El riesgo siempre latente de una balcanización de Ecuador resurgió esta semana, tras el cierre y posterior salvataje del Banco Progreso, el más importante de Guayaquil.
El dueño de la institución financiera, Fernando Aspiazu, y el alcalde de la ciudad, el ex presidente León Febres Cordero (1984- 1988), acusaron de la quiebra al centralismo de Quito y exigieron al gobierno que saliera en apoyo del banco, lo que finalmente ocurrió.
Las cámaras de industria y comercio de Guayaquil se sumaron al reclamo y también pidieron al presidente Jamil Mahuad un "mejor trato" a la región, y que no se les cargue con los impuestos a la renta y al patrimonio.
Estos hechos exacerbaron el sentimiento contra el centralismo que abriga desde el siglo pasado la región de la costa del Pacífico, lo que llevó a unas 8.000 personas a manifestar en las calles portando banderas de Guayaquil y pancartas que pedían la autonomía de la provincia de Guayas.
En los automóviles se colocaron pegotines con consignas similares y cientos de viviendas fueron embanderadas con los símbolos de la provincia y de la ciudad.
Febres Cordero instó a los guayaquileños a no dividir políticamente el país, luego de que el Banco Progreso fuera salvado. Sin embargo, advirtió que la ciudad estaba en pie de lucha y la mecha quedó encendida.
El experto Alberto Acosta opinó que "se utilizó la quiebra de un banco mal administrado y la exigencia de los empresarios guayaquileños, que nunca quieren pagar impuestos, para exaltar el viejo sentimiento regionalista".
El regionalismo y el antagonismo entre Quito y Guayaquil, el principal centro comercial del país, han marcado la historia de Ecuador.
El líder anticolonialista Eugenio Espejo señalaba en tiempos de las luchas independentistas que los guayaquileños eran enemigos irreconciliables de los serranos.
Ecuador, que estuvo dividido en cuatro regiones autónomas hasta 1869, fortaleció desde entonces su organización unitaria en un Estado Nacional. Sin embargo, en los últimos años se comenzó a cuestionar ese modelo, debido al olvido del poder central hacia a las distintas regiones.
Los primeros en cuestionar el Estado Nacional fueron los indígenas, que llamaron a construir otro plurinacional. Esta propuesta fue criticada por los sectores políticos de derecha, tanto serranos como costeños, con el argumento de que sería la ruptura del país.
El dirigente indígena Ricardo Ulcuango separa la reivindicación de su pueblo de aquellos que exacerban el regionalismo, quienes lo hacen por intereses particulares, dijo.
"El Estado Nacional no reconoce a los indígenas como pueblos. Nuestras normas son parte de un sistema de supervivencia que no tiene nada que ver con las leyes occidentales. La plurinacionalidad asume a Ecuador como un país con varias nacionalidades", explicó Ulcuango.
Por su parte, el ex alcalde de Guayaquil y ex gobernador de la provincia de Guayas, Rafael Guerrero, sostuvo que las autonomías regionales pueden ser una salida para evitar la disolución del país.
Guerrero explicó que no hablaba de federalismo "sino de autonomía, donde las regiones pueden recaudar sus propios impuestos y contribuir a mantener el Estado".
Condenó el regionalismo como una enfermedad que perjudica la unidad nacional, pero reclamó una mayor atención a las provincias de la Costa.
"Hasta ahora no se reparó ni un metro de las carreteras de esa zona, que fueron destruidas por los efectos del fenómeno climático de El Niño", comentó.
El escritor guayaquileño Miguel Donoso Pareja, quien ha investigado el tema del regionalismo, señaló que el problema de Ecuador es que vive una identidad esquizofrénica que puede llevar al país a caerse en pedazos.
"Vivimos ensayando, tratando de determinar hasta que punto podemos provocarnos serranos y costeños sin llegar al rompimiento final. Ese tironeo, es tan peligroso como caminar por el filo de una navaja", dijo Donoso Pareja.
Fernando Carrión, director de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) afirmó, a su vez, que lo mejor para superar el conflicto regional es sacarlo a luz y replantear la organización del Estado ecuatoriano.
"Hay un agotamiento del modelo que tiene como centros a Quito y Guayaquil, y las autonomías regionales pueden transformarse en la posibilidad de mantener la unidad en la diversidad para que cada uno pueda aceptar al otro sin ser enemigo", dijo Carrión.
El director de FLACSO agregó que no se puede copiar el modelo autonómico de España o de otros países porque el proceso histórico ecuatoriano es muy distinto.
"Ecuador tiene sus particularidades y hay que atenderlas. Para ir a posibles autonomías también se debe tener en cuenta a los sectores étnicos, con sus especificidades, y a las identidades culturales de las regiones", afirmó Carrión.
Según el analista político Felipe Burbano, con la desaparición del Estado petrolero también murió el Estado centralista.
"El Estado centralista se ha interpuesto con nuestros anhelos democráticos, ha sido un dardo clavado en el corazón nacional y el gran caballo de batalla de las elites regionales ricachonas y anacrónicas", señaló Burbano. (FIN/IPS/kl/dm/ip/99