Los desechos nucleares helados de la región del Artico se convirtieron en la mayor víctima del otrora poderoso complejo militar industrial ruso, tras constatarse altas concentraciones de arsénico en la zona.
Durante años se realizaron ensayos con armas nucleares en la isla de Novaya Zemlya, en el Artico.
Las aguas del Artico se convirtieron en una especie de gran vertedero de desechos radiactivos, incluyendo los reactores de los submarinos nucleares obsoletos.
Como consecuencia de ello, también se detectaron elevados niveles de arsénico en los mares en los alrededores de Novaya Zemlya.
De acuerdo con Lev Fedorov, presidente de Chemical Safety Union, el ejército de la ex Unión Soviética lanzó al mar o depositó bajo tierra grandes cantidades de agentes derivados de armas químicas fabricados durante la Segunda Guerra Mundial.
En las décadas del 50 y 60 se vertieron gas mostaza y el llamado "lewisite" (un compuesto que contiene arsénico, cuyo nombre se debe a su inventor, el químico Winford Lee Lewis) para hacer lugar a las armas químicas de nueva generación, como el gas neurotóxico.
Fedorov calcula que la Unión Soviética acumuló más de 120.000 toneladas de agentes químicos a fines de Segunda Guerra Mundial, algunos almacenados en barriles y tanques, y otros dentro de municiones, bombas, morteros, artillería y cohetes katyusha.
"El ejército enterró o destruyó las cantidades acumuladas para poder disponer de un mayor espacio de almacenamiento y hacer lugar a la nueva generación de gases con fines bélicos", explicó.
"Se destruyeron armas químicas en Chapayevsk (región de Samara), Gorny (región de Saratov), Kambarka (Udmurtia), Arys (Kazajstán) y Leonidvka (Penza). Pero esto dista mucho de ser una lista completa. Hasta en Moscú se destruyó este tipo de armamento", detalló Fedorov.
"Algunos moscovitas quizás sigan siendo víctimas del envenenamiento, cuando salen a caminar en las proximidades de los lugares donde se oxidan los equipos militares abandonados junto a los barriles de gas mostaza, en general cerca de las lagunas detrás de un maltrecho cerco de alambre de púas", señaló.
En diciembre, el presidente ruso Boris Yeltsin ordenó al primer ministro Yevgeny Primakov que se incrementaran los esfuerzos para atraer algún tipo de financiamiento con miras a que este año se construyan instalaciones para destruir las viejas armas químicas que se deterioran día a día.
"Deben formentarse las inversiones rusas y del extranjero en estas plantas", aconsejó Yeltsin, y recomendó el otorgamiento de garantías del gobierno para cualquier inversión.
Rusia planea construir instalaciones para el desecho de agentes tóxicos en sus siete depósitos de sustancias químicas, con especial urgencia en la región de Saratov y en Udmurtia, donde se almacenaron armas químicas desde 1946.
A fines de noviembre, el senador Stanislav Petrov, director de las fuezas de protección biológica, química y de radiación, expresó que, pese a las dificultades financieras, Rusia estaba decidida a cumplir con sus obligaciones según la Convención de Armas Químicas.
Para el año 2000, Rusia debe destruir las primeras 400 toneladas de las 44.000 que totalizan actualmente sus desechos. El país dejó de producir y desarrollar nuevas armas químicas en 1987.
El costo que implica deshacerse de los desechos se estima en seis mil millones de dólares en un período de 10 a 15 años, y hasta el momento no se ha construido ni una sola instalación para la destrucción de los mismos.
El gobierno liberó apenas una fracción de los fondos necesarios, 10 millones de dólares, entre 1995 y 1997. El respaldo técnico y financiero del extranjero también fue menor de lo esperado.
Estados Unidos ha sido el mayor donante y desde 1994 proporcionó 194 millones de dólares para una instalación en Saratov, que actualmente se encuentra en construcción.
También se firmó un acuerdo con Alemania y se está por firmar otro con Holanda, mientras se realizan negociaciones con Italia, Finlandia y Suecia.
Francia, Gran Bretaña y Noruega afirmaron igualmente que contribuirán a financiar la construcción de instalaciones para destruir las armas químicas.
Mientras tanto, el arsénico continúa haciendo estragos, y no solamente en el Artico.
Fedorov expresó que las organizaciones ambientales informaron que, luego de estudiar el caso de Chapayevsk, concluyeron que una antigua planta del lugar está contaminando los distritos residenciales.
Alrededor de 50 años después de finalizar la fabricación del compuesto "lewisite", la concentración de arsénico en todas las muestras obtenidas del suelo continuaba siendo 15 veces mayor que la máxima concentración aceptable (MCA).
Se detectaron concentraciones de arsénico hasta 8.500 veces superior a la MCA en las antiguas zonas de fabricación.
La concentración del letal compuesto en los sedimentos del río Chapayevka era 17 veces superior a lo permitido, y en las zonas residenciales vecinas a la planta eran hasta 10 veces mayores que la MCA.
"Las mujeres jóvenes de Chapayevsk se enferman con mucho mayor frecuencia que las mujeres de las ciudades 'limpias' ", informó Fedorov.
"Tienen embarazos y partos que presentan el triple de patologías, y sus hijos padecen muchas más dolencias. La enfermedad 'química' entre los niños de Chapayevsk fue catalogada como el 'síndrome de envejecimiento patológico y de degeneración intelectual"', señaló.
Pero la información oficial al respecto continúa siendo confidencial, aclaró Fedorov.
"Hasta que esos datos no se publiquen será imposible hacer algo para mitigar las consecuencias de habernos preparado para una guerra química", advirtió. (FIN/IPS/tra-en/jp/ai/mvf/dg/ip-en/99