Las radioemisoras en frecuencia modulada (FM), que nacieron en Chile identificadas con la música clásica, están dando la espalda a los grandes maestros para reciclarse en una actividad más rentable: los ritmos tropicales.
Radio Andrés Bello, fundada hace 40 años y que se mantenía como uno de los últimos bastiones radiales de la música docta, fue vendida el día 1 al consorcio Iberoamerican Radio Chile, que posee otras seis emisoras de estilo pop, juvenil y tropical.
Radio Beethoven queda ahora como la única emisora en FM que difunde conciertos, sinfonías y óperas durante todo el día, junto a otras tres, dos de ellas de carácter universitario, que mantienen algunos programas dedicados a los grandes compositores.
En la Región Metropolitana (Santiago) existen 35 emisoras en frecuencia modulada y 23 en amplitud modulada (AM) y mientras la crisis amenaza permanentemente a estas últimas, las estaciones en FM captan la mayor parte de la publicidad radial.
Fue precisamente el alejamiento de los avisadores lo que obligó a Jimmy Brown, propietario y conductor de Radio Andrés Bello, a vender la señal de la emisora a Iberoamerican Media Partners, un pujante grupo venezolano-estadounidense.
Brown, cuya profunda voz se hizo familiar desde la década de los 60 para los auditores de la radio, conservó sin embargo la marca o nombre que rememora al educador y jurista venezolano que fuera el primer rector de la Universidad de Chile.
"Es sólo la señal, el nombre de Andrés Bello se muere conmigo", dijo un apesadumbrado Brown al informar sobre las características de la operación, cuyo monto se abstuvo de dar a conocer.
Se presume que la filial chilena de Iberoamerican desembolsó unos dos millones de dólares, de acuerdo a las referencias establecidas por otras compras de concesiones radiales realizadas en el último tiempo en Santiago.
La desaparición de Radio Andrés Bello fue lamentada como una "enorme pérdida cultural" en medios de prensa y en ambientes intelectuales, que responsabilizaron por esta situación a las empresas que contratan publicidad radial.
Brown y Adolfo Flores, dueño de Radio Beethoven, dijeron al diario El Mercurio que la crisis de la radiodifusión dedicada a la música clásica "se debe principalmente a la disminución del avisaje publicitario y no al desinterés de los auditores".
El ex propietario de la Andrés Bello y su socia Ludmila Ibatulin expresaron su pesar por tener que desprenderse de la emisora que mantuvieron por tantos años, pero admitieron que ésta se había transformado en "un mal negocio".
"En 40 años no hemos descansado ni un día. Ahora queremos descansar y vivir de lo que la radio nos deja", dijeron.
Se agrega así un nuevo eslabón a la paulatina reconversión de la radiodifusión chilena, que tuvo sus primeros capítulos entre los años 70 y 80 con la crisis de las tradicionales emisoras en AM, muchas de las cuales desaparecieron.
Algunas de las estaciones de amplitud modulada lograron sobrevivir gracias a que fueron adquiridas por iglesias evangélicas, que pasaron así a tener tribunas propias para sus radiopredicadores en lugar de comprar espacios.
Ahora es el turno de la reconversión de las radios en FM, cuya importancia en Chile crece al mismo ritmo de la multiplicación del parque de automotores y de la demanda juvenil por equipos estereofónicos individuales cada vez más sofisticados.
Las radios en FM de rock clásico o heavy metal parecían ser hasta hace algunos años la amenaza más concreta para las emisoras de música clásica, pero esta perspectiva cambió con la paulatina e incontenible irrupción de los temas tropicales.
Radio Nina, que nació como una estación para mujeres, cercana a movimientos feministas, tuvo escaso éxito comercial hasta que decidió apostar a la música salsera y ganó así público sobre todo en los estratos socioeconómicos medios y bajos.
El dial FM se popularizó, o "vulgarizó" según algunos, y hoy la propia Nina, así como las radios Corazón o Tropical, son las favoritas de los choferes de los omnibuses urbanos que deleitan o atormentan a sus pasajeros con pegajosas salsas y cumbias.
La opción radial no es fortuita, sino que corresponde al éxito discográfico que alcanzan en el país agrupaciones argentinas y chilenas de música tropical, que son super ventas.
Chile fue prácticamente inmune al auge de la salsa en las décadas de los 60 y 70, cuando en toda América Latina se bailaban los ritmos que Celia Cruz, Tito Puente, Cheo Feliciano y otras estrellas difuminaban desde Nueva York.
Esta segunda ola tropical que se impone en Chile viene de más cerca y tiene como uno de sus pioneros a Adrián y los Dados Negros, un grupo argentino que comenzó presentándose en festivales provincianos antes de acceder a la consagración.
A la zaga de Adrián, un pequeño cantante de origen indígena del norte argentino, se multiplicaron los "combos" (grupos) tropicales que, para pesar de muchos, están desplazando de las radios a Mozart, Beethoven, Tchaikowsky y otros grandes maestros. (FIN/IPS/ggr/dg/cr/99