejercer todas las tareas del hogar mientras los padres se concentran en llevar adelante su carrera. Los maridos nunca están presentes en momentos de gran ansiedad y frustración, y las madres suelen descargar su furia contra sus hijos.
Ikoku Mabuchi, una activista de 60 años, informó sobre niños que sufren de "abuso físico por parte de sus madres que cargan (solas) con todas las responsabilidades del hogar".
Mobuchi, cuyo marido murió de una enfermedad cardíaca causada por el exceso de trabajo, agregó que "en el ambiente de trabajo de este país no se respeta el derecho de los niños a estar con sus padres".
Yokota relató que cada vez son más las mujeres jóvenes y las familias que acuden a ella porque no logran ocuparse de sus hijos y quieren hogares "alternativos" para los niños.
El verdadero problema, habitualmente, no es la falta de dinero sino el agotamiento mental que significan los hijos, a menudo no previstos, para las mujeres.
Yokota observó que, incluso en el caso de adopciones, la felicidad de los niños rara vez se considera entre los factores principales de la decisión.
"Tradicionalmente se alentaba a las familias sin hijos a adoptar niños para mantener la continuidad de la línea familiar. Nadie se preocupaba de pensar si el niño sería feliz en ese hogar", comentó. La organización en la cual trabaja Yokota se propone cambiar esa actitud.
"Explicamos a las madres que la adopción debería considerar prioritarios los derechos de los niños. También buscamos crear un sistema por el cual los niños adoptados tengan derecho a saber quiénes son sus padres biológicos y puedan decidir sobre su vida al cumplir 18 años", explicó.
Es urgente fomentar una mayor comprensión y apreciación de los derechos de los niños, dada la recesión que se vive en la actualidad, indicaron los activistas.
Los niños corren serios riesgos de ser golpeados, abandonados o asesinados por sus frustrados y desesperados mayores, cuyo estrés va en aumento. (FIN/IPS/tra-en/sk/cb/js/ceb/mp/pr hd/99