El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, generó en sus primeras tres semanas en el poder una alta tensión con los otros dos poderes institucionales, que reabrió la brecha entre sus fervorosos adeptos y quienes no votaron por él.
Chávez quiere someter a Venezuela "a la dictadura del tumulto", criticó este miércoles el diputado Alberto Franceschi en una sesión bicameral del Congreso destinada a debatir sobre el decreto con que el presidente convocó a un referendo sobre una Asamblea Constituyente.
El presidente advirtió el lunes que si la Corte Suprema de Justicia revoca el decreto, al acoger alguno de los dos recursos que lo solicitaron, sacará al pueblo a la calle para defenderlo.
El viernes 12 ya había emplazado a la Corte a oir el clamor del pueblo y no el de los corruptos atrincherados en el Congreso, con frases impregnadas de dureza que son jalonadas con fervor por los seguidores que plenan sus comparecencias públicas.
Los 15 magistrados del máximo tribunal desestimaron este miércoles pronunciarse públicamente sobre los llamados directos del presidente, mientras que los opositores aseguran que el Poder Ejecutivo ejerce una presión amenazante sobre el Poder Judicial.
La Corte dio plenamente la razón a Chávez en enero sobre su facultad para convocar por decreto al referendo, como vía para establecer una Asamblea con amplisimos poderes que este mismo año redacte una nueva Constitución, lo que fue acatado por la oposición.
La advertencia de Chávez de que el proceso constituyente "no lo detiene ni el Congreso, ni la Corte Suprema ni nadie, porque la voz del pueblo es la voz de Dios", indicaría que el presidente tiene evidencias o temores de que ahora el máximo tribunal se pronunciaría contra la legalidad de su decreto.
Las críticas al texto del decreto no han procedido sólo de las filas de la oposición política sino de organizaciones de la sociedad civil, que si bien apoyan la convocatoria a la Asamblea, rechazan el poder que pretende asumir Chávez en el proceso.
"En tres semanas, Chávez ya se ha peleado con todo el mundo", dijo Franceschi, jefe parlamentario de Proyecto Venezuela, la cuarta bancada legislativa y cuyo candidato escoltó al presidente en los comicios del 6 de diciembre.
"No se dialoga con otros poderes, poniendo un arma sobre la mesa, y menos se utiliza al pueblo como arma", dijo el diuptado Alcibiades Castro, jefe de la fracción de Copei, que conformó con el partido Acción Democrática (AD) el bipartidismo local, contra el que se concentra la rabia popular por la quiebra del país.
AD, el partido que ha más veces gobernó el país y logró mantenerse como primera minoría en un parlamento en que el gobierno controla un tercio de sus dos cámaras, fue el primero en pedir la nulidad del decreto, en lo que para juristas independientes "daño y politizó" la oposición a su texto.
Chávez, una carismática figura de 44 años, tiene tras de sí el devoto apoyo de las capas más pobres y castigadas por el colapsado modelo político introducido en Venezuela en 1958, que degeneró en una partidocracia clientelar sumida en la corrupción y la ineficiencia y pauperizó las condiciones de vida del país.
El presidente, un teniente coronel retirado que en febrero de 1992 encabezó el primero de los dos cruentos alzamientos militares de ese año, llegó al poder con el apoyo de una alianza de casi toda la izquierda y antiguos oficiales golpistas.
Pero Chávez también generó durante la dura campaña electoral pasada el rechazo de capas de la población que aun deseando cambios radicales en la conducción política, veían en él el peligro de una autocracia, bien de izquierda o bien de derecha.
En las elecciones de diciembre, 96 por ciento de la población voto por ese cambio radical. Chávez obtuvo más de 56 por ciento, escotaldo por el consevador ex gobernador Henrique Salas, que con su nueva agrupación Proyecto Venezuela aglutinó el antichavismo.
Como presidente electo, Chávez moderó su discurso y restañó las heridas y divisiones sociales -con inéditos ribetes clasistas- dejadas por la campaña, con lo que calmó a quienes no habían votado por él y dejo sin banderas a la oposición.
El resultado fue que entre 70 y 90 por ciento de los consultados se declaró favorable a la Asamblea Constituyente, la gran oferta de Chávez como vía para refundar políticamente el país, en sondeos de enero y la primera semana de febrero.
Pero los discursos desafiantes de Chávez, un estilo calificado como "directo, distinto y auténtico" por sus adeptos y poco consono con la investitura presidencial por sus adversarios, y la excesiva participación del estamento militar en su gobierno, reabrieron la brecha con quienes votaron en su contra.
"Yo quiero que mi país funcione y estoy de acuerdo con la Asamblea y otras muchas propuestas del presidente, aunque no voté por él porque fue un golpista", dijo Rosana Jiménez, una secretaria ejecutiva de una empresa maderera de Caracas.
"Pero me está volviendo a dar miedo porque desde que es presidente cambió otra vez, se vistió de militar y desapruebo que nos divida entre los buenos que le siguen como a un mesias y los malos corruptos, si no nos gusta todo lo que dice", añadió.
Chávez utilizó su uniforme de teniente coronel el domingo, duarante un acto militar en la frontera con Colombia, en un gesto que fue criticado internamente, aunque los propios opositores admitan que buscó lanzar un mensaje hacia la guerrilla colombiana que actúa en la frontera de que reforzará la defensa territorial.
El canciller y "voz política" del gobierno, José Vicente Rangel, puntualizó que el presidente tiene un estilo de decir las cosas al que hay que acostumbrarse, mientras Nicolás Maduro, jefe de la fracción del Movimiento Quinta República, el partido de Chávez, aseguró que no hay amenazas en sus pronunciamientos.
"El presidente está adelantando que ante los obstáculos que los corruptos del viejo regimen buscan imponer a la Asamblea Constituyente, el pueblo, que en 90 por ciento quiere ese Asamblea, la defenderá en la calle, de manera pacífica y democrática", argumentó Maduro ete miércoles. (Fin/IPS/eg/ip 99