BRASIL: Refugio y respaldo a las mujeres agredidas

M. habla despacio, como quien está recuperando la libertad poco a poco pero teme que se escape de sus manos. Tras decidirse a no sufrir más violencia doméstica, encontró el apoyo que necesitaba para reconstruir su vida.

Esta mujer de pelo largo y rostro sufrido vivió 25 años con un hombre de quien se enamoró, y tuvo con él cuatro hijos. En los últimos 15 años, sin embargo, él escogió el alcohol y la cocaína como compañía, y el príncipe encantado que era en los primeros tiempos se convirtió en un marido violento.

Una rutina de amenazas y miedo se adueñó de la vida de M., que muchas veces tuvo que ser asistida en el servicio de emergencia del hospital.

El abuso sexual y los golpes pasaron a ser diarios. Un dia él le golpeó la cabeza contra el inodoro. En otra ocasión le tiró el abridor de botellas, provocándole un corte cerca del ojo.

M. evitaba recurrir a la policía, creyendo que algún dia la situación volvería a la normalidad. Pero cuando él rompió los vidrios de la puerta de la casa y guardó un trozo, diciendo que lo usaría para cortarle la garganta, ella huyó en busca de ayuda.

Pasó por la casa de varios parientes hasta encontrar la seguridad en la Casa de Apoyo Viva María, un refugio para mujeres víctimas de la violencia, que pueden vivir allí con sus hijos.

Fundada hace seis años en Porto Alegre, capital del estado meridional de Rio Grande do Sul, la Casa ya acogió el drama de 800 mujeres y madres que, como M., escaparon de la violencia en sus hogares, la agresión sexual o amenazas de muerte. Allí encontraron amparo para redescubrir la paz y rehacer sus vidas.

Una encuesta realizada entre mayo y noviembre de 1998 registró el perfil de las mujeres amparadas por Viva María y permitió saber qué piensan y cómo actúan tras dejar a sus agresores y pasar un tiempo en el refugio, cuya dirección se mantiene en secreto para evitar represalias.

De las 110 mujeres que pasaron por el refugio en los 30 últimos meses, fueron ubicadas y entrevistadas 88 que seguían viviendo en Porto Alegre y alrededores.

La investigación reveló que las víctimas de violencia atendidas en el refugio que fueron entrevistadas tenían, en promedio, 29 años de edad, tres o cuatro hijos y enseñanza básica incompleta. Muchas son analfabetas.

La mayor parte de ellas llegaron a Viva María por indicación del Consejo Tutelar, un organismo que defiende los derechos de la infancia, y el principal motivo de que abandonaran su hogar fue agresión física con lesiones, seguida de amenazas a la vida y abuso sexual.

En 78,5 por ciento de los casos el agresor fue el propio compañero.

Del total de 88 entrevistadas, 68 no volvieron a su hogar tras dejar la Casa de Apoyo, y las restantes 20 reconstituyeron la relación familiar, pese a la violencia sufrida.

"De alguna forma, el período que pasaron en el refugio las hizo más estables emocionalmente para empezar a trabajar y reconstruir su vida", opinó la médica Stela Meneghel, una de las coordinadoras de Viva María.

En una segunda etapa de la investigación, las mujeres entrevistadas se reunieron durante tres días en Viva María con las que estaban viviendo allí, para contar sus experiencias posteriores al "exilio".

Las ex beneficiarias del servicio revelaron sus cicatrices y anhelos, como el deseo de cuidar la apariencia personal, mejorar la autoestima destruida y establecer raíces en un lugar propio.

"Quedó en evidencia que es preciso aumentar la coordinación entre el refugio y los puestos de salud, tanto para el diagnóstico inicial como para el acompañamiento de las mujeres que dejan la Casa de Apoyo", señaló Marcia Camargo, fundadora de Viva María y una de las responsables de la investigación.

El mantenimiento de un vínculo es una manera de evitar que se repita la violencia, afirmó Camargo, agregando que el estudio mostró también la necesidad de desarrollar actividades dirigidas a los agresores.

"Hace falta una atención individual más eficiente. Muchas mujeres mueren después de pedir ayuda sin encontrarla, y las que sobreviven deben enfrentar la ineficacia de los organismos judiciales para sancionar a los verdugos", añadió.

Según la Constitución brasileña de 1988, el Estado tiene la obligación de establecer instituciones y procedimientos contra la violencia doméstica. La creación de comisarías especializadas para atender a las mujeres agredidas fue un gran avance, pero resultó insuficiente.

Hay actualmente en el país diez casas de refugio como Viva María que acogen a las agredidas y les prestan apoyo psicológico, acompañado en algunos casos de capacitación para reconstruir sus vidas y romper los vínculos de dependencia con sus agresores.

Hay mucha violencia familiar en Brasil, como en todo el mundo, y afecta a todas las clases sociales. Los maridos, otros parientes y amigos son responsables de 80 por ciento de los asesinatos de mujeres en el país, según un estudio del Movimiento Nacional de Derechos Humanos.

El parlamento aprobó este año una norma que otorga apoyo financiero para la instalación de nuevas casas de apoyo. El presupuesto asignado a ese objetivo para 1999 incluye unos 2,8 millones de dólares destinados a la construcción de refugios, y unos 1,7 millones para su mantenimiento. (FIN/IPS/cg-mo/mp/hd pr/99

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